Cálida acogida en El Calafate

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El Calafate, del 8 al 10-4-2013

Estamos haciendo dedo a la salida de Puerto Natales en dirección a El Calafate. Pasan casi dos horas antes de que un vehículo nos levante, pero luego es todo muy rápido. Nos recoge un matrimonio que nos invita a subir en la parte trasera de su camioneta. Para mí se corresponde con la típica imagen de lo que es viajar a dedo, en el cajón al descubierto de una camioneta, viendo alejarse la ciudad de la que salimos, la carretera serpenteando y desapareciendo en el horizonte. Para completar la escena, mientras dejamos atrás Puerto Natales, un arco iris se forma sobre el pueblo.

Casi una hora más tarde y después de cruzar de nuevo la frontera entre Chile y Argentina, nos dejan a las afueras de la ciudad de Río Turbio, a la salida de una localidad llamada “la 28”, a eso de las dos de la tarde.

- Espera un poco y nos comemos un bocadillo -me dice Javi mientras me pasa un bocadillo hecho con el chorizo que nos sobró de la cena de ayer- ¡Pero no sigas haciendo dedo que quiero comer antes! -exclama al ver que, bocadillo en mano, sigo de pie y con el pulgar apuntando hacia arriba.

- ¿Cómo que no? ¿Y si justo ahora pasa alguien dispuesto a llevarnos?

- ¡Dicho y hecho! Aún no le hemos pegado dos bocados al bocadillo cuando para un coche y su conductor nos indica que va hasta El Calafate, nuestro destino. Guardamos apresuradamente nuestra comida y subimos al coche. Son unas tres horas de trayecto, durante las cuales Jorge, nuestro conductor, nos cuenta que va al aeropuerto, que está antes de llegar al pueblo. Sin embargo, una vez allí, vemos que pasa de largo la salida del aeropuerto.

- ¡No voy a dejarlos ahí! Ya que los traje hasta aquí, los llevo hasta el pueblo.

Una vez en El Calafate, llamamos a Georgi, la que será nuestra couchsurfer durante los próximos 4 días. Nos da algunas indicaciones y un rato después nos encontramos en su casa. Georgi está un poco nerviosa: somos sus primeros “surfers”.

- No sé para ustedes, ¡pero para mí esto es medio raro! -nos dice nada más saludarnos.

La entendemos perfectamente. Nos pasó lo mismo la primera vez que recibimos a dos chicas en nuestra casa. Intento tranquilizarla:

- No te preocupes, nos ocurre a todos. ¡Con el tiempo se va pasando!

No tuvieron que pasar más de un par de horas. Esta misma noche, mientras cenamos, nos sentimos como si nos conociéramos de mucho tiempo atrás. Además, Georgi es una mujer encantadora. Nuestra solicitud la pilló de improviso; su casa es muy pequeña, sólo tiene una habitación y no hay lugar para poner otro colchón, así que no duda en irse a dormir a casa de una amiga y cedernos su propia cama. Pero antes ha comprado un enorme pedazo de carne, esa riquísima carne argentina conocida en todo el mundo. Mientras la carne se cocina en el horno, Georgi saca una botella de Fernet. Según nos explica, es una bebida italiana que se toma en el aperitivo antes de cenar, aunque hoy en día se consume más aquí que en su país de origen. Georgi lo prepara con hielo y Coca-Cola en un vaso grande que, siguiendo la tradición, compartimos entre todos. Su generosidad y hospitalidad nos dejan con la boca abierta.

Georgi trabaja todo el día en una empresa de turismo, tiempo que nosotros empleamos en escribir, revisar fotografías y conocer un poco la ciudad. El Calafate se encuentra situado a la orilla del Lago Argentino y prácticamente toda su actividad gira en torno al turismo. Por ello, pese a ser un lugar bonito y acogedor, tenemos la impresión de que se ha creado por completo con este objetivo. En realidad, casi todos los viajeros que vienen aquí es porque es el punto de partida de las excursiones al Perito Moreno.

Georgi está muy pendiente de nosotros. Durante el día días nos mandamos mensajes y nos encontramos en su casa cuando ella sale del trabajo. Todas las noches, mientras preparamos la cena, charlamos con el Fernet pasando de mano en mano. Luego cenamos, mientras continúa la conversación, que se alarga hasta casi la media noche. Con  el paso de los días, el nerviosismo con que nos recibió Georgi se ha ido transformando en una verdadera amistad.

Pasamos unos días estupendos con ella y con los amigos que nos va presentando, disfrutando siempre de su compañía.

Por supuesto, no nos vamos a ir de aquí sin conocer el Perito Moreno, pero eso merece un post aparte.