¿Quién tiene más pena? ¿El que se va o el que se queda?

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Los Garcías, 18-9-2012

Después de casi un mes prolongando nuestra estancia día tras día y semana tras semana, hoy sí, tenemos que despedirnos.
María y los niños nos acompañarán a Boaco, donde tenemos que coger el bus para Managua. Mientras recogemos nuestras cosas, Rodrigo y Nielson nos siguen de aquí para allá con la mirada, una mirada triste y dormilona, con los ojitos aún medio cerrados por el sueño.

María está algo acelerada. Entra y sale de la casa corriendo, al tiempo que prepara la leche para el desayuno ¿Qué pasa? Instantes después descubrimos que ha ido a comprarnos una camiseta a cada uno.

- Para que tengan un recuerdo nuestro – nos dice.

¡Cómo si no tuviéramos recuerdos suyos! De las mañanas cuando María nos preparaba la leche con canela, de las tardes en la escuela, de las noches viendo la telenovela sentados en el sofá, de los fines de semana yendo de excursión, de los niños y de ella pidiéndonos que no nos vayamos, que nos quedemos unos días más.

Pero no podemos prolongar más nuestra estancia. Los viajeros tienen que seguir su camino.

Nosotros también tenemos un último regalo para ellos: unas gorras para los niños y una carta que le dejo escondida a María en la habitación, igual que hice hace cuatro años.

- ¡Ay qué bandida! - me dijo el otro día rememorando aquel momento – Cuando regreso a la casa y me encuentro la nota. ¡Qué lloradera!

Imagino que hoy será igual.

En el bus a Boaco vamos muy callados. Nielson, que va sentado a mi lado, se queda dormido apoyado en mi brazo. Tengo que respirar hondo para no echarme a llorar, más aún cuando me giro a la izquierda y veo a María secándose disimuladamente las lágrimas con la manga de la camiseta. ¡Uf! Esto va a ser muy duro...

Recuerdo la otra vez, cuando me despedí de María en el aeropuerto de Managua. Ninguna de las dos podíamos dejar de llorar, yo sabía que pasaría mucho tiempo antes de que volviéramos a vernos y María, que no creía que fuera a regresar, pensaba que era una despedida definitiva. Ahora ya me cree cuando le digo que volveremos dentro de unos años, pero eso no hace que sea mucho más fácil.

Y si despedirnos de María es duro, despedirnos de Rodrigo y Nielson lo es más todavía. Estos niños que, el primer día, apenas se acercaban a nosotros por la timidez, hoy nos abrazan fuerte y no nos sueltan, mientras las lágrimas resbalan por sus mejillas. Rodrigo intenta hacerse el fuerte sin conseguirlo. Y Nielson, mi Nielson, que es todo dulzura, se queda abrazado a mi cintura, y creo que seguiría allí si no fuera porque lo separo de mí suavemente, dándole un beso en la mejilla.

Subimos al bus y los niños, cada uno a un lado de su madre, nos miran con los mismos ojitos tristes de esta mañana y sin dejar de llorar. Caigo en la cuenta de que es la primera vez que unos niños lloran al separarse de mí...

María también sostiene la mirada, húmeda y triste como la de sus hijos,y como imagino serán también las nuestras.
Javi me acaricia la mejilla, aunque no está mucho mejor que yo. Ese cariño que yo sentía hacia esta familia, ahora también lo siente él. Los vamos a echar mucho de menos.

Mientras dejamos atrás la estación de autobuses, y con ella a nuestra familia nica, recuerdo la frase que me dijo María al despedirnos la otra vez:

- Nos pasa como en la canción que dice: “¿Cuál de los dos amantes sufre más pena? ¿El que se va, o el que se queda? El que se queda, se queda llorando. Y el que se va, se va suspirando”