Las Torres del Paine II: del Campamento Paso al Refugio Torres

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Torres del Paine, del 1 al  5-4-2013

El camino sigue valle abajo junto al enorme Glaciar Grey y en general es fácil. Aún así, hay  un par de detalles que a Mayte no le hacen ninguna gracia.

En la bajada de esta mañana se interponen dos grandes barrancos que hay que bajar y volver a subir al otro lado. Para facilitar el cruce, se ha colocado una escalera de metal para subir en uno y para bajar en otro. Aunque no le gusta mucho la idea , Mayte sube la primera de las escaleras sin demasiados problemas, pero cuando llegamos al segundo barranco, la bajada, que siempre impone más, le da bastante vértigo. Tras un breve momento en el que se queda prácticamente paralizada y agarrada como un gato a la escalera metálica, empieza a bajar. Eso sí, lo hace despacito y tan pegada a la escalera que luego le duele todo el cuerpo. No le ha gustado la experiencia pero aún así ha demostrado mucho valor al superarla.

En un momento dado, nos damos cuenta de que estamos caminando junto al lago y no junto al glaciar. Desde el día de ayer, se podía ver que el hielo acababa su recorrido en un gran lago. Ahora acabamos de llegar a ese punto donde enormes bloques se desprenden del glaciar con un gran estruendo para caer al agua y convertirse en pequeños icebergs, témpanos que flotan sobre las gélidas aguas del lago Grey. No tenemos la suerte de observar uno de estos desprendimientos, pero sí de ver algunos de los enormes bloques de hielo flotante.

La noche la pasamos en el refugio Grey, donde hay una tienda de comida que nos permite comprar algunas provisiones más. Lo cierto es que yo estaba pasando hambre al tener que racionar tanto la comida. Parece que con las prisas no calculamos bien y nos quedamos cortos. Es bastante más caro comprar aquí pero no quiero volver a quedarme sin fuerzas, como me pasó en Nepal por comer poco. Una cosa es ahorrar y otra no poder caminar por falta de combustible.

Por la noche, cuando voy a entrar en la tienda para dormir, veo dos ojos muy brillantes que me observan desde el bosque cercano. Enfoco mi frontal hacia allí y puedo intuir la forma de un zorro grande, de color claro y con una gran cola. Llamo a Mayte y los dos vemos que hay 2 o 3 de estos bellos animales merodeando por el mismo lugar. Tras un rato de espiarnos mutuamente, nosotros decidimos abandonar primero y nos vamos a dormir, no sin antes guardar bien toda la comida por si recibimos visitas nocturnas.

Al día siguiente seguimos recorriendo la orilla este del lago Grey hasta que la abandonamos para dirigirnos al Refugio Paine Grande, en la orilla del vecino lago Pehoe. Allí hacemos una parada para comer algo y podemos contemplar por primera vez los cuernos del Paine, una formación montañosa casi tan fotografiada como las famosas Torres del Paine.

Lo más curioso de estas montañas es que sus picos son negros y la base es de color claro, existiendo una división con la forma de una linea casi perfecta que recorre las distintas cumbres o cuernos. Durante la época glaciar, tan solo la parte negra de las torres sobresalía del hielo y por eso conserva su original color negro, mientras que la erosión del roce con el hielo provocó el color claro de la parte inferior.

Después de comer, seguimos camino, cambiando nuestro rumbo en dirección norte, acercándonos a la base de los Cuernos. Ya estamos en la W, concretamente en la parte central de esta letra.

Pasamos junto a algunos pequeños lagos y atravesamos, por enésima vez, un antiguo bosque consumido por las llamas. En todo el parque se mezclan bosques nuevos con viejos árboles quemados. Son incendios antiguos de los que la montaña intenta sobreponerse. En otros lugares solo se pueden ver esqueletos de árboles y arbustos quemados, restos de incendios mucho más recientes.

Son pocas las zonas del parque cubiertas todavía por bosques antiguos. Da gusto caminar por ellas, repletas de troncos caídos, derribados por el viento o por el tiempo. Algunos están ya casi descompuestos y vuelven al suelo en forma de nutrientes para sus descendientes, los árboles más jóvenes que crecen por todos lados. Por desgracia la estupidez humana provoca cada año incendios que arrasan nuevas zonas de bosque y de pastos.

