El futuro de Cuba
Que algo esta cambiando en Cuba es innegable. Nos lo han contado y lo hemos visto. Desde que Fidel, debido a su enfermedad, dejó paso a su hermano Raúl, han comenzado a verse ciertas aperturas.
Hoy en día, y desde hace muy poco, se permiten algunos negocios privados, cosa antes impensable en un país donde todo pertenece al estado y casi toda la población trabaja para él. Ahora se pueden montar pequeños restaurantes o “paladares” y casas para alojar a turistas (inspeccionadas y aprobadas por el gobierno), se pueden tener taxis y transportes privados bajo ciertas condiciones.
Alejandro nos comentaba un día que sería mejor si se decidieran a abrir más la mano y decir los negocios que están prohibidos en lugar de decir los que están permitidos. Sería mucho más fácil así. En cualquier caso, este, a pesar de ser un cambio muy tímido, es un cambio importante.
Por supuesto que estos negocios pagan unos impuestos muy elevados, a veces independientemente de los ingresos que se tengan, lo cual hace difícil ponerlos en marcha, pero es un principio. Esta pequeña apertura al capitalismo da oportunidades para mejorar su situación a algunas personas. Es cierto que estos “cuentapropistas”, como los llaman aquí, vive mucho mejor que sus compatriotas, lo cual empieza a crear diferencias sociales más evidentes que las que hasta ahora existían en el país (por mucho que el sistema lo negara, no hay duda de que existían ya desde antes).
Otro cambio que se percibe es que la gente ahora habla de política y critica al gobierno con un poco menos de miedo. Parece que se ha aligerado un poco la presión y eso se nota. Al cubano siempre le ha gustado hablar de política. El único cubano que encontré que me dijo que no le gustaba hablar de política (prefería hablar de mujeres y ron) fue el peluquero que me cortó el pelo en el barrio donde vivíamos. Lisandro nos contó una anécdota muy graciosa sobre esta pasión del cubano por la política... En un taller de la zona siempre llegaban los clientes y se producían escenas como esta:
-¿Como va la cosa? – decía alguien de forma casual al llegar al taller.
- Bueno... no va mal, pero ayer dijeron que detuvieron a Ronaldo por vender pan en el mercado negro... – comentaba otro cliente.
- ¡Aaah! Es que cada vez está peor la cosa. Dicen que el Fifo va a anunciar cambios y ...
Al día siguiente:
- ¿Como va la cosa?
- Muy mal. Mira que ayer llegó no pasó la guagua en todo el día.
- ¡Es que esto cada vez está peor! Como no cambie la cosa no se que vamos a hacer. El gobierno no hace nada y ya no podemos seguir así...
Y todas las conversaciones acababan en política, provocando los sudores del propietario del taller, asustado por si alguien oía algo inconveniente o por si se enteraba el CDR. Hasta tal punto llegó el miedo del dueño del taller que un día se decidió a colgar un cartel en la puerta que decía: “Prohibido hablar de la cosa”.
Esta anécdota me encantó porque dice mucho del carácter cubano, de su gusto por hablar de política, del miedo que le da que ser escuchado por alguien que no debe... ¡y de su sentido del humor!
Otro cambio que se nota también en los últimos tiempos es que hemos podido pasear por las calles con nuestros amigos cubanos sin que se nos acercara ningún policía. Tan solo tenemos problemas un día que, paseando por el malecón, se acerca a hablar con nosotros un raro espécimen de cubano-rastafari. Entonces viene un policía que lo quiere identificar y como nos imaginamos que está fichado, dada su forma de vida y el país donde vive, conseguimos convencer al policía de que lo hemos llamado nosotros para que nos haga una foto. Finalmente lo deja en paz. Lo cierto es que su objetivo era liarnos para llevarnos a una fiesta reggae, pero tampoco estaba haciendo nada malo, de hecho fue bastante simpático. Cuando le decimos que hemos estado varias semanas en San Miguel del Padrón nos dice “Buaaa, ¡entonces ustedes son más cubanos que yo!”. Esta fue la única situación de este tipo que que vivimos, sin embargo, por lo que hemos leído de otros viajeros y lo que nos han contado, antes esto era de lo más habitual.
También se ven ciertos cambios respecto a la censura. Ya se pueden encontrar escritores que antes estaban en la lista negra por motivos políticos o, simplemente por ser homosexuales. Es el caso de Virgilio Piñera que ahora está presente en las librería cubanas y cuyos libros era difícil encontrar en el país.
