Dharamshala, el pequeño Tíbet

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Dharamshala, 10-12-2011

El viaje desde Jalandhar fue bastante largo, pero estuvimos entretenidos porque muchas personas se acercaban a hablar con nosotros: un chico muy interesado en el modo de vida occidental, unos estudiantes que, literalmente, nos rodearon y nos observaban curiosos mientras hablábamos con uno de ellos. ¡Otro nos pidió un autógrafo y todo! Incluso antes de subir al tren varios chicos se pusieron a hablar con Javi y nos ofrecieron su ayuda para lo que necesitáramos. La gente del Punjab no deja de sorprendernos con su hospitalidad y generosidad.

Teníamos que hacer noche en Pathankot antes de seguir nuestro camino hacia Dharamshala, y cuando llegamos allí, ya de noche, nos estaba esperando uno de los chicos que conocimos en la estación para acompañarnos a un hostal bastante decente donde pasar la noche.

A la mañana siguiente queríamos haber cogido un tren que, por lo que habíamos leído, era bastante lento aunque tenía unas vistas espectaculares de las montañas. Lamentablemente, no estaba en funcionamiento por un desprendimiento durante las últimas lluvias y al final tenemos que ir en bus hasta Dharamshala.

Concretamente llegamos hasta McLeod Ganj, una zona de la ciudad que está un poco más arriba, en la montaña, y es donde se encuentra la residencia del Dalai Lama en el exilio.

En cuanto bajamos del autobús, los dos tenemos la sensación de estar en otro país. Los rasgos faciales de la mayoría de las personas que viven allí son claramente más orientales. Son tibetanos o hijos de tibetanos exiliados, que llegaron aquí huyendo del opresivo régimen chino.

Esta no es la única diferencia que encontramos. La ciudad está mucho más limpia y cuidada, cosa que nos alegra. Más aún teniendo en cuenta el entorno en el que se encuentra. McLeod Ganj está rodeado de altas montañas, ya que aquí empieza la cordillera del Himalaya. Muchos trekkings  Por la ciudad, nos cruzamos continuamente con monjes llevando sus túnicas rojas, mujeres tibetanas con el traje tradicional... algunos van rezando o recitando mantras. Esta tranquilidad sólo se rompe por culpa de los coches que, como en toda la India, tocan el cláxon continuamente, sin motivo alguno.

Pero antes de seguir descubriendo esta ciudad tenemos que buscar un hotel. Los precios son más caros de lo que esperábamos y muchos hostales están llenos. Finalmente, Javi encuentra una habitación tipo pisito, con baño, cocina, tele... ¡No está mal por 350 rupias! (unos 5 euros). Es como si fuera la casa de alguien, toda decorada con imágenes de Buda, fotos del Dalai Lama... ¡El único problema es que hace mucho frío!