¡Qué complicado es todo en este país!

Información
This post is categorized under...
Sections: 
Countries: 
Authors: 

La Habana, 23-7-2012

Queremos irnos unos días a Cienfuegos, en la parte sur de la isla. Hoy vamos a informarnos de los autobuses que van hasta allí. Merli y Alejandro nos acompañan a la estación “La Coubre”, desde donde salen los buses de la compañía en la que viajan los cubanos, muchísimo más económica que la turística y cara Via Azul. Aunque hemos oído que a los turistas no nos dejan viajar con la primera, vamos a asegurarnos. ¡Hay que intentarlo! Lo que sí que nos han explicado es que las reservas se tienen que realizar con dos o tres meses de antelación, por lo que tenemos que apuntarnos en la lista de espera y, según nos aseguran, saldríamos ese mismo día o al día siguiente.

Llegamos allí y, como no hay nadie en la oficina de información, preguntamos a una de las trabajadoras, que a nuestra pregunta, nos responde:

- Sí, claro, ¿cómo no van a poder? Lo único que necesitan es mostrar su documentación, DNI o pasaporte.

Bueno, pues vamos a apuntarnos en la lista de espera. La cola no es muy larga, menos de 10 personas, pero avanza muy lentamente. ¡Hora y media nos pasamos ahí de pie! Y con “tremendo calor”, como dirían por aquí. Por fin llegamos a la ventanilla. Nos piden la documentación, entregamos los pasaportes... y la chica empieza a partirse de risa

- ¡Mira! ¡Mira! - le dice a la compañera de al lado – ¡Quieren viajar en estos buses! - y añade dirigiéndose a nosotros – Ustedes no pueden viajar con esta compañía.

- ¿Por qué no? - preguntamos, imaginándonos ya cuál será la respuesta.

- Porque es sólo para cubanos. Ustedes tienen que viajar con Vía Azul.

- ¿Y eso quién lo dice? - pregunta Javi

- Los de arriba – responde señalando hacia el cielo con cara de “no hay más que hablar”

- Bueno, ¿pero dónde está eso escrito? – insiste Javi, sabiendo por experiencia que no hay que conformarse a la primera.

- Lo pone en los carteles – dice la chica señalando alrededor de nosotros.

- Hemos leído todos los carteles de la estación y no pone nada – se queja Javi. ya con pocas esperanzas.

- Sí, sí, lo pone por ahí – insiste la chica sin importarle si es cierto o no.

Como vemos que no hay nada que hacer y ya hemos perdido demasiado tiempo, salimos de allí. ¡Toda la mañana de plantón y pasando calor para nada!

Antes de irnos, Alejandro pregunta cuánto cuestan los taxis compartidos y nos dice que son 10 CUC (unos 8 euros) por persona. Al menos no son los 20 CUC que cuestan los buses de Vía Azul, pero está muy lejos de los 2 que cuestan los buses para cubanos que no nos dejan utilizar.

Por la tarde hemos quedado con Irmina, la profesora con la que llevamos intentando hablar desde que llegamos a Cuba, hace ya casi 15 días. Vive en otra parte de la ciudad así que tenemos que coger otra guagua. Vamos a la parada, donde nos dicen que ya hace rato que no pasa. Y sigue sin pasar en los próximos 40 minutos. Cansados, acalorados y medio deshidratados, decidimos ir a buscar un taxi.

Uno puede cometer el error de pensar en un taxi “normal”, al que puedes parar en cualquier calle y pedirle que te lleve al punto que desees. Aquí no es así. Los taxis tienen ámbitos de funcionamiento concretos y rutas fijas. Por ejemplo, para ir al barrio de Santos Suárez tienes que ir a un determinado lugar, donde habrá varias personas esperando. Pides la vez y esperas a que te toque tu turno y llegue un taxi cuyo destino te convenga.

