Viaje movido a Penonomé

Información
This post is categorized under...
Sections: 
Countries: 
Authors: 

Penonomé, del 1 al 3-12-2012

Salimos del hostal a mediodía. Repetimos el ritual ya conocido: caminata hasta la Plaza 5 de Mayo, autobús con el aire acondicionado a tope hasta la terminal de Albrook, de donde salen todos los buses a diferentes puntos del país. En el trayecto conocemos a un chico peruano con ganas de compañía y conversación que también va hacia Penonomé y nos propone ir juntos, ya que él sabe cómo llegar hasta allí. Cuando llegamos a Albrook, está a punto de salir un minibús hacia nuestro destino, pero sólo quedan dos plazas.

- ¡Es que nosotros somos tres! - se apresura a decir nuestro compañero.

- Ah, entonces tienen que esperar al próximo – nos indica el conductor.

Bueno, la verdad es que tampoco tenemos prisa, pero yo me quedo con una sensación extraña, algo que me dice que teníamos que habernos ido en ese bus que ya está arrancando para emprender su camino.

El siguiente bus sale a los pocos minutos. Como es habitual, suena música de reaggetón a todo volumen. Media hora después de salir parece que al bus le pasa algo. Paran el vehículo y el acompañante del conductor baja a mirar. Parece que no ve nada raro, pero cuando el conductor arranca de nuevo, comienza a salir un montón de humo blanco que empieza a colarse dentro de la furgoneta.

- ¡Bajen rápido, bajen rápido! –grita alguien, y el pánico se desata.

Todos nos levantamos y empezamos a ir hacia la puerta, que está en la parte delantera. Nosotros estamos hacia la mitad del bus. En cuanto pasan los que están delante de mí, me pongo de pie y me hago un hueco entre la gente para salir. Cuando voy a bajar, está todo lleno de humo. Bajo sin saber muy bien dónde pongo los pies. Entonces veo que, unos pasos más adelante, están ayudando a una mujer a levantarse. Miro a mi alrededor y veo a una señora sentada en el borde de la carretera, sujetándose un pañuelo sobre un corte que tiene en la cabeza y a su hija llorando desesperada. Cerca de ella hay una señora mayor que intenta consolar a sus nietas, que también lloran asustadas. Miro hacia el bus y veo bajar a una chica con un bebé de menos de un año, a un hombre saliendo por una ventanilla. Javi es de los últimos que baja:

- Me he esperado al final porque aún había dentro mujeres con niños pequeños y la gente estaba empujando, pasando unos por encima de otros... Ha sido una escena de pánico increíble.

El conductor y su ayudante van preguntando si hay alguien herido y se apresuran a pedir otro vehículo. No es necesario pedir una ambulancia porque en ese momento pasa por allí un camión de bomberos que se ofrece a llevar a los heridos al hospital.

Al final no ha sido nada grave, pero el momento de pánico que se ha vivido ha sido horrible. Javi lo ha llevado mejor que yo, se controla muy bien en los momentos críticos. En cambio a mí me han estado temblando las piernas durante varios minutos.

No acabamos de entender muy bien lo que ha pasado, en principio sólo era humo. Claro que había que bajar, pero no había razón para tanta alarma. Más tarde nos enteramos de que hace unas semanas se incendió un autobús en el país y muchas personas murieron calcinadas. Entendemos entonces mejor la reacción de la gente.

Al rato llega otro autobús a recogernos y una hora después llegamos a Penonomé, donde nos espera nuestro nuevo couchsurfer, Gustavo. Es un chico muy alegre y simpático, al que le encanta hablar y conocer gente. Pasamos un buen rato hablando con él.

Se le ve emocionado por tener la oportunidad de conocer gente de otros países. A él le encantaría viajar, pero actualmente su situación económica no se lo permite, así que de momento, viaja a través de las personas que se hospedan en su casa. Gustavo no le dice que no a nadie, y no le importa que la gente se quede mucho tiempo en su casa; algunos viajeros han estado con él más de un mes.

La situación en realidad es un poco extraña. Gustavo vive con sus padres, su hermana y su sobrino, pero su habitación y la de “invitados” están en la parte de fuera... no parece que tenga mucho trato con su familia y nos avisa de que sus padres no son muy amigables. Cuando ellos llegan, nos los presenta e intercambiamos algunas palabras con ellos. Es cierto que no son demasiado abiertos, pero se les ve unas personas amables. Su casa es humilde y como compañero de habitación tenemos a un ratón que, aunque no se deja ver, hace ruido por las noches.

Pasamos los dos días siguientes en casa de Gustavo. A pesar de que tiene que trabajar, hace lo posible por pasar tiempo con nosotros. Yo paso una mañana vendiendo y, sorprendentemente, no me va nada mal. La gente de este pueblo es simpática y además ¡acaban de cobrar la paga quincenal!

La última tarde vamos con Gustavo a “La Angostura”, un cañón surcado por un río que pasa cerca del pueblo. Es un lugar muy bonito, y vemos atardecer en la montaña, algo que empezamos a echar de menos.

Para la última noche, Gustavo les propone a sus padres que cenemos todos juntos y parece que les gusta la idea. ¡Ya nos parecía que no eran tan serios! Lo que pasa es que, por lo que nos ha contado Gustavo, algunos de los C.S. que ha tenido en su casa tenían ciertos problemas de higiene y de actitud. Es normal que a sus padres no les apeteciera pasar el tiempo con ellos.

Pasamos un rato charlando y a la mañana siguiente salimos de su casa con las mochilas al hombro hacia nuestro próximo destino: Boquete.