Pushkar: ¿casualidad o destino?

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Pushkar, 16-1-2011

Dicen que todo pasa por algo, y cada vez estamos más seguros de que es así.

Al principio ni siquiera habíamos pensado en venir a esta ciudad, luego decidimos que sí, más tarde cambiamos de opinión y, finalmente, aquí estamos. Y nos alegramos mucho.

No porque la ciudad sea bonita, que lo es. Dedicada al dios Brahma, construida alrededor de un lago sagrado y con cientos de templos, es un lugar agradable para pasar unos días y observar a los peregrinos bañarse en el lago.

Muchas de las personas que viven aquí pertenecen a la casta de los brahmanes, la más alta del hinduísmo. Aunque se supone que el sistema de castas está abolido, aún se perciben ciertas diferencias y se mantienen muchas costumbres. Así, los brahmanes se siguen dedicando a oficios religiosos, y algunos de ellos (unos verdaderos, otros impostores) se encuentran en los alrededores del lago realizando ceremonias a cambio de algo de dinero.

Entre la multitud de templos de la ciudad, destacan el templo de Brahma, el más importante de la ciudad, y el de Savitri, situado en lo alto de una colina desde la cual se ve toda la ciudad de Pushkar a un lado, campos a otro y desierto hacia el oeste. Son visitas obligadas que disfrutamos durante nuestros días de estancia en este lugar.

Pero no es eso lo que nos ha enganchado de esta ciudad, sino que ha sido, una vez más, la gente que hemos encontrado.

Seguramente, si no fuera porque no nos funcionaba la conexión a Internet, no nos habríamos parado a ver el cartel de precios del ciber del hotel. Y entonces Kapil, uno de los hijos de la familia que lo regenta, no nos habría preguntado qué necesitábamos. No le habríamos hablado de nuestro proyecto y no habría pasado todo lo que pasó después.

Cuando Kapil nos escucha decir las palabras “educación” y “escuela”, se emociona visiblemente y empieza a hablarnos de la escuela que tiene su gurú, donde los niños brahmanes aprenden los vedas (oraciones) en sánscrito. En unos minutos nos está invitando a entrar a la habitación donde se encuentra su madre, Miss Pandi y, tras explicarle brevemente nuestro proyecto, nos hace sentarnos con ella y empezamos a hablar. Es muy difícil resumir todo lo que tratamos en esa conversación: la educación, la dura vida de trabajo que ha tenido esta mujer, la importancia de cuidar de la familia, la sociedad consumista en la que vivimos, los principios del hinduismo, el yoga, el pensamiento positivo...

Una de las historias que nos cuenta hace que se nos pongan los pelos de punta. Hace más de 20 años, cuando aquí no había apenas turismo y este era uno de los cuatro hoteles que existía en Pushkar, llegó al hotel un japonés acompañado de su hija pequeña. En los días que pasaron aquí entablaron una bonita amistad con Miss Pandi y su marido, pero ya nunca regresaron. Sin embargo, hace un par de días, llegó a la puerta del White House una joven japonesa preguntando por una habitación. La casualidad, o el destino, hicieron que Miss Pandi saliera a recibirla. La chica parecía un poco perdida, como si estuviera buscando algo más que una habitación de hotel... y entonces sucedió: Miss Pandi reconoció a la niña que había estado en su hotel tantos años atrás. Tras los abrazos y la emoción del reencuentro, la joven le contó que su padre había fallecido hacía poco tiempo y que lo último que le dijo antes de morir fue que tenía que volver a Pushkar y encontrar este hotel. Ella no conocía el nombre ni la dirección. Cómo la chica fue capaz de encontrarlo entre los cientos de hoteles que plagan ahora Pushkar es sorprendente, pero que la mujer la reconociera después de tanto tiempo nos emociona incluso a nosotros.

Es todo tan interesante y estamos tan a gusto que nos dan las once de la noche hablando. Es difícil separarse de esta mujer tan fuerte y entusiasta, que desprende energía positiva por todos los poros de su piel. Tras aceptar su invitación a recibir una clase de yoga a la mañana siguiente, le damos las buenas noches a Miss Pandi con un gran abrazo y nos subimos a la habitación totalmente sorprendidos y emocionados.