Conociendo a la familia

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Bahanwipur (Kapurthala), 05-12-2011

Cuando llegamos a Jalandhar vienen a recogernos Sani (primo de Rahul), su hermano Vicky y uno de sus hijos para llevarnos a casa. El inglés de Sani nos permite comunicarnos mínimamente, aunque ya vemos que no va a ser fácil. Por el camino, paramos en una tienda y nos preguntan si queremos comprar algo, así que aprovechamos para comprar unos dulces para la familia... ¡que no nos dejan pagar! La idea era llevar un detalle de nuestra parte, no que lo pagaran ellos, pero no hay manera.

Una media hora después llegamos a puerta de la casa. La primera en salir a recibirnos es la madre de Rahul. Al principio no sabemos cómo saludarnos, porque aquí lo de los dos besos no se hace nunca, así que en un primer momento mantenemos la distancia y saludamos con el típico “namasté”. Pero la mujer se acerca a Mayte y le da un fuerte y largo abrazo, y repite lo mismo con Javi. El resto de la familia nos recibe sonriente y nos damos algunos abrazos, estos más tímidos. Los niños se ríen vergonzosos y se resisten a acercarse.

Empiezan los intentos por comunicarnos. A pesar de lo que creíamos, los gestos no ayudan porque son diferentes. Por ejemplo, para indicar que vamos a hacer algo después, ellos señalan hacia arriba, por lo que nosotros entendemos que tenemos que subir a la habitación. ¡Imaginaos las risas!

Nos ofrecen algo de beber, nos enseñan la casa y nos preguntan si queremos cenar. Como es muy tarde, por no molestar, les decimos que sólo queremos algo de fruta. Nos la dan pero parece que insisten en que cenemos, sobre todo el padre que está un poco serio. Al final hablamos con Rahul por teléfono y nos explica que la cena está hecha y que si no cenamos sus padres se van a enfadar. ¡Qué metedura de pata! Así que, por supuesto, aceptamos la cena (que además está buenísima y que han tenido el detalle de cocinar sin picante por nosotros) y enseguida nos vamos todos a dormir.

A las 5 de la mañana nos despiertan unas oraciones que se oyen desde el exterior de la casa. El sonido nos llega como si saliera de unos altavoces cercanos enfocados directamente hacia la ventana de la habitación. Luego descubrimos que era eso exactamente: justo al lado hay un templo que todas las mañanas “retransmite” unos rezos que duran desde las 5 hasta las 8 de la mañana. Ininterrumpidamente. Y a todo volumen.

Pero un poco antes, a eso de las 7 y media, nos despiertan unos golpecitos en la ventana y en la puerta de la habitación. Cuando abrimos, vemos a 5 niños y niñas muy sonrientes vestidos de colegiales y a Sonia: son sus hijos y sus sobrinas, que han venido a darnos los buenos días antes de irse al cole. Nos levantamos, nos duchamos, nos tomamos un té, hacemos una breve visita al templo y volvemos a casa. Nos sacan algo más de comer y empiezan los intentos por comunicarnos. Mayte entiende que le preguntan si le gusta la ropa que llevan ellas y si quiere ir a Kapurthala a comprarse algo, a lo que contestamos afirmativamente. Pero parece ser que no es adecuado que salga a la calle con vaqueros y camiseta, ya que en India sólo visten así hasta la adolescencia, así que le dejan algo de ropa. Cuando ya se ha cambiado, las mujeres la rodean: mientras Minu la maquilla y le pone un bindi en la frente, la madre le deshace las trenzas y Sonia la peina con una coleta, como la que llevan ellas. En ese momento llega Javi del puesto de fruta que tiene la familia en la carretera junto con el padre de Rahul y se encuentra con la transformación.

Fuera nos espera Vicky con la moto, en la que hace varios viajes para acercarnos a la carretera. Es un trayecto corto que hacemos de 3 en 3, a veces incluso 4 ¡y sin casco! Claro que esto allí es lo habitual. Luego cogemos un tuk-tuk hasta Kaphurtala y tras dar un paseo entramos en una tienda para que Mayte elija algo. Empiezan a sacarle una especie de vestidos súper recargados y llenos de lentejuelas e intenta explicar que no lo quiere así, que quiere algo más sencillo, pero no la entienden y siguen sacando más y más modelos. Cuando el mostrador ya está lleno tiene que decir “¡Stop, stop!” e intentar hacerse entender de nuevo, señalando la ropa que llevan puesta ellas, que sí que le gusta. Pero no la entienden y le ofrecen suéters y vaqueros. Al final parece que nos entendemos y nos llevan a otro mostrador. ¡Esto es otra cosa! Elige uno en tonos verde y naranja con algunos adornos, pero entonces vemos que no tiene forma de pantalón y camisa, parece la tela sin coser... porque es justo eso. Ahora resulta que lo tienen que hacer a medida. Intentamos decir que no, que mejor elegir algo que ya esté hecho, pero no hay manera, ni de cambiar la elección... ni de pagar. Aún acompañan el traje con una pashmina y se empeñan en comprarle a Javi una chaqueta o unos vaqueros y a Mayte unos zapatos. Menos mal que las convencemos de que no nos caben tantas cosas en la mochila y volvemos a casa.