Vamos a la playa y hacemos de fotógrafos

La Habana, del 15 al 18-7-2012
Marta y Doriel practican una religión diferente al resto de la la familia: son Adventistas del Séptimo Día. Tienen mucha relación con la gente de la Iglesia y realizan actividades juntos, como hoy, que se van todos a la playa. Nos han invitado a acompañarles y lo hacemos encantados. Merli y Loren, su prima, también vienen con nosotros.
El viaje en el autobús nos recuerda a las excursiones del colegio: todos van muy animados cantando canciones infantiles. Llegamos a la playa de Mar Azul, una de las más bonitas de La Habana. Hay algunas nubes, pero hace bastante calor. Un minuto después estamos en el agua. Nos ponemos a jugar con una pelota: vamos hombres contra mujeres y nos tenemos que quitar la pelota unos a otros. Hacía mucho tiempo que no jugábamos a nada parecido y la verdad es que lo pasamos muy bien.
Las nubes son cada vez más negras y en un rato se pone a llover. Hay muchos rayos, algunos parecen descargar en el océano, así que salimos del agua y nos concentramos junto al autobús. Aprovechamos la parada para comprar unos helados y descansar. En cuanto deja de llover y aparecen algunos rayos de sol volvemos al agua. ¡Queremos aprovechar al máximo este día de playa!
A las siete de la tarde volvemos a subir al bus. Es hora de volver a casa. ¡Pero ahí no acaba todo! Poco después de salir, el bus tiene que subir una cuesta bastante empinada. Empieza a ascender poco a poco y escuchamos el ruido del motor. Unos segundos después, no puede continuar y el conductor decide volver al principio de la cuesta. ¡Cuatro intentos necesitamos para poder subir! Ya nos veíamos todos bajando y empujando el autobús.
Por el camino, Marta nos presenta a su vecina Janet. En Cuba, como en muchos otros países de América, se celebra la fiesta de los 15 años. Cuando las niñas alcanzan esta edad, se realiza una gran fiesta. Se visten con trajes de princesa, se reúnen los amigos y la familia y se hacen fotografías con sus mejores galas. Eso quien se lo puede permitir. No es así para Janet. Sus padres están separados y su madre no puede hacer frente a este gasto. A Marta le han gustado mucho las fotografías nuestras que ha visto y nos pregunta si podemos hacerle algunas fotos a Janet. Por supuesto, aceptamos encantados.
Llegamos a casa sin más contratiempos y, después de cenar, Javi se pone a jugar al dominó, toda una institución en Cuba, con Alejandro, Lisandro y otro familiar.
Flavio, Myriam y Marta están en el piso de arriba. Flavio baja a llamarme:
- Mayte, ven, que me han dicho que te gusta bailar salsa, vamos a hacer unos pasitos.
Flavio es el que tiene la piel más oscura de toda la familia. Es delgado, con barba y bigote canosos, tiene una apariencia seria. Es sólo la primera impresión. Como a su hijo Lisandro, le encanta hacer bromas. Y, según dice su propia esposa, tiene un problema: es adicto al trabajo. Siempre va de aquí para allá arreglando cosas, reformando baños, poniendo enchufes... Al llegar a casa no descansa, siempre hay algo que hacer. Me recuerda bastante a mi padre.
Durante muchos años trabajó de marino y viajó por medio mundo. En uno de esos viajes estuvo en España. Era la época del baile de la lambada y nos cuenta cómo triunfaba en las discotecas y cómo llegó a trabajar de animador en una de ellas. Es así como nos enteramos de que es un buen bailarín, y tenemos la ocasión de comprobarlo.
Desde abajo escucho un ritmo de salsa, y subo con él. Primero baila con Miriam, la abuela. Esta mujer se mueve con una gracia que muchas jóvenes quisieran tener. Flavio la guía, la hace girar, y ella se deja llevar con facilidad. Da gusto verlos bailar. Luego Flavio baila con su mujer y su hija, y más tarde me toca el turno a mí. Disfruto bailando con él, es un buen bailarín y sabe cómo llevarme. ¡Esto es auténtica salsa cubana!
Al día siguiente Janet y su madre, Emilia, vienen a casa de Zoe. Eligen algunos vestidos y Marta la peina y maquilla para la ocasión. Pasamos la tarde haciéndole fotos dentro y fuera de la casa. En un momento determinado, llevamos una pequeña comitiva tras nosotros, diciéndole a Janet que se pusiera aquí o allá, en esta o la otra postura. Madre e hija parecen encantadas con las fotos y a nosotros nos alegra haber podido contribuir a ello.
¡Parece que a Flavio le da un poco de envidia y se cuela en nuestra sesión fotográfica!
En estos días hemos ido conociendo más a Lisandro y con él estamos viviendo los momentos más divertidos de nuestra estancia aquí. Es alto, delgado y de complexión atlética, tiene el pelo rapado al cero y unos ojos grandes y oscuros. Lisandro tiene una forma de hablar muy graciosa y le encanta contar chistes. Nos hace estallar en carcajadas a cualquier hora del día o de la noche. ¡Podría ganarse la vida como humorista! Lo que nos resulta más curioso es que, según Zoe y Flavio, Lisandro no suele ser tan dicharachero, más bien todo lo contrario. Les creemos porque son sus padres, ¡pero la verdad es que nadie lo diría! Eso sí, cuando la ocasión lo requiere, se pone serio y es capaz de dar grandes consejos, como ocurre esta noche.
Alejandro vuelve del trabajo y nada más entrar por la puerta de dice a Flavio que necesita hablar con él. Lisandro y nosotros estamos con él y nos cuenta que ayer tuvo bronca con su madre y su padrastro por llegar tarde y que empezó a pensar en irse de casa. Entre todos hablamos sobre lo diferentes que son Alejandro y su familia: ellos son materialistas y él idealista, ellos son prácticos y Alejandro un soñador, ellos interesados por el dinero y él por la cultura y la vida en sí misma... Todos nosotros le escuchamos y le comprendemos, su situación no es fácil. Flavio le transmite su apoyo, como si fuera su padre, y Lisandro como hermano le da un buen consejo:
- Tienes que pensarlo bien y hacerlo bien. No puedes decirle a tu madre que te vas por su culpa, porque sabes que ella también tiene problemas y en el fondo sabes que os queréis, así que intenta no hacerle daño. Ve mirando opciones, busca una manera de justificar que te vayas de casa, pero no lo hagas a lo loco.
Esta noche, entre todos intentamos aconsejar a Alejandro. Es una suerte que haya encontrado en esta maravillosa familia el apoyo que no tiene en su casa.
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