Trekking día 1: de Besi Sahar a Nadi Bazar

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Día 1 – Sábado 14/4/2012 – Besi Sahar a Nadi Bazar

Tras desayunar algunas galletas de las que cargamos en la mochila salimos alrededor de las 8:30. Lo habitual es utilizar unos buses destartalados que cubren el trayecto de Besi Sahar hasta Khudi y comenzar a caminar desde allí. Nosotros preferimos recorrer estos 7 u 8 Km andando. No tenemos prisa: ¡bendita sensación! Ese va a ser el lema del trekking: “¡No hay prisa!”.

En las afueras de Besi Sahar aún se percibe que la gente que nos saluda lo hace con un evidente interés económico:

- ¿De dónde sois? ¿Un té?
- ¿De dónde sois? ¿Queréis desayunar?

Pese a lo que pueda parecer, no nos están invitando, sino intentando que consumamos algo en sus pequeños negocios.

Poco a poco vamos remontando el río Margsyandi. Este nos acompañará durante varios días, ya que nuestro camino recorre el valle por el que discurre el río en dirección Norte primero y Oeste después, hasta llegar a Manang, una pequeña ciudad en la parte norte de los Annapurnas, todavía muy lejos de aquí. Teniendo en cuenta que salimos prácticamente de la esquina sureste del macizo montañoso, cuando dejemos este río ya habremos recorrido una cuarta parte de la vuelta completa a los Annapurnas.

El camino discurre por una accidentada pista de tierra, barro y piedras solo apta para jeeps y los duros autobuses locales.
Al llegar a Khudi cruzamos el río por un destartalado puente colgante de madera con el fin de dejar la fea pista en la orilla opuesta y comenzar el recorrido por caminos solo aptos para humanos y animales.

Cuando estamos a mitad de camino, en el centro del frágil y bamboleante puente, vemos otro un poco más arriba, más nuevo y sólido, de metal. Esto nos hace mirar el precipicio que se ve bajo nuestros pies con otros ojos.

- ¿Estará en uso este puente? – Nos encogemos de hombros y seguimos adelante.

Atravesamos Bhulbhule, un pequeño pueblo en la orilla contraria del río y seguimos remontando el río por su orilla Oeste.

Los primeros kilómetros se hacen un poco duros, como suele ser habitual en este tipo de recorridos. Imagino que habrá gente que comience estos largos trekkings de una manera correcta: en buena forma física y con un buen entrenamiento previo. Ese no es nuestro caso. Ni ahora ni nunca. Lamentablemente nuestra vida suele ser un poco caótica antes de comenzar esto retos y no deja demasiado tiempo para salir a correr o hacer caminatas en las montañas cercanas que permitan al cuerpo ir dándose cuenta de lo que le espera. Por supuesto esta ocasión no va a ser una excepción. En los últimos meses no hemos podido hacer demasiado ejercicio y yo además salí de viaje tras una operación de tobillo. Sumándolo todo, hace casi un año que no hacemos deporte y eso se nota. Pero no pasa nada, en 3 o 4 días el cuerpo se acostumbra y se va fortaleciendo a marchas forzadas, literalmente.

El calor tampoco ayuda. El sudor nos corre por el cuerpo a los pocos minutos de comenzar a caminar y al poco rato nos empapa las ropas. Es otro mal que irá pasando a medida que cojamos altura. Y luego queda el asunto de la mochila: siempre pesa demasiado. Además, en este caso yo llevo mochila nueva y parece que esta no se adapta demasiado bien a mi cuerpo. ¿O quizás es al revés? En cualquier caso, me basta una hora de caminata para decidir que llevamos demasiada comida y que vamos a comerla los primeros días. Sabemos que la comida es más cara cuanto más subamos y que por lo tanto habría que dejarla para el final. Pero eso supone subirla miles de metros, lo cual no me hace mucha gracia ahora mismo, con el sudor corriendo por todo mi cuerpo. ¡Si gastamos unas rupias más las gastamos!

