Descubriendo el barrio de Baljeet Nagar

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Delhi, 12-11-2011

Sonu y Raju, nuestros supuestos couchsurfers, nos reciben en su casa y tenemos la oportunidad de conocer un poco mejor lo que están haciendo para ayudar a su vecindario. La entrevista con Raju es breve aunque interesante. Sonu nos dedica más tiempo y nos explica los problemas con los que se encuentra la gente de la zona y cómo ella está realizando su sueño de ayudarlos junto a su marido. El escuchar tantas historias tristes y cómo una persona intenta transformar esas vidas en algo mejor gracias a la educación nos hace soltar alguna lágrima. Mayte no puede ni hablar en ciertos momentos.

Esa misma noche, después de cenar algo en el piso, estamos charlando con Mehar y con un par de couchsurfers belgas. Uno de ellos, Simon, es un huérfano de origen indio que se crió en un orfanato de la Madre de Teresa de Calcuta y que ha vuelto a la India buscando sus raíces. Mientras conversamos, oímos música y jaleo en la calle. ¡Parece una fiesta! Mehar accede a acompañarnos aunque un poco receloso porque no sabe exactamente qué fiesta es y está preocupado por si pasa algo.

Cuando bajamos, nos encontramos con un altar lleno de luces, velas y guirnaldas de flores rodeando figuras de varios dioses. La gente está sentada en la calle, cantando, dando palmas, algunos bailando al compás de rítmicas canciones religiosas. En estas situaciones no podemos evitar sentirnos un poco intrusos. ¿Será una falta de respeto entrar? ¿Les molestará que mire? Pronto aprenderemos que en India, en cuanto te preguntas eso, no pasan 10 segundos sin que alguien te invite a entrar y a participar. Nos quitamos los zapatos, norma básica en todas las casas y lugares espirituales de India, y nos sentamos entre la gente. Pero ahí no acaba todo: unos minutos después nos invitan a bailar delante del altar con ellos, mientras algunas personas pasan billetes por encima de nuestras cabezas a modo de bendición y luego los ofrecen como donativo a los dioses. Es un momento muy emocionante, en parte porque resulta totalmente inesperado y porque es la primera ocasión que vivimos algo así. En un momento de la fiesta, el cantante hindú que cantaba canciones hindúes, ha cantado una canción de la religión minoritaria Sij y para ello se ha cubierto la cabeza como signo de respeto hacia la otra religión. Toda una lección de convivencia.

Ya en casa, antes de dormir, comentamos que es bonito ver como conviven diferentes etnias y religiones en este país tan acostumbrado a las diferencias y los contrastes desde siempre.

Nuestros días en India empiezan a parecer una montaña rusa: en un mismo día pasamos de ver algo realmente triste a estar felizmente emocionados.