¿Cuba libre?

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La libertad en Cuba es prácticamente desconocida. El régimen político que rige el país, que surgió para defender los derechos humanos frente a una dictadura opresora, se ha convertido en el verdugo de los mismos.

Los cubanos no tienen libertad de expresión, los medios de comunicación pertenecen al estado y se utilizan para la propaganda. Hay que reconocer que también tienen un enfoque mucho más social, educativo y constructivo que los medios occidentales. No sabría decir cuáles son peores. Los nuestros también son un método de lavado de cerebros en serie, solo que los objetivos son distintos: fomentar el individualismo, el consumismo, el materialismo y, sobre todo, hacer creer a la población que no hay alternativas para crear una sociedad más justa y humana. Pero al menos nosotros tenemos la opción de opinar y publicar cualquier idea. Quizás estas ideas no tengan repercusión en los medios de comunicación masivos, que prefieren divulgar el pensamiento único que interesa a las empresas propietarias, pero al menos nos queda Internet y otros medios alternativos. Nadie nos va a perseguir por ello (en teoría). Pero los cubanos no tienen ni siquiera esa posibilidad.

En Cuba no está permitido acceder a canales extranjeros vía satélite. Mucha gente lo hace pero si los descubren son sancionados con una multa enorme. Un vecino de San Miguel del Padrón, nuestro barrio adoptivo en La Habana, nos contaba un día:

- Cuando vienen los inspectores buscando antenas parabólicas, todos corremos a ocultarlas y vamos corriendo la voz por las casas – decía sonriente contándonos una de esas situaciones que no se sabe si son cómicas o trágicas.

Tampoco es fácil el acceso a Internet. Hasta hace muy poco solo estaba permitido acceder a determinadas personas que por su profesión tienen necesidad de usarlo: profesores y estudiantes universitarios, marinos, médicos, etc. Incluso estas personas que tenían acceso a Internet solo lo podían utilizar de una forma muy limitada ya que el gobierno tenía censuradas una cantidad enorme de páginas, llegando en algunos casos a permitir el acceso solo a 10 o 12 webs relacionadas con la profesión del usuario. Ahora las cosas han cambiado y en teoría en acceso es libre, aunque en la práctica no lo es. La conexión es carísima (unos 5€ la hora), tanto que para navegar 4 horas se gastaría el sueldo medio de un cubano.

El intento de aislar a los cubanos del resto del mundo llega hasta al punto de que no se les permitía hablar con los extranjeros. Si la policía te veía hablar con alguno se te acercaba y, con la excusa de que no se puede molestar a los turistas, podía llegar a detenerlo y llevárselo a la comisaría.

Los extranjeros no pueden alojarse en casa de un amigo cubano. Está prohibido bajo pena de enormes multas para ambas partes. Nosotros lo hicimos corriendo ciertos riesgos y porque el barrio donde estábamos  estaba en las afueras, era humilde, y la familia que nos acogió estaba bien considerada por el CDR local.

Los CDR (Comité de Defensa de la Revolución) son organizaciones que tienen un local en cada manzana, o en cada cuadra como dicen por aquí. Hay CDR por todas partes. Es el ojo del partido, de la revolución, para controlar a la población. En teoría son órganos de participación ciudadana y cumplen misiones sociales pero más bien parecen tentáculos del gran hermano. Son ellos los que controlan que no haya un extranjero en una casa no autorizada, o que los cubanos cumplan con sus obligaciones revolucionarias, como ir a los actos del partido o a las celebraciones de las fechas señaladas de la revolución.

El control de la actitud revolucionaria de la población puede llegar a ser espeluznante. Por ejemplo, para conseguir un trabajo para el gobierno (cosa que necesitan hacer casi todos los cubanos), se pasa una entrevista de trabajo y se aportan multitud de papeles que acrediten el expediente revolucionario del aspirante: ¿asiste a los actos oficiales?, ¿y a las celebraciones de las fechas clave de la revolución?... Esto hace difícil encontrar un trabajo a cualquier disidente o a cualquier persona que simplemente no quiera pasar por el aro. Cuanta más responsabilidad tiene el trabajo, más se investiga al solicitante, llegando a realizar entrevistas con vecinos, familiares, con el CDR de su zona, etc. Esto hace que mucha gente se lo piense dos veces antes de salirse de la fila y, lamentablemente, hace que la mayoría ponga la supervivencia por delante de los principios.

Es tal la paranoia de los cubanos de ser escuchados hablando mal del régimen que han inventado gestos y apodos para todos los nombres y temas conflictivos. Las paredes oyen así que a Fidel se refieren como el Fifo o haciendo un gesto con la mano bajo la barbilla, imitando una larga barba. Para referirse a los altos cargos o al ejercito se ponen dos dedos sobre el hombro a modo de galones.  Al cubano le encanta inventar nombres y palabras nuevas para todo así que no podía ser menos en un tema como este, en el que la discreción es casi un asunto de supervivencia.

Otra libertad que no tienen los cubanos es la de viajar. Es difícil salir del país pero más difícil es volver. Hay casi dos millones de cubanos que han emigrado a otros países, fundamentalmente a Miami en EE.UU.. Un día nos comenta un amigo: “el camino natural del cubano es ir del campo a la ciudad, de la ciudad a La Habana, y de ahí al extranjero”. No es que sea muy diferente de lo que ocurre en muchos otros países del entorno, pero aquí tienen el problema añadido de que si alguno de ellos quiere regresar puede tenerlo muy difícil, llegando a veces a convirtiéndose en un “sin papeles” en su propio país.

Un día estamos conversando con Damián, un profesor de lucha libre y campeón olímpico, que conduce un bici-taxi para llegar a fin de mes. Mientras hablamos de Cuba y de España, de sus problemas y los nuestros, le comentamos que si en Cuba hubiera libertad las cosas serían muy diferentes.

- ¿A que se refieren exactamente cuando dicen que aquí no hay libertad? – pregunta Damián sorprendido.

Pues a todo... A la libertad de expresión y al acceso a Internet.  Pero sobre todo a poder salir de país, y poder regresar. A todo eso – contesto yo, sorprendido a mi vez por su sorpresa.

Bueno, pero es que hay cosas que no pueden ser de otra forma. Cuba se gasta mucho dinero en formar a profesionales que son reconocidos en todo el mundo por su calidad. Los médicos cubanos, los ingenieros, los profesores son muy buenos. Si se permitiera que salieran, se irían todos y Cuba estaría pagando su educación para que los utilicen en otros países.

Seguimos conversando un rato pero nos quedamos anonadados. No es la primera vez que oímos ese razonamiento y lo cierto es que no le falta cierta razón. Pero eso no es excusa para nada. Eso pasa en todos los países con un estado del bienestar fuerte, donde la educación es gratuita. Creo que si un estado quiere amortizar su inversión lo que debe hacer es que los profesionales que forma quieran quedarse, que no tengan que emigrar. Si se les obliga a quedarse, entonces se podría decir que la educación ya no es gratuita, se paga un precio muy alto por ella: ¡la libertad! Es curioso como Damián tenía tan interiorizado el mensaje oficial, la excusa del gobierno, para justificar la prohibición de viajar., que lo veía como algo razonable y normal.

NOTA: Poco antes de publicar esto nos enteramos de una buena noticia. Ahora los cubanos pueden viajar sin tantas restricciones y durante dos años al extranjero.