Capurganá: puerta de entrada a Colombia

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Capurganá, 20 y 21-12-2012

¡Por fin estamos en tierra firme! Hemos llegado varias horas antes de lo previsto porque el viento ha soplado fuerte y constante durante toda la noche haciéndonos correr mucho. Javi se ha pasado una buena parte de la noche haciendo guardia con Peter para que Loïc pudiera dormir un rato y porque le encanta la sensación de navegar a vela. Yo me volví a marear, por desgracia. Además esta mañana ha habido una fuerte tormenta con rayos y truenos que no eran nada tranquilizadores. De vez en cuando abría los ojos y veía a Javi levantarse corriendo porque un cabo de la vela se había enredado con la escotilla. No ha sido un amanecer tranquilo precisamente. El viaje de tres días en barco ha tenido su encanto, pero hay que reconocer que tenía ganas de pisar un suelo que no estuviera todo el rato bamboleándose.

Mucha gente nos había dicho que Capurganá era un lugar precioso, impresionante... La verdad es que no nos parece que sea para tanto. Puede que influya que hace mal tiempo, el mar está muy revuelto, que estamos cansados y con sueño...

Por eso después de comer Javi decide ir al hotel que nos ha recomendado Loïc y acostarse un rato, mientras yo voy con nuestros compañeros de viaje a conocer uno de los bonitos rincones naturales de Capurganá: “la Coquerita”. Son unos pequeños lagos naturales que son creados por una cascada en el último tramo de su recorrido, ya a orillas del mar. Allí han construido una cabaña de troncos donde hay una cafetería y una tienda de artesanía. Aquí toca pasar por caja (la entrada son 2000 pesos colombianos, algo más de un dólar). El lugar tiene su encanto, pero la lluvia de los últimos días ha hecho que el agua que baja de la montaña tenga un feo color marrón cuando normalmente es limpia y transparente. Un poco más abajo, ya en el mar, entre rocas hay otra especie de piscina semiabierta, donde las olas entran con fuerza.  Hay una cuerda atada de una roca a otra a la que mis compañeros se agarran con fuerza para no ser arrastrados por el agua. Desde arriba veo como las olas cubren sus cabezas una y otra vez y decido: ¡yo no entro ahí!

Pronto volvemos al pueblo, ya que algunos de los compañeros tienen que regresar al barco con Loïc. En el camino de regreso no puedo dejar de mirar al mar. El sendero discurre cerca de la orilla y se ve cómo las olas rompen contra unos islotes cercanos, como pequeñas montañas llenas de vegetación. ¡Es una pena que Javi no haya venido!

Antes de irnos a dormir, nos tomamos unas cervezas con Manuel y Peter, quienes nos presentan a Shirley, amiga del primo de Paco, que vive aquí desde hace tiempo pero que en estos momentos no se encuentra en el pueblo.

Al día siguiente ya estamos los dos más descansados y vamos a ir a “El Cielo”, otro de los lugares que nos han recomendado visitar. Paco nos acompaña. Es una lástima que hoy también esté nublado y haga un poco de frío, porque el sitio, igual que el camino hasta aquí, es precioso. Hay varias caídas de agua y lagos donde bañarse, y pasamos un buen rato disfrutando de la naturaleza que nos rodea.

 

En el camino de vuelta nos acompañan las chicas que trabajan allí encargándose de cobrar la entrada (sí, parece que aquí se paga en todas partes). Tienen unos 17 años y una de ellas tiene muchas ganas (yo diría hasta necesidad) de hablar de las relaciones personales. Empieza preguntándonos por nuestra historia como pareja y acaba contándome los problemas que tiene con su novio. Hablando con ella pienso en que, a la hora de la verdad, las personas, sobre todo los niños y los adolescentes, son muy parecidos en todas las partes del mundo. Las preocupaciones, aficiones y sueños de esta chica no son muy diferentes de las de cualquier chica española de su misma edad.

Una vez en el pueblo charlamos un rato con Shirley y le preguntamos acerca de cómo es la vida aquí. Y es que Capurganá está muy aislada. Es el segundo pueblo de Colombia por la costa atlántica (el primero es Sapzurro, a media hora a pie desde aquí) y la única forma de salir de allí es en lancha. Una lancha que pega unos botes increíbles y que tarda más de dos horas en llegar hasta Turbo, una ciudad desde la cual ya hay posibilidad de moverse en autobús. También hay aeropuerto, pero obviamente es caro salir de aquí en avión.

Shirley nos cuenta las deficiencias que tiene la escuela (en la que a menudo no hay maestro), nos habla de los problemas económicos de la zona... Pero, sobre todo, de la falta de atención médica.

Aquí hay un centro de salud en el que se supone que tiene que haber un médico, pero realmente lo que mandan son estudiantes de medicina que aún no han acabado la carrera. No tienen la suficiente preparación. Aquí han muerto varias personas que han tenido accidentes y han muerto desangradas porque el médico no sabía qué hacer. Una vez tuvieron que pedir ayuda a unos turistas que eran médicos. ¡Al menos ellos sabían cómo reaccionar!

Capurganá pertenece a la región del Chocó, una de las zonas más pobres de Colombia.  Esto es consecuencia de varios factores, entre los

que se encuentran la dificultad de las comunicaciones o la corrupción de los políticos regionales. Pero los mayores problemas son debidos a que, al igual que el resto de la región del Darién, de la cual forma parte, es una zona selvática y complicada que siempre ha tenido presencia de la guerrilla, de grupos paramilitares y narcotraficantes.  Por desgracia los principales problemas de Colombia son el narcotráfico y la violencia que bajo distintas banderas llevan más de 50 años azotando al país.  Sin duda tendremos la oportunidad de saber más sobre estos problemas en los próximos días.

Apenas acabamos de llegar a Colombia, una gran desconocida para nosotros, pero tenemos muchas ganas de conocerla. ¿Cómo vive la mayor parte de la población? ¿Qué problemas hay? ¿Es tan peligrosa como nos dicen en España o tan segura como reza su publicidad turística? (“El único peligro de Colombia es que no quieras irte de aquí” es el eslogan de moda) Esperamos descubrirlo poco a poco.

Hemos pasado aquí un par de días asimilando que al fin hemos comenzado a movernos de nuevo y ya estamos en Sudamérica. Han sido dos días tranquilos y agradables en compañía de nuestro amigo y compañero de travesía, Paco y de otros amigos que hemos hecho. Pero no nos vamos a quedar más tiempo aquí. El pueblo lleva casi una semana sin electricidad, ayer ni siquiera había agua y el tiempo no acompaña para hacer excursiones. Lo de la electricidad no sería muy importante si no fuera porque tenemos mucho trabajo pendiente y queremos ponernos al día... así que, por una vez, vamos a movernos rápido. ¡Mañana nos vamos!