La juventud cubana y el aislamiento cultural

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Ciertamente no se pueden poner puertas al campo, ni tan siquiera en una isla. El mundo exterior acaba filtrándose por los resquicios del sistema y llega a Cuba. Es curioso como la globalización también ha llegado a uno de los últimos reductos del comunismo en el mundo. Los jóvenes cubanos empiezan a parecerse a los europeos en lo que a gustos y necesidades (aunque sean necesidades creadas) se refiere. Muchos jóvenes quieren tener ropa de marca, teléfonos, televisiones enormes, etc. Para casi todos es prácticamente imposible acceder a estas cosas y eso crea en ellos una frustración constante. Se preguntan por qué ellos no pueden tener todo eso.

Parece que el gobierno sabía lo que hacía al querer mantener aislados a los cubanos, aunque no fuera moralmente correcto. El virus del consumismo ya está dentro. La globalización, el materialismo y el neoliberalismo se cuelan por las rendijas.
Hablando una noche en casa de Zoe y de Fabio  le contamos a Alejandro los problemas que hay en España con los niños y los jóvenes:

-Yo creo que el problema que tenemos allí se debe a que los padres cada vez trabajan más horas y los niños pasan más tiempo solos – comento –. Eso hace que se intente cubrir ese abandono con regalos y bienes materiales. Para pagarlos hay que trabajar más y así continúa el circulo vicioso.

Se les consiente todo por cansancio o por el sentimiento de culpabilidad de los padres – añade Mayte.

Eso hace que los niños no reconozcan la autoridad en su casa y, claro, mucho menos en la escuela... – me lamento.

- ¡Vaya, si aquí es lo mismo! – salta Alejandro –. Pasa con los niños que tienen padres fuera que les mandan dinero o los que se dedican al turismo aquí... A medida que vamos hablando me voy sorprendiendo más de cómo pasan las mismas cosas en todas los lugares del mundo. Es como su hubiera una evolución paralela... – añade pensativo.

- Sí, creo que a eso se le llama globalización – añado yo con sorna.

Y es que es curioso como una sociedad tan distinta acabe sufriendo males similares a los nuestros. No se por qué será, pero parece que son siempre las cosas malas las más fáciles de transmitir y las primeras que se copian.

A pesar de estas influencias que llegan de fuera, en general, el cubano está muy aislado del exterior en muchos aspectos. Uno de ellos es la cultura. En Cuba hay muchos movimientos culturales, muchos teatros, muchos grupos artísticos, festivales, exposiciones... Pero todos son organizados, dirigidos o controlados desde arriba, desde el partido.

Este control político hace que el arte y la cultura pierdan frescura y variedad. Un lugar donde se ve esto claramente es en la librerías, donde los libros son muy baratos pero muy limitados. En ellas se encuentran todo tipo de publicaciones sobre la revolución, sobre Fidel y el Che, sobre el imperialismo, sobre política en general. Además se pueden encontrar libros de los grandes autores cubanos de ayer y de hoy. José Martí, escritor, líder y símbolo de la independencia cubana es omnipresente. También se encuentran fácilmente libros de otros escritores cubanos como Cabrera Infante, Virgilio Piñera  y muchos otros. Todos estos libros y autores son de una tremenda calidad, no hay duda, pero el problema está en que es difícil encontrar otra cosa. Pocos autores extranjeros se ven allí.

Uniendo el racaneo de escritores en las librerías a la dificultad del acceso a Internet se produce una circunstancia que me sorprende por el contraste que supone con nuestra sociedad occidental, con la sociedad de la información. Alejandro es una persona a la que le apasiona leer y escribir. Yo ya le había comentado a Mayte que, por su forma de ser y de expresarse, tenía la impresión de Alejandro que sería un buen escritor. Y no me equivocaba.

Un día nuestro amigo tiene el detalle de leernos parte de su inconclusa obra. Es un honor para nosotros, muy poca gente ha visto sus escritos hasta ahora. Nos sorprende muy gratamente lo que oímos. Su calidad es indiscutible y tiene un estilo de escritura muy elaborado. La belleza o el horror saltan desde sus textos hacia tus ojos. Sus escritos transmiten sentimientos con una facilidad envidiable. Como buen latinoamericano, empezó escribiendo poesía, y su prosa sigue siendo poética. Sus textos tienen un estilo barroco muy influido por escritores locales y eso nos gusta, pero pensamos que sería bonito regalarle libros de escritores españoles y extranjeros que le abrieran la mente y le permitieran ver diferentes formas de crear. Pensamos que es joven y que aún tiene que definir, crear su propio estilo. Para ello hay que leer mucho y muy variado, cosa quwe lamentablemente es difícil aquí. No podemos conseguirle ese tipo de libros aquí, pero le prometemos enviarle algunos por Internet a través de un amigo suyo que tiene correo electrónico. Si podemos también le mandaremos algunos en papel.

Con Lisandro pasa algo similar. A él le encanta hablar y aprender sobre religiones, filosofía, esoterismo, metafísica... Tiene su propia filosofía construida a partir de fragmentos de todo lo que ha leído sobre estos temas. Mientras estamos en su casa tenemos muchas y largas conversaciones acompañadas por unas cervecitas o unos tragitos de ron. Suelen durar hasta bien entrada la madrugada y tratamos temas muy profundos, como el apego, el sufrimiento, el placer y hasta sobre el concepto del yo. Hablamos también sobre religiones: el nos habla de la religión afrocubana yoruba, del sincretismo y nosotros le explicamos cosas que aprendimos en nuestra etapa asiática  sobre el budismo y el hinduismo. Sería facilísimo para Lisandro aprender más sobre todo esto simplemente teniendo acceso a Internet. Para nosotros fue fundamental esta herramienta a la hora de completar nuestros conocimientos sobre estos temas. También a él prometemos enviarle todo lo que podamos sobre el budismo y otros asuntos de su interés.

Para nosotros es  algo tan natural el acceso a todo tipo de información, ya sea digital o en papel, que nos parece una barbaridad que ellos no puedan aprender y crecer como personas por falta de acceso a la misma. Me parece mucho más grave la dificultad de conseguir un buen libro que la de conseguir ropa de marca o móviles de última generación. Curiosamente es de esto último de lo que más se quejan.

Todo esto ha sido un descubrimiento triste que a la vez nos ha hecho pensar en la responsabilidad que supone esto para nosotros. Los libros que les enviemos van a influir en ellos como un pincel sobre un lienzo que no esta en blanco, eso no, pero sí que tiene multitud de espacios esperando a ser coloreados.

Esta es una sensación de responsabilidad que es a la vez bonita y que me recuerda en cierta forma a nuestra labor como profesores. Si nuestros alumnos estuvieran tan ávidos de aprender como nuestros dos amigos cubanos, nuestro trabajo sería mucho más sencillo. Imagino que la sobrecarga de información (y de desinformación) que tenemos en nuestra sociedad hace que no la valoremos en lo que de verdad vale. ¿Quizás sea el precio que tenemos que pagar?