Conociendo a nuestra familia cubana

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La Habana, 13-07-2012

Hoy vamos a ver a la familia de Jazmín, la novia de Alejandro. Quieren que nos conozcamos antes de decidir si queremos quedamos o no en su casa, y lo que es más importante, antes de que ellos decidan si quieren que nos quedemos con ellos. Esta última consideración nos gusta mucho y nos parece lo más razonable.

Llegamos con Alejandro a San Miguel del Padrón, el barrio en el que viven. Tras media hora de guagua, llegamos al barrio y subimos la Loma de los Zapotes (en cubano, La Loma-lo-Sapote). Me giro a la izquierda y veo a lo lejos la ciudad de La Habana y su bahía. Cielo azul con algunas nubes. En ese momento sube un almendrón, aún más azul que el cielo. No me da tiempo a sacar una foto, pero no importa: ya he guardado la imagen en mi memoria.

Entramos a la casa que, curiosamente, me recuerda un poco a la de mis padres, con el salón en la entrada y una barra a media altura que lo separa de la cocina. Es una casa muy cuidada y limpia, adornada con decenas de figuritas de diferentes clases y tamaños.

Estamos un poco nerviosos, pero todo resulta increíblemente fácil. Enseguida nos ponemos a hablar y nos sentimos muy a gusto con ellos.

La primera en recibirnos es Zoe, la madre de Jazmín. Zoe es una mujer morena, de piel tostada y una melena negra y abundante que lleva siempre recogida. Es muy sincera y nos confiesa que estaba nerviosa por nuestra llegada. ¡Parece que no somos los únicos! Como nosotros, es muy habladora y enseguida nos encontramos muy cómodos con ella. Es muy espiritual y su vida está ligada a la religión afrocubana “Yoruba”, hasta el punto de tener ciertos dones como espiritista. Nos habla abiertamente de ello y de la religión que practica. A veces nos perdemos un poco entre las explicaciones, pero nos resulta muy interesante.

Mientras estamos hablando aparece Miriam. Una cubana chiquita y vieja, como dirían aquí, con un cuerpo delgado pero fuerte y una energía increíble. Entra en la casa con una sonrisa de oreja a oreja. Tras reírnos por la confusión respecto al número de besos que nos tenemos que dar (aquí se da uno, no dos) ella nos da un tercer beso en la frente junto con su bendición y enseguida empieza a hacer bromas.

En un momento dado, nos dice:

- Yo vivo aquí al lado. ¡A mi casa pueden venir a buscar cualquier cosa que necesiten menos medicamentos.

Luego nos explica que es diabética y que nunca ha querido tomar medicación; en cambio, camina mucho y lleva años sin tomar dulces, así se cuida y se mantiene en forma. Luego se levanta del sofá de un salto y exclama:

- ¡A mi casa tienen que venir a buscar fiesta!

Y dicho esto, se pone a cantar y bailar en medio del comedor. ¡Yo la miro y no me lo creo! ¡Qué mujer! Más tarde nos enteramos que es la madre de Zoe.

Y así, poco a poco, vamos conociendo a los distintos miembros de la familia: a Flavio, el marido de Zoe, a sus hijos Jazmín (a quien todos llaman Merli), Marta, Lisandro y Lester y a muchos más que al principio no sabemos ni quiénes son, pero que no paran de entrar y salir de la casa.

Nosotros no queríamos presionar apareciendo con las mochilas en casa de unos desconocidos, así que vamos sólo con una mochila pequeña. Al cabo de un rato nos invitan a quedarnos allí, con la familia y nosotros aceptamos encantados. La decisión está tomada, así que vamos con Alejandro a recoger nuestros trastos y volvemos a nuestra nueva casa. Por el camino Javi y yo comentamos lo curiosa que es la situación. No es la primera vez que nos acogen unos desconocidos en su casa y ya nos vamos acostumbrando a esta hospitalidad, pero el intentar imaginar esta situación en España nos da que pensar. Sería tan difícil que esto ocurriera allí.

Se acerca el mediodía y Zoe nos ha preparado la comida. En la mesa hay arroz, plátano frito, aguacate y pollo. Por lo que hemos vivido anteriormente, intuimos que es más de lo que suelen comer ellos: el pollo aquí no debe ser barato. Agradecemos la comida y empezamos a comentar entre nosotros que tenemos que ver cómo contribuir a los gastos de la casa. Sabemos que ellos nos acogen sin ningún interés, pero nos hacemos una idea de cómo está aquí la situación y no queremos ser una carga.