Y es que el asunto de la homosexualidad parece que también está cambiando. Ahora se pueden ver fácilmente homosexuales y travestis por el Vedado , el malecón, en las guaguas... Siguen siendo mal vistos, pero parece que al menos ya no son perseguidos y detenidos como antes.
Todos estos cambios, junto con el sentir de la población que hemos percibido, en particular en los jóvenes, me recuerda mucho a la situación previa a la transición en España. Yo era un niño y no recuerdo nada de esa época. Pero lo que he oído, leído y visto en documentales me trae a la cabeza la misma sensación de que es imposible que este régimen continúe tras la muerte de Fidel y de su hermano Raúl. Una vez caiga la vieja guardia caerá el régimen. No veo cómo podría continuar sin el sustento de la figura casi mítica de Fidel, que se ha convertido en un símbolo para Cuba. Creo que ni los más disidentes pueden negar la importancia histórica de su persona, su carisma y su personalidad. Tengo la sensación de que solo él y su heredero Raúl, mucho menos querido y respetado, pero histórico al fin y al cabo, son lo único que evita la desintegración del sistema.
Curiosamente parece que los cubanos no tienen esa percepción del futuro y no ven las cosas de la misma manera. Un día hablando con un amigo de mediana edad, le comentaba yo mi sensación acerca de ese cambio inevitable y el me respondía:
- ¿De verdad lo cree? A mí me parece casi imposible, un milagro. Ójala sea así y yo viva para verlo... – me dijo con una sincera esperanza en la voz.
Hasta ese punto llega la resignación y la convicción de esta pobre gente. Creen que no se pueden cambiar las cosas y es que llevan viviendo bajo esta dictadura bastantes más años de los que vivimos los españoles bajo el yugo de Franco.
Un día vemos con Alejandro un documental sobre la nueva juventud cubana. Se llama “Los Nietos de la Revolución” y muestra a varios jóvenes de muy diversos tipos. Algunos de ellos están pasando la noche en el Parque G, antiguo reducto de los hippies en La Habana y que hoy es tomado por legiones de jóvenes “alternativos” cada fin de semana. Otros son cantantes de nuevos grupos de música cubanos de hip-hop contestarario como “Los Aldenanos”. Otros son exiliados políticos o blogeros famosos por sus críticas al sistema como Yoani Sánchez.
La conclusión final es inquietante. Los jóvenes normales, los de a pie, muestran un descontento y una frustración muy similar a la que se podría ver en España. Yo habría esperado una actitud más rebelde, más idealista y constructiva, pero no. Lo que hay son quejas pero no se les ve muy dispuestos a luchar por cambiar las cosas y ni siquiera se ve que tengan algún ideal al que acudir. Hay un vacío. Creo que lo puedo comprender... Cuando la única motivación para cambiar las cosas es comprar ropa de marca y parecerse a los irreales personajes de la televisión americana ¿cómo puede alguien luchar y estar ilusionado? No es un cambio que suponga perseguir unos ideales, un mundo mejor. Da la sensación de que tan solo quieren parecerse a nosotros, sin saber lo malo que hay en nuestras sociedades, que no es poco. Las luces y los flashes de los países “desarrollados” les ciegan y nos les dejan ver sus miserias. Pero claro, eso es parte del sistema, es parte del plan.
Todo esto nos hace pensar que Cuba es un caldo de cultivo perfecto para el aterrizaje del capitalismo radical. Lo recibirán con los brazos abiertos y cuando este se una a la corrupción generalizada que hay en el país, que va desde las más altas instancias hasta el obrero más humilde, se creará un sistema que me da miedo. La transición en Cuba es inevitable, creo yo, pero se puede hacer de muchas formas. Lo más fácil es que se haga mal, como en los países de la antigua Unión Soviética, donde entraron las grandes empresas, ayudadas por los antiguos dirigentes, a saquear el país antes de que se pudieran proteger los bienes colectivos con leyes adecuadas. Otro ejemplo de cómo coger lo peor de cada mundo es lo que está ocurriendo en China, país que, a pesar de ser una dictadura que no respeta los derechos humanos y es mucho más brutal que la cubana, recibe muchas menos críticas y está mucho mejor vista en los medios occidentales. Por supuesto no hay ningún bloqueo para China. Y es que este país asiático es un gran negocio, un gran mercado y está dispuesto a comerciar con nosotros. Lo demás parece no importar en ese caso.