Finalmente llegamos al Campamento Italiano, un camping gratuito en la base del Valle del Francés, que recorreremos mañana. Junto al campamento fluye un caudaloso río que baja con  fuerza desde el Glaciar del Francés, cuya parte superior se puede ver desde aquí.

El atardecer viene acompañado otra vez por el estruendo de los bloques de hielo que caen después de un día bajo el sol. En la Patagonia no hay rayos; las tormentas eléctricas son desconocidas debido a su peculiar climatología, pero el sonido de los glaciares suple con creces esta carencia de truenos.

Al día siguiente comenzamos la subida por el Valle del Francés y de nuevo luce el sol. Dejamos la tienda montada y subimos con una sola mochila que contiene algo de comida, junto a la ropa de abrigo e impermeable, por lo que pueda pasar. Por el camino vemos a personas que suben con las manos en los bolsillos y no dejamos de sorprendernos por la inconsciencia de algunos. El día es bueno pero en estos lugares el tiempo puede cambiar en cuestión de minutos. Lo que es un apacible día soleado se puede convertir en un infierno de nieve y viento. A la montaña hay que ir siempre preparado, pero hay gente que no acaba de entenderlo.

Anoche mismo intenté explicarle a un joven alemán que su tienda estaba muy mal montada, que con el viento que puede soplar aquí no era seguro tenerla así. Realmente era la tienda peor montada que he visto jamás... El chico se limito a tensar un viento y decir: “Así esta mejor. Gracias”. Yo lo dejé correr diciéndole que eramos sus vecinos, que si necesitaba algo que gritara. Se nota que esta parte del recorrido (la W) es mucho más frecuentada y la gente está menos preparada. Incluso el ambiente es un poco distinto: más gente, más grupitos cerrados y menos camaradería.

Durante la subida tenemos unas preciosas vistas de los lejanos lagos que quedan más allá del final del valle. Por otro lado pasamos frente al Glaciar del Francés. A pesar del fuerte viento, que a punto está de derribarnos en más de una ocasión y que me obliga a agarrar a Mayte 2 o 3 veces, nos paramos un rato para contemplar el glaciar, pequeño en comparación con el Grey pero aún así bastante impresionante.

Podemos ver multitud de avalanchas que se desprenden de la parte superior haciendo caer cascadas de nieve y hielo sobre lo que parece un piso inferior. Y de allí aún cae la nieve a un último nivel. Parece estar estructurado en pisos. Las montañas que lo rodean están repletas de flujos de agua, cascadas que por decenas recorren las escarpadas laderas como si de venas y arterias se tratara. Algunas cascadas convergen en una más grande mientras que otras se ramifican en varias más pequeñas. Hay agua, nieve y hielo por todas partes. Observar el paisaje es hipnótico.

Seguimos ascendiendo y desde la parte alta del valle, junto a la base de los cuernos, podemos ver a nuestros pies el bosque otoñal, el glaciar y los grandes lagos al fondo, en la llanura. Disfrutamos del paisaje mientras comemos algo y comenzamos la bajada rápidamente ya que el tiempo está cambiando y parece que comienza a llover ligeramente.

Una vez en el campamento y después de cenar fuerte, volvemos a la tienda mientras comienza a llover más intensamente. Toda la noche continua lloviendo y en un momento dado Mayte me despierta y me dice que se le está mojando el saco de dormir. Parece que el agua ha calado en la parte cercana a los pies... Intentamos arreglarlo como podemos y seguimos durmiendo, también como podemos.

A la mañana siguiente salimos pronto porque el día que nos espera es largo. Para saltarnos el Campamento de los Cuernos, donde es muy caro acampar, queremos ir directos hasta el Campamento Torres, en la lejana base de las Torres del Paine, que es gratuito. Cuando nos levantamos aún llueve y tanto la tienda como el suelo están empapados. Ya no me acordaba de esto... es mucho menos agradable acampar cuando hace mal tiempo.

Cuando comenzamos a caminar y salimos a un claro del bosque, el madrugón se ve recompensado con una maravillosa visión: un arco iris de unos colores muy intensos sobre las montañas cubiertas de verdes bosques contrasta con el frío, gris y helado glaciar del Valle del Francés, al fondo y entre nubes. Es como una alegoría de las estaciones.

