¿Duro? Esto no es duro...

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Medellín, 15-1-2013

Hay gente que nos dice: “En vuestro viaje estaréis viendo y viviendo situaciones muy duras”. Y es cierto.

Hemos visto centenares de personas durmiendo en las calles de New Delhi.

Hemos visto a muchos mendigos, casi siempre con alguna amputación o problema físico, pidiendo limosna en estaciones de metro.

Hemos tomado un té en la casa de una anciana que casi no puede caminar y que vive en las montañas de Nepal, a más de 4000 metros de altura y que seguramente nunca ha tenido ni tendrá acceso a un médico.

Hemos entrado en un slum de Varanasi, con las chabolas rodeadas de basura, los niños harapientos, las familias sin recursos... Hasta ahora esto había sido lo más duro para mí.

Pero lo de hoy lo ha superado todo. Pocas historias puede haber tan desgarradoras como las de los niños soldado. Hoy ni siquiera hemos hablado con ellos, sólo con las personas que trabajan con este colectivo. Y eso ha sido más que suficiente para dejarme tocada y con una sensación de opresión en el pecho durante todo el día.

Esta mañana hemos ido al CAE Don Bosco, el centro donde atienden a niños y jóvenes que pertenecieron a grupos armados (como las FARC, los paramilitares o las “bacrim”). Aquí reciben una atención integral que les ayuda a recuperarse emocionalmente, a retomar sus estudios y a aprender un oficio con el que puedan desenvolverse al salir del centro.

Gloria (trabajadora social), Diego (pedagogo) y Olga (coordinadora) del Centro de Atención Especializada Don Bosco, en Medellín, nos han hablado de su trabajo con niños, jóvenes y adultos que han participado en la lucha armada. Personas que quieren dejar atrás esa etapa pero que a veces no pueden. Hombres que, cuando ya empezaban a remontar, fueron asesinados por el mismo grupo al que pertenecieron tiempo atrás. Niños que nunca quisieron vivir esa vida, pero fueron obligados a hacerlo. Jóvenes que no tienen en el mundo a nadie más que a sus compañeros del centro y a sus educadores. ¿Cómo te enfrentas a eso? ¿Cómo ayudas a un niño que ha vivido cosas que tú no eres capaz de imaginar?

Próximamente escribiremos uno o varios artículos acerca de este tema. Ahora simplemente necesitaba exteriorizar estos sentimientos...

Aunque realmente lo que quería decir cuando empecé a escribir no era esto. Lo que quería decir es que ver esta realidad, escuchar las historias de estas personas durante algunas horas, acercarnos un poco a sus vidas... esto no es duro.

Lo duro es trabajar con estos chicos y chicas día tras día, como Gloria y sus compañeros del centro. Enfrentar con ellos el rechazo de la sociedad y a veces incluso de sus propias familias, ayudarlos a reconstruirse, a superar esa etapa de sus vidas.

Y esto tampoco es tan duro. Lo realmente duro es lo que han vivido esos chavales que más tarde hemos visto jugando, charlando o escuchando música en el patio del centro. Dura es la historia de ese joven que acaba de llegar al centro y que hace un par de meses estaba luchando en las montañas. Dura es la experiencia que han vivido esos niños y jóvenes a los que les han obligado a luchar, a matar. Duro es haber podido escapar de aquello a veces poniendo en peligro sus propias vidas, y llegar a este centro, y librar ahora otra lucha diferente: la de tener una vida normal, la de volver a ser ellos mismos.

Pero, como siempre, intentamos ver la parte positiva. En este caso, por una parte, tenemos la historia de algunos chavales que han logrado dejar eso atrás, retomar el control de sus vidas, y que ahora tienen su propio negocio o están estudiando en la universidad. Por otra, el gran corazón de las personas que trabajan con ellos, el amor y la dedicación que demuestran sus actos y sus palabras. Eso es precioso, y hace falta mucha gente como ellos.

Nosotros sólo pasamos de puntillas, y lo menos que podemos hacer es recoger sus historias y contarlas.