Cómo sobreviven los cubanos (o cómo resuelven)

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Pero... ¿cuál es el principal problema para los cubanos? Pues la respuesta es invariablemente la misma: el dinero. Simplemente no les llega. El sueldo medio de un cubano es de alrededor de 15€, un profesor o un médico puede cobrar algo menos o algo más de esta cantidad dependiendo de los años que lleven trabajando. Un amigo nos comenta irónicamente un día que el comunismo significa “la repartición de la pobreza a partes iguales”.

Es cierto que pueden utilizar una especie de cartilla de racionamiento que denominan “canasta básica” y que les permite comprar cierta cantidad de comida por cada miembro de la familia. Tienen asignados determinada cantidad de de arroz, de aceite, de frijoles, jabón...

Todos los productos que se compran con las cartillas en las llamadas bodegas, tienen unos precios muy económicos. Lo cierto es que son muy baratos. Viéndolo así la medida no parece mala del todo. A mucha gente la sola idea les puede producir rechazo al recordarles a las cartillas de racionamiento de la posguerra en España, que también han existido tras muchas otras guerras en muchos otros países.

Pero dejando de lado este sentimiento subjetivo, como todos, no parece mala idea que los alimentos básicos, que son un derecho fundamental, estén garantizados por el gobierno. Así se evitarían situaciones como las que se dan en los países capitalistas, donde el agricultor gana una miseria por sus productos y el consumidor tiene que pagar un precio elevadísimo en el supermercado por ese mismo producto. En España se llegan a producir incrementos de precios de hasta un 2000% (sic), por ejemplo en el caso de los limones. Es totalmente injustificado que las 3 o 4 empresas que controlan toda la distribución de alimentos en España tengan esos márgenes de beneficio a costa de unos y de otros. Y peor aún es que el gobierno lo permita.

En cualquier caso, este sistema de subvencionar los productos básicos no es una solución completa.  Existe  un problema: el sueldo de un cubano es tan bajo que solo da para 15 día de comida y servicios básicos. A duras penas llegan a medio mes, ni hablar de llegar a fin de mes. Además hay que tener en cuenta que no todos los productos están en la cartilla y en las bodegas, hay muchos que se han de comprar en las tiendas en divisas (en una moneda equivalente al dólar americano) y normalmente tienen unos precios desorbitados. Hay muchos productos, como el aceite de girasol o unos zapatos que son incluso más caros que en Europa, lo cual los hace inaccesibles para el cubano de a pie.

Ante este panorama el cubano ha de buscarse la vida para llegar a fin de mes, para sobrevivir dignamente. Hay que “resolver”, como  llaman ellos a las miles de formas de salir adelante, algunas de las cuales pueden llegar a ser de lo más imaginativas. 

Hay gente que tiene, además del empleo principal, otros empleos no oficiales, que les permiten unos ingresos extra, pero lamentablemente una de las formas más comunes de obtener esos ingresos es robando a la empresa para la que trabajan, que normalmente pertenece al estado. El trabajador de una fábrica de productos de limpieza se lleva unos cuantos botes escondidos bajo la ropa para venderlos en el mercado negro, el que trabaja en una tienda vende las mercancías a intermediarios a cambio de una comisión, el que lee los contadores de la luz los manipula para que el cliente pague menos y le dé una comisión, el que trabaja en la construcción se lleva material a casa, el maestro suspende a los alumnos y les da clases privadas, el portero del teatro dice que no hay entradas y pasa a los turistas por la puerta trasera... La lista es interminable.

Todos estos ejemplos que he nombrado los hemos conocido de primera mano, hablando con conocidos y desconocidos. Ellos nos tienen miedo ni vergüenza de reconocerlo, para ellos es algo cotidiano, normal e incluso necesario.

En un pueblo cubano entablamos conversación con un vendedor de CD callejero que nos empezó hablando de la historia de Cuba y acabó contándonos cómo tuvo que dejar su trabajo. Nos dice que, cuando era niño, su padre le enseñó que robar no era bueno. Más tarde él se hizo arquitecto y empezó a trabajar para el estado. Participó en proyectos importantes, tanto de zonas residenciales como de obras públicas. Algunas de estas obras llegó a dirigirlas él, nos cuenta. Era eficiente y hacía bien su trabajo, tanto que el gobierno le premió con una casa en propiedad de forma gratuita (esta es una forma que tiene el estado para incentivar a los buenos trabajadores de cierto nivel). El problema es que él no robaba y todos los demás sí que lo hacían. Eso le hacía ser mal visto y llegó a ser amenazado de muerte en varias ocasiones. Incluso nos habla de cómo se libró una vez de tres hombres que le esperaban cerca de su coche para atacarle. Finalmente se vio obligado a dejar su trabajo para mantener su integridad física y ética. Ahora este arquitecto vende CD para sobrevivir. Esta historia refleja claramente como el “resolver” a base de robar se ha convertido en algo tan socialmente aceptado que lo contrario es visto como malo.

