Partido de béisbol y sopa de vaca

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Los Garcías, 2-9-2012

El béisbol aquí es el deporte nacional y todos los domingos por la mañana hay partido en algún punto de la comarca. En el equipo de Los Garcías juegan Walter y Freddy, hermanos de María, y hoy el partido es en... ¡El Infierno! Lo llaman así por lo tortuoso del ascenso hasta este lugar, que dicen que hace años era aún peor que ahora. Yo ya conocía el camino porque cuando vine en 2008 visité con mi compañera Mayte Pomer una escuelita que está allá arriba, y recuerdo cómo las botas de montaña se me quedaban enterradas en el lodo, haciendo realmente difícil caminar. Al menos no está muy lejos de casa de María. El equipo que juega hoy contra Los Garcías viene caminando desde la comunidad de La Concha, a más de dos horas de camino de aquí. ¡Eso es pasión por el deporte!

El lugar donde se disputa el partido es muy bonito. Junto al campo de juego hay un cerro desde el cual se ve toda Santa Lucía. Subimos allí con María y los niños para disfrutar de las vistas y empezamos a hacerles fotos saltando, como si estuvieran flotando en el aire. ¡Lo pasamos muy bien! Pero tenemos que irnos: Ernesto nos espera para comer la sopa de vaca.

Cogemos otro camino que nos llevará a las parcelas de María y de Ernesto. Está un poco lejos, así que cuando llegamos ya se ha pasado la hora de comer, pero allí está esperándonos un gran plato de sopa acompañado de chayote, yuca y un par de grandes trozos de carne. Una vez más, la hospitalidad de la gente más humilde que, apenas sin conocernos, nos invita a su casa a comer y nos ofrece lo mejor que tiene.

Ernesto y su mujer viven en una casita que tienen en su parcela, en medio de los campos. Sólo ellos viven en esa zona; les encanta la tranquilidad que hay allí. La mujer de Ernesto es muy tímida, apenas sale a saludarnos. Luego María me explica que siempre ha tenido problemas para relacionarse con los demás, y que poco a poco se va abriendo. A pesar de ello, nos sonríe todo el tiempo y, aunque no participa de la conversación, nos observa mientras charlamos.

María y Ernesto nos hablan del tiempo de la guerra, de cómo corrían a esconderse cuando veían pasar a los  bombarderos, a los que llamaban pájaros negros, de cómo reclutaban a la fuerza a los jóvenes y adolescentes para ir a luchar frente a "la contra", de la época de escasez que siguió al conflicto, con las cartillas de racionamiento. Nos sorprende un detalle del que nunca habíamos oído hablar: el estado proporcionaba ropa a su población, pero sólo había un modelo de camisa, pantalón, zapatos... Todas las personas vestían exactamente igual, como si fueran de uniforme. Debía de ser impresionante ver a todo un pueblo vestido así.

Parece que el tiempo va a empeorar y no queremos que nos coja la lluvia en medio de los campos, con el lodo que se forma, así que nos despedimos y empezamos a bajar hacia casa de María.

Y para cenar: ¡nacatamales!