Así lo hacemos y todo funciona según lo establecido hasta que, de repente, el orden se pierde por completo. Alguien no pide la vez y va directamente hacia el taxi que acaba de llegar. ¡Y claro, los demás no se van a quedar parados! Todo el mundo hace lo mismo. Nosotros también. ¡Parece de película de risa! Los taxis rodeados de personas luchando por entrar en ellos por puertas y ventanas si es posible. Un par de veces conseguimos subir Javi, Alejandro, yo... pero nunca todos a la vez, por lo que tenemos que descender y esperar para “atacar” al siguiente taxi. Por fin entramos en uno. Es uno de los llamados “almendrones”, coches antiguos y enormes en los que caben unas 9 personas divididas en 3 filas de asientos. Merli y yo nos sentamos delante, Javi en la segunda fila. Para que suban los de la tercera hay que levantar el asiento y el chico que está a su lado le pide que baje:

- ¡Yo de aquí no me bajo, que luego no me dejan subir! – grita Javi totalmente integrado en la vida Habanera.

- Que sí hooooombre, no se preocuuuupe, que si no los de atrás no caaaaben. – asegura el chico.

Javi se baja, pero no parece muy convencido y, por si acaso, deja un pie dentro y vuelve a subir en seguida. ¡Ya estamos todos!

Por fin llegamos a casa de Irmina. Durante la conversación nos habla de los cursos de superación integral. Se aplicaron durante varios años e iban encaminados a reconducir las vidas de jóvenes que en su momento no habían estudiado y cuyas vidas estaban tomando un mal camino. Con un poco de suerte podremos entrevistar a uno de ellos, pero tendremos que esperar unos días para ver si es posible contactar.

Después de este intenso día, regresamos a casa y aún sacamos fuerzas para salir a hacer algunas fotos por el barrio. Hasta ahora no lo habíamos hecho para relacionarnos con la gente de una forma más natural, sin una cámara de por medio, pero, antes de irnos, queremos grabar algunos videos y tomar fotos tanto por el proyecto como por interes personal. Desde lo alto de una loma vemos cómo cae el atardecer sobre la ciudad de La Habana. En el cielo se mezclan rojos y azules con grandes nubes que reflejan estos colores. Algunos niños se acercan a hablar con nosotros y piden que les hagamos fotos. Antes de volver a casa pasamos por la “choping” (shopping, tienda en inglés) a comprar algo más de comida.

Mañana no dormiremos en esta casa. Volveremos a vernos antes de salir de Cuba, pero todos estamos un poco apenados. Aunque habitualmente cada uno come a una hora y en un lugar de la casa diferente, esta noche nos juntamos casi todos a cenar. Lisandro dice de jugar al dominó, ¡pero yo no me voy sin bailar de nuevo con Flavio! Y así se lo hago saber. Es un poco complicado: no tienen ni CD de salsa ni reproductor. Enseguida se movilizan y consiguen ambas cosas, pero el reproductor no funciona.

- ¡No hay problema! Bajamos la televisión y el DVD. ¡Alejandro, ayúdame! - dice Lisandro.

Unos minutos después la música invade la casa. Flavio y yo rompemos el hielo y empezamos a bailar. Poco a poco, a medida que baja el nivel de la botella de ron, los demás se van uniendo. Acabamos bailando todos en una auténtica fiesta improvisada; estas son las mejores.

La noche se va calentando y acaba bailando hasta Javi, que ha aprovechado la ocasión para fumarse un puro Cohiba que le ha regalado Carlitos, uno de los hermanos de Zoe.

Nos hacemos fotos, videos, reimos, bailamos y contamos chistes hasta bastante tarde. Cuando se acaba el ron y el cansancio comienza a hacer efecto nos vamos retirando poco a poco.Vamos a echarlos mucho de menos. No estamos demasiado tristes porque sabemos que en unos días volveremos a verlos, pero no quiero pensar en cuando tengamos que despedirnos de verdad.