¡Un buen día!

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Panamá, 2012-11-24

Hoy nuestros objetivos son vender artesanía y hablar con la gente que tiene barcos en los muelles para ver si encontramos alguien que nos lleve hacia el Sur.

Llegamos a uno de los muelles y nos dirigimos al restaurante donde estuvimos hace unos días. Vamos dispuestos a exponer la artesanía, pero nos encontramos con que no nos dan permiso. Como tampoco hay mucha gente, decidimos ir un poco más arriba, a otro de los muelles.

Caminamos por la zona y, aunque no encontramos ningún sitio donde instalarnos para vender,  vemos que los restaurantes están llenos de turistas.

- ¿Y si en lugar de montar el tenderete en el suelo vamos vendiendo por las mesas? - le digo a Javi.

Estamos casi seguros de que no nos dejarán, pero podemos pedir permiso. Llegamos al restaurante que está más lleno y le pregunto a uno de los camareros.

- Hola... Mire, es que nosotros estamos dando la vuelta al mundo y haciendo un proyecto sobre la educación y estamos vendiendo artesanía para conseguir algunos ingresos. ¿Podríamos acercarnos a las mesas para explicar lo que estamos haciendo y ver si podemos vender algo?

El camarero mira los collares que llevo colgados del brazo, las pulseras, y el cartelito de “Buscando Waslala” y tras dudar un momento, nos dice:

- Sí, bueno, pasen.

- Vale, vamos a la primera mesa... ¡Qué vergüenza! ¿Quién nos iba a decir que íbamos a acabar de vendedores ambulantes? Y de mí igual se podría esperar ¡pero lo de Javi es increíble!

Me tiembla la voz cuando vamos a la primera mesa. Nos dicen que no. En la segunda tampoco nos compran nada. Ni en la tercera.

- ¡Ay Javi!, no sé yo eh... –le comento desanimada.

- Bueno, vamos a intentarlo un poco más, ya que estamos aquí... –me responde él tratando de darme ánimos.

¡Menos mal que seguimos! Exceptuando los tres primeros intentos, nos compran en casi todas las mesas! Salimos de allí una hora y pico después con diez pulseras y cinco collares menos, y unos 70 dólares más en el bolsillo.

Además ha sido muy entretenido. Algunas personas se han mostrado interesadas en el proyecto y hemos estado un rato charlando con gente de varios países, entre ellos de España.

Hemos conocido a varios Jóvenes españoles que están trabajando y viviendo aquí desde hace unos meses. Algunos están trabajando en multinacionales, otros en empresas locales, otros tienen su propio negocio y tratan de montar algo aquí. Incluso conocemos a uno que trabaja en Cruz Roja. Todos son licenciados, ingenieros, arquitectos... que se han visto obligados a salir del país para encontrar un futuro. Habíamos oído hablar de esta situación, que comenzó antes de que saliéramos de viaje hace ya un año y que en los últimos meses parece ir en aumento. Hasta ahora no habíamos tenido ocasión de comprobar este éxodo en persona ya que los países a los que vamos suelen estar económicamente peor que España pero ahora, al pasar por Panamá, no paramos de encontrarnos casos y más casos.

Como digo, la mayor parte es gente con estudios universitarios, pero también hay casos como el de Antonio, un hombre de 50 y tantos años que conocimos en otra ocasión. Él se vino de España para buscar trabajo y lleva ya más de un año sin papeles. Trabaja cuando puede en la construcción, donde le pagan poco y mal. Sabemos que no es el único y nos da mucha tristeza pensar que la gente se vea obligada a dejar su casa de esa manera. No es nada nuevo: nos daba la misma tristeza ver eso en España cuando las personas de otros países venían en busca de una vida mejor. Esperamos que los panameños traten a Antonio mejor de lo que algunos españoles trataron a los inmigrantes en nuestro país. Y también esperamos que unos y otros aprendamos que da igual el lugar de nacimiento. Nadie es mejor que nadie y todos podemos pasar por malos momentos.

Todavía vamos a un par de sitios más y conseguimos más ventas. En total ¡101 dólares! No hemos conocido al dueño de ningún barco, pero al menos el negocio ha ido bien.

Subimos al bus con una sonrisa de oreja a oreja. A la media hora suena el teléfono. Es la voz de un hombre extranjero.

- Hola, por favor, quería hablar con Mayte o Javi –dice el desconocido.

- Sí, soy Mayte –contesto intrigada.

- Es que he visto un cartel, que quieren un barco para ir al Sur –continúa el extranjero a modo de pregunta.

- Sí, así es –yo empiezo a ponerme nerviosa y le doy golpecitos a Javi, que está sentado a mi lado y me interroga con la mirada.

- Pero ¿ustedes dónde quieren ir? ¡Porque el sur es muy grande! –dice el hombre con una observación muy acertada.

- Ya, es que en realidad nos da igual, porque vamos a viajar a varios lugares... –le aclaro.

- Ah, muy bien. Es que yo voy para Chile.

- ¡¿Chile?!

En este momento Javi, que no oye al hombre pero por mis respuestas intuye de qué va la conversación, me pone la mano en la pierna y me aprieta, mientras abre los ojos como platos. ¡Nunca le había visto los ojos tan abiertos!

Quedamos con el señor para vernos en persona al día siguiente. Cuelgo el teléfono y nos miramos el uno al otro, aún sin creérnoslo. En ese momento, un hombre que va de pie a mi lado, dice con voz solemne mientras mira por la ventana del bus:

- La noche es la sombra de la Tierra. Y la Tierra gira sin parar. ¡Ja ja ja!

¡Más surrealista imposible!