Aunque también se podría hacer bien. Pienso que es viable una sociedad en la que exista libertad de expresión, libertad de movimientos y en definitiva, en la que respeten los derechos humanos y que, a la vez que permite la iniciativa privada real, prohíba la especulación con los bienes y servicios básicos para la sociedad como la vivienda, la alimentación, las prendas básicas de vestir, la electricidad, el agua... Estos son sectores en los que no cabe primar el beneficio económico sobre el derecho a su disfrute y por lo tanto deben ser públicos como ya lo son en Cuba, pero eficientes, no como en Cuba. Otro sector que debería ser vigilado (que no controlado) por el estado son los medios de comunicación masivos, que deberían proporcionar un servicio público por el bien de la sociedad y ser plurales, libres y diversos en ideologías. Nada que ver con los medios españoles ni con los cubanos actuales: unos no tienen nada de servicio público ni de independencia y los otros son a veces un servicio público dedicado a promover la educación y la cultura (hay que reconocerlo), y otras veces son una máquina de propaganda de la peor calaña.
En todo lo demás se puede dejar libertad para que la gente cree sus negocios y dedique sus energías a ellos. De esta forma el que se conforme con lo básico podría tener una vida digna con un trabajo que le dejaría tiempo para disfrutar de su vida y su familia, cosa muy difícil hoy en Europa, y el que lo desee podría montar una empresa o trabajar más horas para tener todas las comodidades que desee, todo aquello que quiera. Uniendo esto a los servicios públicos que ya funcionan bien como la educación y la sanidad y que por supuesto habría que conservar a toda costa, se tendría una sociedad mucho más justa y avanzada que la nuestra.
Este tipo de sociedad libre y justa basada en una economía mixta se puede conseguir partiendo de la nuestra o de la cubana pero, lamentablemente, parece que la nuestra se va radicalizando, yendo en sentido contrario, mientras que la cubana va en el sentido correcto y va a cambiar mucho más en los próximos años. Espero que no se pase de ese bendito punto medio y que no se convierta en una copia más de las mal llamadas sociedades desarrolladas.
Cuba es una oportunidad para el mundo. Es un país lo suficientemente singular y orgulloso de sus diferencias como para querer mantener lo bueno de su sistema y coger lo bueno del nuestro. Si lo consiguen serán un ejemplo y una esperanza para el mundo. El futuro dirá.
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primavera con una esquina rota
EXILIOS
(Adiós y bienvenida)
Holweide es un barrio de Colonia, en la República Federal de Alemania. Mejor llamémosla Köln, para que no se la confunda con la del Sacramento. En Holweide, pues, se afincó (con un carácter provisional que ya acumula siete años) una familia uruguaya, es decir Olga y sus tres hijos, que en 1974 eran sólo niños y ahora son adolescentes. Familia incompleta, ya que el padre, David Cámpor, estaba preso en Uruguay desde 1971. En el logro de su libertad obtenida en 1980, fue decisivo el papel desempeñado por la escuela en que estudian los tres muchachos: Ariel, Silvia y Pablo.
Según los Cámpora, “Holweide es un barrio proleta, un trozo de pueblo alemán. Hay de todo: gente trabajadora y marginados sociales, plazas de deportes, negocios pequeños, viejas simpáticas y viejas chismosas, varias iglesias, un par de bancos, una escuela piloto sumamente progresista, gente sencilla en fin”.
“La escuela se inauguró”, me cuenta Olga, “justo cuando los gurises empezaron a ir. Ahora tiene unos mil doscientos alumnos. En la actividad desplegada por la libertad de David participaron padres, maestros, alumnos, la directora de la escuela y hasta el propio Ministro de Educación, quien reconoció que para esa escuela los derechos humanos eran algo más que una clase teórica. Se creó una Comisión Cámpora y nos reuníamos quincenalmente para cranear qué nuevas cosas hacer. A veces pensábamos que ya no se podía hacer nada más, pero siempre surgía una idea nueva”.
Se llevaron a cabo varios actos por Uruguay. En el primero de ellos la escuela convocó una asamblea de padres para informarles sobre la situación de David y consultarlos acerca de qué se podría hacer. “Esperábamos que asistieran unos treinta”, dice Olga, “pero, ante nuestra sorpresa, concurrieron quinientos, y de ahí surgió la idea de hacer una demostración frente a la Embajada uruguaya. Contrataron autobuses, hicieron colectas y hasta hubo que pagar seguro por los niños, ya que la manifestación implicaba sacarlos de Köln y trasladarlos a Bonn. Hubo niños que contribuyeron a la financiación con parte de su asignación mensual. El costo total fue de 4000 marcos y participaron más de 800 personas. Aquí eso representa mucho, sobre todo si se tiene en cuenta que los niños más pequeños debían ir acompañados por sus padres o traer una autorización escrita. Así se inició una serie de actividades. Fueron enviadas al gobierno uruguaya 20000 cartas, con otras tantas firmas, y se logró la participación de trece escuelas de la ciudad. Se publicaron artículos en la prensa y el caso Cámpora se fue conociendo y a la vez encarando como cosa propia. Buenas madres de familia que nunca habían repartido un volante, ahora juntaban firmas en la calle y explicaban lo que ocurría en Uruguay. Hubo unas pocas que decía “Si está preso, será por algo”, pero más bien constituían una excepción”.