Zoe se preocupa mucho de que estemos bien, de que nos guste la comida y de que nos encontremos cómodos. Cogemos confianza con gran rapidez y esta misma noche ya nos sentimos como en casa. Una de las primeras cosas que nos dicen Zoe y Flavio es que nada estar cortados ni con pena (que aquí significa vergüenza y no tristeza). A mí, Zoe me recuerda a María, mi hermana nicaragüense, incluso estoy a punto de llamarla por su nombre en varias ocasiones.

Durante la tarde comienzo a hablar con Marta. Tiene 20 años y es la mayor de las dos hijas de Zoe. Tiene un carácter vivo y abierto. Es pequeñita pero transmite mucha fuerza y seguridad. Es muy comunicativa y pronto empezamos a contarnos cosas muy personales, como si fuéramos amigas desde hace tiempo. Me siento realmente a gusto con ella. Su novio, Doriel, es más tímido. Es un chico de piel oscura que, a pesar de su estatura, muchas veces pasa casi desapercibido. Transmite mucha tranquilidad y, una vez rompe un poco su timidez, es un chico encantador. Por como se comporta Marta y lo que me va contando, se ve que es muy buen chico y que está realmente enamorado de ella.

A Marta muchas veces le critican que tiene un carácter fuerte, pero yo creo que en parte es una virtud; ella sabe lo que quiere y lo que piensa y no está dispuesta a agachar la cabeza ante nadie. Entre otras cosas, hablamos de la situación que se vive en Cuba. “Los cubanos no vivimos, sobrevivimos”, me dice tristemente. Estudia biología, es una estudiante excelente y valora la importancia de la educación. Me comenta que el nivel no es tan bueno como pensamos fuera. De hecho, en los últimos años, faltan maestros en las escuelas y están preparando a jóvenes que no quisieron seguir estudiando para dar clases. Serán, por tanto, maestros sin motivación, sin vocación y sin suficiente preparación; no nos parece la mejor manera de cuidar la calidad educativa. Para compensar esto, están pidiendo a maestros jubilados que se reincorporen a las aulas para compartir su experiencia de tantos años con los nuevos profesores.

Merli, la pequeña de la casa, es más callada, pero igualmente dulce y amable y ayuda mucho a su madre en las tareas de la casa. En su cara hay siempre dibujada una tímida sonrisa. A pesar de ser muy diferentes, las dos hermanas se quieren mucho y se apoyan mutuamente, supongo que de alguna forma también se complementan y equilibran las energías de la casa.

Este primer día nos dan las once de la noche hablando con la familia. Dormiremos en la habitación de Lisandro, que pasará la noche en casa de su abuela. Con unos cuantos tableros y un colchón grande, Flavio ha transformado su cama individual en una doble para que podamos dormir los dos.

Cuando nos acostamos, comentamos lo felices que nos sentimos con esta familia. Por lo que nos han contado ellos mismos, aquí no es fácil encontrar personas como ellos, generosos y desinteresados con los “yumas” (curiosa abreviatura de United States of America que utilizan aquí para referirse a los extranjeros). Hoy mismo nos decía Zoe:

- Aquí, cuando ven a un “yuma” sólo ven en él un signo del dólar en su frente. Y si te ven con uno, te preguntan ¿qué le vas a sacar? ¿qué te va a dar? Antes los cubanos no éramos así. El cubano siempre ha sido generoso, pero se pasa mucha necesidad y la gente tiene que buscarse la vida.

Esto es bastante frecuente en muchos de los países que hemos visitado, pero aquí van un paso más allá. Zoe continúa contándonos:

- No sólo se intenta sacar dinero de los extranjeros, sino también a nuestro propio gobierno. El problema es que aquí, con su salario, nadie llega a fin de mes. Ni siquiera un profesor o un médico. Todos tenemos que ir “resolviendo” para poder vivir.

Aunque en parte lo entendemos, también pensamos que una cosa no justifica la otra.

Esta familia es diferente en su trato con los yumas. Saben de nuestro proyecto, comprenden nuestra forma de viajar y nos ven como a personas, no como a dólares con piernas. Somos conscientes de que tenemos una gran suerte por estar aquí con ellos.