Haciendo snorkel con tiburones y conociendo a otros viajeros

Información
This post is categorized under...
Sections: 
Countries: 
Authors: 

Little Corn Island, del 8 al 10-10-2012

Los días en esta pequeña isla van pasando sin que apenas nos demos cuenta. A ratos vamos a la playa, a ratos escribimos, a ratos cocinamos y comemos y a ratos charlamos con Greg y Marie.

Ayer fueron a pescar y volvieron al hotel con no sé cuántos kilos de pescado. Entre otros peces, como doradas, y otros que no conocíamos, pescaron ¡un tiburón! Nos enseñaron la fotografía (lo trajeron troceado) y medía alrededor de un metro de largo. ¡Impresionante! ¿Quién nos iba a decir que íbamos a comer ceviche de tiburón? Porque Greg y Marie, tras regalar parte del pescado, el resto lo compartieron con nosotros. Además del ceviche,  cocinamos “rondon”, el plato típico de estas islas. Lleva patata, yuca, sal, pimienta especias y pescado, todo cocinado en leche de coco. Lucila, la dueña del hotel, nos ayudó a prepararlo y la verdad es que quedó riquísimo. Para rematar, Greg y Marie hicieron de nuevo su “ponche coco”. Otra cena buenísima y en estupenda compañía. Y aún queda pescado para la comida y la cena de mañana.

- ¡No se os ocurra comer ni cenar sin nosotros, que aquí hay pescado para todos! - nos dicen nuestros amigos.

Están siendo muy amables y generosos con nosotros. Por supuesto, nosotros intentamos corresponder compartiendo también nuestra comida. Pero nosotros compartimos arroz, pasta y ensalada ¡y ellos estos manjares! Además, Greg cocina de maravilla y sabe hacer de todo, así que de paso estamos aprovechando para aprender un poco.

Y hoy por la mañana, por fin, vamos a hacer snorkel. Vamos a buscar a Elvis, el chico con el que nuestros amigos fueron a pescar ayer; gracias a ellos nos deja a 10$ lo que suele costar 15$. Lo encontramos en la playa y nos dice que tenemos que esperar a que vengan otras personas. Cuando salimos, en el barco vamos 10 personas: 7 turistas, Elvis, el que maneja la barca y un amigo suyo. “Demasiada gente”, pensamos nosotros. Suponemos que los peces se asustarán al ver a tanta gente y que será más difícil que Elvis pueda enseñarnos y explicarnos cosas, pero es lo que hay.

Tras ponernos las gafas y las aletas, nos lanzamos al agua. Normalmente a mí me da bastante impresión bañarme en aguas profundas, pero el mar aquí es tan transparente que enseguida dejo de pensar en eso y me quedo atontada mirando al fondo del mar.

Cientos de peces diferentes, algas, corales, estrellas de mar, caracolas gigantes, rayas... ¡y tiburones! Son relativamente pequeños y totalmente inofensivos. De hecho, sólo se desplazan por el fondo del mar, así que todos los que vemos están lejos de nosotros. Pero eso no hace que la experiencia sea menos impresionante. Cada vez que vemos uno, todos empezamos a nadar hacia él hipnóticamente, siguiéndolo hasta que lo perdemos de vista. Lo mismo hacemos con las rayas. Extendidas sobre la arena, al acercarnos se asustan y alzan el “vuelo” mostrándose ante nosotros, y es que realmente parece que vuelen como a cámara lenta.

Las más de dos horas que duran la actividad se nos pasan volando, y volvemos a tierra firme un poco cansados, pero contentos. Además, una de las parejas que venían con nosotros llevaban cámaras acuáticas y nos pasarán las fotos. ¡Ha sido una suerte! Son un matrimonio australiano de unos 50 años que están viajando desde hace unos meses por centro y sudamérica. Planean viajar durante unos diez o quince... ¡años! Decidieron vender su casa y con lo que han obtenido van a viajar por todo el mundo. Para cuando vuelvan, estarán jubilados y cobrarán una pensión hasta el final de sus días.

- Claro, si tienes ya la casa pagada, la vendes y te dan por ella unos ciento cincuenta mil euros, tienes para viajar un montón de tiempo. Pero la gente ni se lo plantea – reflexiona Javi en voz alta.

Por supuesto, igual que nos ocurrirá a nosotros, al volver a su país no tendrán una casa, pero ¿y las experiencias que habrán vivido? ¿y los lugares y la gente que habrán conocido? Para nosotros eso no tiene precio.

Cuando volvemos al hotel, nos dan una noticia que nos pone un poco tristes: nuestros amigos franceses se van mañana. Hemos pasado juntos una semana en la que hemos compartido muy buenos ratos y los vamos a echar de menos. Para nuestra última cena juntos intentamos hacer una tortilla de patata, pero la sartén no está de nuestra parte y acaba siendo una especie de revuelto amorfo. ¡Con las cenas tan buenas que nos han preparado ellos y mira qué desastre!

Greg apenas cena porque se encuentra mal, así que se sube a descansar a la habitación mientras nosotros acabamos de cenar y hablamos un poco más. A Marie se le ve emocionada cuando le regalamos uno de los collares que he hecho con lo que compramos en Solentiname. No sé cuántas veces nos abrazamos ni cuántos besos nos damos. Nos despedimos entre promesas de intentar vernos de nuevo, ya sea en Europa, en África o en cualquier lugar del mundo.

Es lo que tienen los viajes: están llenos de encuentros y despedidas. Empezamos con nuestras familias y amigos en España, pero la situación se repite una y otra vez. Lo mejor es disfrutar del tiempo que pasa entre cada encuentro y despedida, vivir y valorar cada uno de esos momentos mágicos que se producen mientras recorremos nuestro camino.

NOTA: Las fotos submarinas no son nuestras, nos las pasaron nuestros compañeros de excursión Bernadette y Trevor, de Australia.