Atrapados por el paro cafetero

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Popayán, 1-3-2013

Estamos en Popayán, una ciudad ubicada al sur de Colombia. Nuestra intención era llegar directamente a Ipiales, el paso fronterizo con Ecuador que es nuestro próximo destino, pero nuestros amigos de Pereira nos recomendaron no hacer esa ruta de noche por motivos de seguridad: la carretera es muy mala, hay guerrilla y hay robos. Los argumentos nos convencieron y decidimos parar en Popayán, a medio camino. Llegamos aquí el sábado por noche y acordamos parar uno o dos días para trabajar un poco antes de seguir camino... ¡que mala idea tuvimos!

Si hubiéramos viajado el mismo domingo hacia la frontera ya estaríamos en Ecuador, pero como no lo hicimos, ahora no sabemos cuándo podremos llegar... porque el lunes comenzó en Colombia un paro cafetero, que es una protesta de los campesinos y productores de café que decidieron bloquear entre otras cosas, la Panamericana, que es la carretera que recorre toda Colombia de Norte a Sur (y que une a Colombia con el resto de Sudamérica). Esta carretera es la única vía que comunica muchas regiones del país, bloqueando esta carretera, los cafeteros bloquean las comunicaciones en el mismo.

Y aquí nos hemos quedado nosotros, en una de la zonas donde los bloqueos son más radicales ¡Aquí no pasa ni Dios! En otras zonas se abre intermitentemente el bloqueo pero aquí, en el Cauca, la mayoría de los huelguistas son indígenas, que según nos comentan tienen una merecida fama de duros. De hecho, hace unos años tuvieron sitiada a la ciudad de Popayán durante un mes. El bloqueo es tan férreo que en el primer día no dejaban pasar a las ambulancias, lo que provocó la muerte de una mujer embarazada que iba destino a Cali para ser atendida.

Las propietarias del hostal en el que nos quedamos los primeros días no eran muy comunicativas que digamos. Era un lugar barato pero poco acogedor en el que no se dignaron a informarnos de la situación. De hecho, nos enteramos del paro el lunes por la tarde gracias a otros huéspedes. Nosotros habíamos pensado quedarnos hasta el martes por la mañana para acabar algunos asuntos, así que cuando nos comunicaron lo del paro nos quedamos de piedra.

Como el paro se prolonga, decidimos buscar un couchsurfer en la ciudad y, afortunadamente, el primero que contactamos nos contesta afirmativamente en unos minutos. Quedamos con él esa misma noche y nos habla de una ruta alternativa que lleva dos días pero que nos permitiría llegar a Pasto, cerca de la frontera. Supone dar un rodeo que atraviesa la cordillera central y de allí baja a Mocoa, en el Putumayo, para luego volver en dirección Oeste hacia Pasto. Al día siguiente vamos a la terminal de buses a preguntar por esa ruta y la respuesta es:

- Imposible. La carretera a San Agustín también está cortada. Además está prohibido vender billetes por motivos de seguridad.

-Pero, entonces... ¿no hay ninguna manera de salir?– pregunto yo con la esperanza de descubrir una ruta secreta.

- No– dice sin muchos rodeos el empleado de la terminal.

- Y si el camino a Pasto está cortado en un punto, ¿no podemos ir hasta allí, pasar andando y coger otro bus? – insisto yo.

- Bueno... puede ser... pero es que está cortado en 4 puntos y, además, ¿llevan maletas?– me pregunta él.

- Sí, dos mochilas grandes– digo esperanzado.

- ¡Ah!, entonces no... les podrían robar todo.

Definitivamente no hay manera... No solo está cortada la carretera, es que además nos ha tocado en una zona en la que es mejor no salirse de la ruta. La única salida sería el pequeño aeropuerto de Popayán, pero solo hay vuelos a Bogotá, con lo cual estamos de nuevo en la casilla de salida. Además de ser caro y no haber muchas plazas libres, no ganamos nada, todo lo contrario: retrocedemos.

Y así seguimos: cada día nos despertamos a las 7 de la mañana y llamamos a la terminal para que nos digan lo mismo: “No señor, lo siento: la vía sigue cerrada”.

Estamos empezando a desesperarnos. En circunstancias normales no nos importaría demasiado este parón. Normalmente viajamos lento y sin prisas. Si hay que parar, paramos y aprovechamos para trabajar un poco. Siempre hay cosas por hacer.

Pero es que precisamente el día que llegamos a Popayán habíamos decidido ir la Patagonia directamente y, ahora sí: ¡tenemos prisa! Ese es el motivo de nuestra impaciencia... cuanto más tiempo estemos aquí, menos tiempo tendremos para disfrutar de aquellas espectaculares tierras antes de que llegue el invierno austral.