Después de Bhulbhule atravesamos algunos pueblos más, hacemos una parada en una espectacular cascada donde nos refrescamos ante la curiosidad descarada de un niño pastor que nos observa fijamente encaramado en una enorme y lejana roca. El paisaje es bonito pero se me hace extraño. Parece mucho más tropical de lo que debería ser a estas alturas. Y es que estamos en otras latitudes y eso se nota. Aún así no puedo evitar sorprenderme a ver plataneras entre los árboles que crecen junto al camino.

Algunos de los pueblos que pasamos son bonitos, con sus casas y calles de piedra, y otros no lo son tanto, como es el caso de Nadi Bazar, donde decidimos hacer noche porque está empezando a llover.

Negociamos un buen precio por una habitación infame, dejando claro que llevamos comida y que no vamos a cenar allí. Es bastante típico en estos hoteles que te dejen la habitación muy barata, o incluso gratis, si consumes allí. La comida es lo que más dinero les da. Con la excusa de que traerlo todo desde Besi Shahar ponen unos precios elevadísimos, con unos incrementos desproporcionados sobre  lo que cuesta el mismo plato en las tierras bajas. El coste de traer la comida desde la ciudad no es tan alto, incluso con porteadores que la traen sobre sus espaldas, no es tan alto. En cualquier caso entendemos que intenten sacar el máximo beneficio, ocurre en todas partes.

Pasamos la tarde charlando con Dahn, el simpático dueño del hotel y con un israelí que se aloja en la habitación contigua. Dahn es una persona sencilla y humilde pero nos cuenta que le gusta leer y nos sorprende con conocimientos de historia y de política internacional que no son nada frecuentes entre los campesinos de la zona.

En un momento dado me pide la guía del trekking que compramos en Kathmandu y busca su pueblo. Al ver la foto de una familiar en el libro se le ilumina la cara y se va a enseñársela a todo el mundo. Dahn sabe algunas palabras en español que ha aprendido de los turistas que pasan por su hotel o de los que acompañaba cuando trabajaba de porteador. Como suele suceder, los turistas no le enseñaron poesías de Lorca o el Quijote precisamente:

- ¡Chocho! ¡Putero! – dice una y otra vez sin parar de reír.
- ¡Alpiste! – grita mientras hace el gesto internacional de empinar el codo.

Preparamos la cena en nuestro hornillo portátil y damos cumplida cuenta de ella. A continuación le damos un repaso a la situación de nuestros países, del mundo, e incluso debatimos con nuestro vecino israelí sobre el conflicto en oriente medio. Su visión es muy diferente a la nuestra. Él realizó el servicio militar obligatorio en el ejército durante 3 años, como todos los jóvenes de su país, y estuvo bastante tiempo destinado en los territorios ocupados. Opina que su gobierno lo ha hecho todo bien y que, en realidad, los palestinos no quieren la paz, nunca la han querido y nunca la querrán. Está bien, siempre me gusta oír todas las opiniones y no quería desperdiciar esta ocasión de tener otra.

Mientras hablamos Dahn se ha candado de la conversación y ha seguido “conversando” en español con su reducido y curioso vocabulario. Como vemos que empieza a aburrirse, le enseñamos a él y a su mujer algunas fotos que llevamos de familiares y amigos. Cuando ve la foto que lleva Mayte de sus antiguos alumnos de español para inmigrantes, a los que daba clase hace unos años como voluntaria, nos pregunta de dónde es cada uno de ellos. Luego nos lleva a su destartalada habitación y, en un mapa que tiene en la pared le vamos indicando dónde está cada país. Curioso personaje este Dahn, me encantan las ganas de aprender y la curiosidad que tiene. Cuando llegamos a Burkina Faso, se ríe y repite el nombre del país una y otra vez. Le resulta muy gracioso. Al menos con  nosotros ha aprendido algo un poco más útil.