Paro cafetero: seguimos atascados

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Popayán, 3-2-2013

El paro cafetero en Colombia cumple hoy una semana. Las principales carreteras del país, incluyendo la Panamericana, llevan cortadas el mismo tiempo. Y nosotros seguimos estancados en Popayán. ¡No hay manera de salir de aquí!

Como suele pasar con estas cosas, los sentimientos son contradictorios: por un lado queremos salir cuanto antes y empezamos a estar cansados, por el otro entendemos las protestas de esta gente que lucha por conservar su modo de vida, por poder vivir dignamente con su esfuerzo.

El café siempre ha sido uno de los emblemas de Colombia, exportador tradicional de uno de los cafés más famosos del mundo. Aquí el sector cafetero emplea de forma directa o indirecta a más de 2 millones de personas (un 10% de la población activa). Es un sector económico muy importante.

Pero es un sector en crisis. Mucho han cambiado las cosas desde que Juan Valdez, salía en las televisiones de todo el mundo contándonos de las bondades del café colombiano. Corren tiempos de globalización y políticas neoliberales, las cosas ya no son lo que eran para este sector de la agricultura que siempre fue rentable. Las exportaciones de café se han reducido a la mitad en los últimos diez años y, lo que es peor, el precio de compra ha bajado a más de la mitad en tan solo dos años. Además parece que la productividad de los cafeteros colombianos es muy baja comparada con la de otros países productores que llegan a extraer más del doble, o hasta el triple, por hectárea. Aquí el café es de mucha calidad y se cultiva en áreas montañosas. El proceso de cultivo es muy manual. De esta forma, a día de hoy, el caficultor colombiano pierde dinero cultivando y vendiendo café. Es así de sencillo.

La situación nos resultará familiar a muchos. La naranjas en Valencia dejándose pudrir en los árboles porque se pierde dinero recogiéndolas, los ganaderos de norte de España tirando la leche en las puertas de los grandes supermercados por el mismo motivo... la lista es interminable. Cualquiera diría que si se les paga tan poco es por la ley de la oferta y la demanda y esas cosas del libre mercado. Pero resulta curioso que todos esos productos siguen igual de caros o más para el consumidor final. ¿El motivo? Siempre son los intermediarios: unas pocas empresas que se reparten el mercado. Son los que aprietan a los agricultores y los que aprietan a los consumidores. Siempre son los mismos.

No conozco a fondo el problema del café en este país, pero en las declaraciones de los afectados aparecen quejas contra la industria del tueste, contra la asociación que debería representarles, contra la omnipresente Nestlé, contra el precio de los fertilizantes y pesticidas... ¿Qué puedo decir? Me resulta muy familiar. El precio de compra del café ha bajado a la mitad pero ¿a alguien le cuesta la mitad el café que compra en el súper?

La principal medida que piden los huelguistas es que el gobierno fije el precio del café por encima del precio de coste. Imagino que, dado que esto no es posible en una situación de “libre mercado”,  lo que se está pidiendo son subvenciones. Creo que eso es solo un parche que no puede solucionar los problemas de un sector en crisis.  No soy un experto en la materia pero creo que, además, esto se extenderá a otros sectores de la agricultura, y un país no puede aguantar esa carga. Tal vez hagan falta medidas sobre la industria intermediaria (que obtiene grandes beneficios), generar cooperativas que traten el grano y generen un producto final para eliminar intermediarios...

Ayer sábado, la Federación de Cafeteros llegó a un acuerdo con el gobierno para incrementar casi al doble las ayudas a los pequeños cafeteros (el 95% de los productores). Cuando lo vimos en la televisión del bar desde el que nos conectamos a Internet, nos llevamos una alegría. Pero la alegría duró poco. El paro continúa. Los cafeteros no se sienten representados por esta polémica federación que se ha visto envuelta en varios escándalos económicos y que solo representa, según dicen, a unos pocos cafeteros privilegiados.

Otro asunto curioso es que da la sensación de que a la población no le importa mucho estar sitiada. Estamos en una ciudad incomunicada, donde dicen que mañana empezarán a escasear los alimentos, donde están trayendo el oxígeno de los hospitales en helicópteros militares, donde casi no queda combustible. Uno pensaría que llevar 7 días en esta situación haría que el paro fuera el tema de conversación rey en la calle, en los bares... ¡pues no! Quizás sea porque esta gente está acostumbrada a vivir situaciones mucho peores, pero parece que les da igual.

La información acerca de las vías cerradas, de rutas alternativas, de la evolución de los cortes... es casi imposible de conseguir. Hay cientos de personas que llevan días en la carretera pero muy poca información, ni oficial ni de la prensa.

El gobierno está negociando con personas que no representan a los huelguistas, a la gente del país parece que le da igual estar sitiada, no hay manera de saber nada sobre los cortes de las carreteras... La situación es un poco desesperante. Nosotros seguimos buscando formas de salir. Estábamos barajando la posibilidad de volar esta semana a Bogotá y allí coger un avión destino Buenos Aires. Habíamos encontrado un vuelo barato y de esa forma nos costaría casi lo mismo que bajar en bus hasta Chile, pero ganaríamos varios días y nos ahorraríamos una paliza de viaje. Pero hace unos minutos hemos entrado a mirar el vuelo y... ¡había desaparecido! ¡Estamos otra vez como al principio! Ya veremos...

Quería acabar con una pequeña reflexión sobre la forma de protestar de los cafeteros... Algunos piensan que no es correcto cerrar las carreteras y perjudicar a toda la población por un asunto particular. A veces pienso igual y a veces no. Lo que me parece una aberración es que se llegue al punto de no dejar pasar a las ambulancias, lo que ya ha provocado la muerte de una mujer embarazada aquí, en Popayán. Tener a varias ciudades sitiadas durante tanto tiempo es demasiado. Esos extremismos desacreditan cualquier movimiento social, por justo que pueda parecer.

Aún así, a pesar de estar hartos de este bloqueo y de estar aquí atascados, no hemos podido evitar la sensación de que, quizás, si en España protestáramos con esa fuerza (y tenemos motivos sobrados para hacerlo) posiblemente las cosas fueran de otra manera.