Adiós al Caribe: de Capurganá a Santa Fe de Antioquia

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Santa Fe de Antioquia, 22-12-2012

Puede parecer mentira, pero dos días después de dejar el barco, al levantarme todavía siento como si estuviera sobre el mar y tengo que apoyarme en la pared para no caerme. ¡También es verdad que son las 6 de la mañana y eso no ayuda! Y es que queremos coger la lancha que sale a las 7:30 hacia Turbo. A pesar del madrugón, cuando llegamos al muelle no quedan plazas, así que tendremos que salir en la lancha de las 8 en punto.

Eso no es un problema. ¡Qué más nos da a nosotros media hora más o menos!. El problema es que hace mal tiempo: llueve, hace viento y el mar está revuelto, así que hasta que no cambie la situación, hay orden de la capitanía de no permitir la salida de ninguna lancha. Cuatro horas después llaman a los viajeros de la primera lancha. ¡Pronto nos tocará a nosotros! La barca se llena, sale, y se queda parada a 300 metros del muelle. No sabemos qué pasa, pero mientras tanto nosotros subimos en otra lancha. Cuando llegamos a la altura de la primera, los lancheros empiezan a hablar entre ellos y un par de personas de la otra barca suben a la nuestra ¡No entendemos nada! Ahora las dos lanchas damos la vuelta y volvemos al muelle. Más personas pasan donde estamos nosotros. Parece que tienen algún problema con uno de los motores.

Por fin emprendemos nuestro camino. Mientras, vemos cómo hacen bajar al resto de  los pasajeros de la primera lancha de vuelta al muelle. ¡Al final vamos a tener suerte y todo!

Los saltos que da la lancha son increíbles. Sube sobre la cresta de una ola, queda suspendida un momento en el aire y cae de golpe. Así una y otra vez durante una media hora. Luego, afortunadamente las olas son más suaves y los saltos también, pero no cesan. Y, sorprendentemente ¡Javi se queda dormido! Este hombre ha adquirido una facilidad increíble para dormir en cualquier sitio, da igual que vaya de pie en un bus de Nicaragua, dando botes en una camioneta en Nepal o saltando en una lancha sobre las aguas del Caribe.

Dos horas y media más tarde llegamos a Turbo, una ciudad de la que queremos salir lo antes posible. El muelle es sucio, la basura flota por todas partes, la higiene brilla por su ausencia, los chicos locales no paran de presionar para llevarnos a un bus u otro y ganarse algo de plata... No es un lugar para pasar unas vacaciones. Además no creo que sea demasiado seguro. Conseguimos encontrar un minibús a un precio razonable  tras rechazar ofertas de nuestros autoproclamados guías locales. Ofertan tan extrañas y sospechosas como la  de abordar a un bus a la salida de la ciudad para ahorrarnos unos dolares. Mejor no arriesgarse en un sitio desconocido y con tan mala fama.

Javi sale a cambiar algo de dinero y acaba sacando dinero de un cajero ya que parece que todo el mundo quería estafarle. Vuelve a la pequeña estación de autobuses y enseguida salimos camino a Medellín, aunque nosotros nos bajaremos un poco antes: en Santa Fe de Antioquia. No queremos pasar las Navidades en una ciudad grande y llena de gente, y por lo que nos han dicho Santa Fe es un pueblo bonito y tranquilo.

Cuando llegamos son alrededor de las once de la noche y llevamos más de 9 horas de bus. Estamos deseando instalarnos cómodamente en un hostal agradable. El conductor nos recomienda un hostal barato que está aquí mismo, en la carretera, junto al lugar donde nos ha dejado. Lamentablemente está lleno, y el siguiente también. Así que cuando un poco más adelante nos dicen que tienen libre una habitación, decidimos quedarnos... a pesar de que es una caja de cerillas. De verdad, ¡es la habitación más pequeña que he visto en mi vida! La cama es individual, y cabe tan justa que la puerta choca con una de sus esquinas y no podemos cerrar. No hay espacio para las mochilas, así que las metemos en el baño, que no tiene puerta ni cortina ni nada que de un poco de intimidad. Pero estamos cansados, es tarde y estamos en vísperas de Nochebuena, así que ¡algo es algo!