Hay inspectores dedicados a perseguir los robos en el trabajo. Si sorprenden a un trabajador haciéndolo le puede caer una multa enorme y una pena de prisión. Hay bastante gente en la cárcel por ese motivo. Pero claro, si todo el que lo hace estuviera en la cárcel, no quedaría mucha gente fuera de ella. El asunto es que los inspectores también roban, por supuesto. Si sorprenden a alguien con las manos en la masa, no es raro que se le pida una buena cantidad de dinero para no denunciarlo, o que directamente participe en el negocio y se lleve una comisión.

Dado que todo pertenece al estado, toda esta gente está robando al estado, al igual que hacen los altos cargos de la empresas estatales, que desvían productos y dinero para su interés personal. Por supuesto los políticos no son una excepción y la corrupción se extiende hasta los más altos cargos. Al poco de abandonar Cuba nos enteramos por la prensa de que 3 antiguos viceministros han sido condenados por corrupción. No sabemos si esto será una maniobra de cara a la galería o, como prometió Raúl Castro, un cambio real en la política del gobierno en lo referente a la corrupción.

También es cierto que no es lo mismo la corrupción del trabajador que roba para llegar al fin de mes que la del directivo o el político que roba para enriquecerse de manera obscena. La primera se puede llegar a entender, la segunda jamás. Un día charlando con unos amigos en La Habana sobre este asunto surgió la siguiente reflexión:

- El cubano no era así antes – nos dice nuestro amigo tristemente. – Antes era más generoso, menos obsesionado por el dinero. Ahora solo parece pensar en dólares y cuando ve a un extranjero lo primero que piensa es en qué puede sacarle – añade triste.

- Sí, lo de resolver robando en el trabajo es lo habitual. Normalmente se elige el trabajo pensando en lo que se puede sacar de allí, el sueldo no es tan importante porque normalmente es una miseria – comenta otro amigo.

- Ya, pero yo no veo clara una cosa – interrumpo yo. – El estado pierde una cantidad enorme de dinero con estos robos y la gente llega a fin de mes con lo que roba, ¿no es así?

- Sí, claro, no hay más... – contestan.

- Vale. Entonces, si no se robara nada, el estado tendría mucho más dinero y podría subir los sueldos. De esa forma, en lugar de robar, el estado le daría a cada uno de forma legal lo que antes robaban. Es la misma cantidad de dinero al final y al estado no le costaría nada...

- Sí, es cierto, pero habría que evitar que le gente robara – argumenta un amigo.

- Claro, pero hay medios para eso – dice el otro.

- Claro que los hay. Es verdad que costaría y que sería un gran problema eliminar esa cultura de “resolver”. Mucha gente seguiría intentándolo por costumbre a pesar de tener lo suficiente. Pero eso no es excusa, se podría hacer... – respondo yo rápidamente.

- Sí, puede ser – accede uno de ellos.

- Entonces, ¿por qué no se hace? – exclamo yo.

- Bueno, no lo sé – reconoce nuestro amigo – Yo creo que el Fifo  sabe muuuucho, mucho más de lo que algunos piensan. Sabe que no se puede apretar a la gente más de la cuenta. Hay que dejar una válvula de escape para que la situación no explote.

- Es cierto. Además, ¿quizás sea una forma de tener a la gente ocupada? Podría ser, ¿no? – reflexiono yo. – Si todo el mundo está ocupado en buscar la forma de sobrevivir o de vivir dignamente, no se preocuparán por otras cosas, como la libertad o los derechos humanos. Es una forma de gastar su energía y dejar a la gente exhausta. El resultado es el mismo que si les pagaran más pero la gente se agota por el camino – concluyo.

- Además tienen la excusa perfecta en el bloqueo. Siempre dicen que estamos así por el bloqueo – apostilla uno de ellos.

- ¿Pero eso quiere decir que el sistema podría funcionar? Al menos en lo económico. Da que pensar todo esto... – reflexiono en voz alta.

Y así seguimos debatiendo y discutiendo sobre lo que para nosotros es un ejercicio retórico y para ellos es el día a día, su vida.

Nota: Para el que quiera ampliar información sobre el nivel de vida en Cuba y como se compara con Europa recomendamos este artículo que parece bastante riguroso: Para entender Cuba. Análisis económico avanzado.