Ko Lipe: la isla de las aguas transparentes

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Ko Lipe, 26-2-2012

¿Que no nos iba a impresionar? ¿Que igual no valía la pena? ¡Seremos ingenuos! Nunca en nuestra vida habíamos visto unas playas tan impresionantes.

El agua, totalmente transparente: con el agua hasta el cuello aún puedes verte los pies y los peces que nadan a tu alrededor. No hacen falta gafas de bucear, desde la superficie se ven las rocas, las algas, y peces de diferentes formas, colores y tamaños, así que cuando te pones las gafas, ya es como si estuvieras dentro de una pecera tropical. Peces payaso, gupis, peces aguja y trompeta, lubinas, y otros muchos mas que no podemos identificar nadaban a nuestro alrededor a escasos metros de la orilla. Por encima de la superficie, diferentes tonos de azul y verde esmeralda, con barcas flotando como si estuvieran en el aire. Increíble.

Al atardecer, los verdes y azules se cambian por tonos rosados. Niños jugando en el agua, perros corriendo por la orilla, hombres amarrando los botes...

Por la noche los restaurantes exponen en sus puertas el pescado fresco y el marisco, listo para que los comensales escojan las piezas, que se venden al peso, y prepararlo todo a la barbacoa. Un ambiente de relax absoluto.

Lástima que nuestro presupuesto no nos diera para un bonito bungalow ni para cenar pescado todas las noches, pero un día es un día. En mi cumpleaños nos permitimos el lujo de cenar pescado, sepia y gambas, en un restaurante a la orilla del mar con los pies descalzos en la arena y con un par de copas de vino blanco, un placer que no disfrutábamos desde que salimos de España. Fue una suerte poder celebrarlo en un lugar así, pero eché muchísimo de menos a mi familia y a mis amigos.

Otra excepción fue la que hicimos nada más llegar. No pudimos evitarlo ¡Era un bar de tapas! Curiosamente, en esta perdida isla de mar de Andaman, hay varios españoles viviendo y trabajando y muchos otros pasando unos días de relax. La cerveza, las bravas y el pincho de tortilla nos sentaron de lujo, aunque el precio impidió que volviéramos allí y el resto de los días nos alimentamos a base de arroz y tallarines tailandeses, las comidas más típicas y económicas del país.

Después de cenar, lo mejor es pasear por la orilla del mar, viendo como ascienden hacia el cielo unos globos de papel llamados Kratong. Están formados por una vela y una mampara de papel. Al encender la vela, el aire del interior del globo se calienta y este asciende hacia el cielo. Es muy bonito ver como flotan en el aire varios de ellos, observando cómo la luz de la llama los hace variar entre tonos rojos, naranjas y amarillos. Se utiliza en las festividades tailandesas para atraer a la buena suerte, ¡y aquí para atraer a los turistas!

Lo que es una lástima es que la isla no esté tan cuidada como debería. La zona de los bungalows cercanos a la costa está mejor, pero en los que están mas hacia el interior y la vegetación que crece entre ellos suele compartir espacio con restos de muebles y de basura. Si se dedicara un poco más de esfuerzo a cuidar el entorno, entonces sí que sería el paraíso del turista. La gente que conoce la isla desde hace tiempo nos cuenta que hace tan solo un par de años no había casi nada aquí y que el turismo y la construcción descontrolada la están estropeando. Quizás sea el momento de que se replanteen el modelo de desarrollo y de turismo que quieren y de que reaccionen antes de matar a la gallina de los huevos de oro. De todo esto les podríamos contar mucho nosotros los valencianos con nuestras playas de cemento.

Concretamente, el lugar donde nos alojamos estaba bastante descuidado, claro que también era el sitio más barato que encontramos. Aquí también teníamos mascota: ¡una araña como una mano de grande! (una mano de Javi). Salía a saludarnos todas las noches y nos esperaba en la pared del baño cuando volvíamos de cenar, aunque tenía el detalle de esperar a que entrara Javi para que yo no la viera y me asustara. Una noche nos dejamos la luz encendida y no salió, así que, pensando que la luz le molestaba, empezamos a dejarla encendida. Hasta que el último día, mientras recogíamos para irnos, moví la mochila y, ¡sorpresa! Ahí estaba ella. Javi no había exagerado nada con el tamaño, ¡era enorme! Yo que pensaba que el bicho era un encanto porque no se me había presentado y resulta que la muy borde se había pasado dos días esperando para darme el gran susto.

Así que, después de unos días de relax, que consideramos nuestras vacaciones (ya que no las disfrutamos en verano y la India bien las merece), tenemos que seguir trabajando. Pero necesitamos encontrar un lugar más barato y los días que teníamos de visado para estar en el país se nos quedan cortos, así que, siguiendo las recomendaciones de una española que conocimos, ponemos rumbo a Malasia para sacar la visa y trabajar allí. Lo mejor es que no teníamos pensado ir a Malasia así que... ¡otro cambio de planes!