Continuamos nuestro camino cada vez más empapados. Pasamos junto a más lagos. El Nordensjöld, cuyo nombre me es imposible repetirle a Mayte sin el mapa delante, es el más grande de ellos. A veces se asemeja a un mar, con olas y playas que parecen sacadas de una postal del Mediterráneo invernal.

Ya estamos cerca del punto en el que comenzamos el recorrido hace una semana, cerca de cerrar el circuito, pero en lugar de dirigirnos al Refugio Torres tomamos un atajo que nos ha de llevar Valle Ascencio arriba. Es la última parte de la W, que nos ha de llevar hasta la base de las Torres del Paine, el punto final, la guinda de la travesía.

El tiempo ha mejorado considerablemente en las últimas horas pero al entrar en el valle, nos sorprende un viento fortísimo, más aún que el que sufrimos ayer en el Valle del Francés. Seguimos avanzando con el cuerpo inclinado contra el viento. En los tramos más expuestos agarro la mano de Mayte y caminamos juntos.

Pasamos el Refugio El Chileno y seguimos valle arriba caminando entre bosques que hacen que estemos menos expuestos al viento. A pesar de ser un día largo preferimos seguir y llegar hasta el Campamento Torres. Queremos dormir allí para levantarnos antes del amanecer y recorrer  a oscuras la hora que nos separa del mirador que hay en la base de las Torres. De esta forma veremos como las primeras luces del día inciden sobre las puntas de las Torres con un color precioso. Es una de las escenas más fotografiadas del lugar y se ha convertido en un icono de la Patagonia chilena.

Al llegar plantamos la tienda, cenamos algo y charlamos con una chica navarra que conocemos allí. Nos vamos a dormir pronto, mientras comienza  a llover de nuevo. Esperamos que mañana esté despejado pero según el guardaparques no parece que vayamos a tener suerte.
Durante la noche Mayte se vuelve a despertar con los pies mojados. Parece que es el colchón aislante, que hace que el doble techo se pegue al techo exterior impermeable y que pase la humedad. Además, la tienda ya tiene sus años y el plástico que sella las costuras se ha despegado. Bueno, tampoco importa mucho ya. Esta es nuestra última noche de acampada.

A las 6 suena la alarma y nos despertamos oyendo caer la lluvia. Después de pensarlo un rato decidimos que no vale la pena salir con este tiempo. Si no deja de llover no se va a poder ver nada. Finalmente nos levantamos cuando empieza a clarear, a las 8. Vamos a desayunar bajo el techo que hay habilitado para cocinar y vemos que la lluvia se va convirtiendo en nieve. Rápidamente empieza a cuajar y en unos minutos un manto blanco cubre árboles y descampados.

El guardaparques (el de la foto no, otro) nos dice que no es recomendable subir ahora. Hay mucha nieve arriba y está muy resbaladizo. Además no se va a ver nada. Mientras decidimos qué hacer, conocemos a otra pareja española. Salieron a las 3 del Refugio Torres y han caminado toda la noche para ver el amanecer. Han comenzado la subida al mirador pero a mitad camino se han vuelto porque no lo veían claro. Después hablamos con otro grupo que si subió pero no vio nada.

“La montaña es así”, pensamos resignados y comenzamos a recoger para emprender el descenso. Finalmente nos vamos sin ver la escena más típica, pero no nos podemos quejar, hemos disfrutado de un tiempo esplendido durante más de una semana.

Cuando no llevamos ni media hora de bajada el tiempo comienza a mejorar y un poco después nos cruzamos con grupos guiados que suben para la excursión de un día. Parece que van a tener suerte y puede que vean algo. Nosotros ya no queremos volver a subir. El tiempo aquí es una lotería, pero nosotros ya tomamos nuestra decisión. No es tan importante. Después de todo, hace tiempo que aprendimos que lo que importa es el camino.

Seguimos bajando y en unas horas el trekking ha terminado. Ahora solo nos apetece volver a la civilización, dormir en una cama, comer bien, descansar y asimilar todas las imágenes y experiencias vividas durante estos 9 días de Patagonia en estado puro.