Aquella solidaria comunidad vivió con la familia todas las alternativas, tanto las esperanzas de salida como las negativas tajantes de la dictadura. “Por fin, y antes de que el propio David, nos enteramos de que su libertad era inminente, y la directora de la escuela nos consultó para ver qué podíamos hacer cuando llegara, ya que muchos padres querían ir al aeropuerto. Eso estaba claro: quienes tanto habían hecho por su libertad tenían todo el derecho de compartir nuestra alegría. Me adelanté hasta Frankfurt para prevenir a David, ya que él, por razones obvias, ignoraba la magnitud de lo realizado. Luego, en el aeropuerto de Köln, lo esperaban 300 personas: niños con dibujos, flores y manzanas de regalo, y también muchas lágrimas”.
Se resolvió entonces hacer una gran fiesta en la escuela, así “todos iban a poder ver y tocar a David, que era su logro, su conquista, el resultado de su trabajo solidario. Por supuesto, antes hubo que recauchutarlo”.
La fiesta tuvo su parte oratoria. Habló la doctora Focke, 65 años, de la guardia vieja de la socialdemocracia; en cierto modo ella es algo así como la garantía moral de David en Alemania. “En realidad”, dice Olga, “es nuestra madrina protectora”. También hablaron la directora de la escuela, un delegado de los padres (“obrero de la construcción y uno de los mejores amigos que tenemos aquí”), un alumno (“que se ha convertido en un brillante político”) y una delegada de los maestros. Luego David debía agradecer en sólo cinco minutos, pero con la traducción (hecha por Silvia, su hija) se fue a ocho. Y finalmente hablaron un diputado, el burgomaestre de la ciudad y (como también habían sido invitados los distintos grupos que trabajan por América Latina) una delegada del FDR salvadoreño. “Y ahí nomás empezó el baile con una orquesta integrada por trabajadores italianos. En fin, gran cayengue, con comida, bebida, llantos, etc.”.
Estas son las palabras que pronunció David Cámpora ese 20 de marzo de 1981: “Esta noche tiene una especial significación. De alguna querida y extraña manera hemos venido a despedirnos y también a darnos la bienvenida. Nos estamos despidiendo, sin tristeza, de un hombre que estuvo preso nueve años. Que estuvo preso por negarse a cruzar los brazos cuando su pueblo tuvo hambre, dolor e injusticia. Nos estamos despidiendo, sin olvido, de una experiencia muy dura, un poco larga, pero enormemente valiosa. Todo preso político debe agradecer a sus carceleros que le confirmen, en los hechos y sobre su persona, la validez de sus convicciones, la razón de sus pasos. Nunca un hombre está más seguro de lo que hace, que cuando un dolor prolongado no logra quitarle el aliento y derrotarlo. Nos estamos despidiendo de una situación, pero conservaremos de ella prolija memoria. Hoy también damos la bienvenida a un padre en esta escuela. Tres hijos y una esposa me han traído de la mano; quieren mostrarme la excelencia que anida en los seres humanos. Hombres y mujeres del pueblo capaces de entregar y entregarse. Es un padre emocionado, que se siente en su propia casa, el que hoy pide decirles “hola” y preguntarles dónde vamos juntos. Siento dentro mío que esta fiesta es algo especial, muy distinto a todo, algo nuevo e importante. Tan pero tan importante, que no soy capaz de decir las palabras exactas que debiera. Tan pero tan nuevo, como siempre resulta la calidez de la gente volcada hacia afuera, de la gente que se ha puesto a querer a los otros. También hay aquí grandeza en esta noche. Hay la necesidad imperiosa de seguir haciendo, de seguir pudiendo. Necesidad que brota de lo logrado. Porque ustedes pudieron. Pudieron más que la brutalidad de una dictadura, más que el empecinamiento y el odio de los carceleros, más que la pereza y la comodidad de la vida para sí mismos. Ustedes pudieron y yo estoy aquí como prueba del poder de ustedes. Prueba, pero no medida. Porque no hay medida que pueda abarcar todo lo que se vuelve posible para la gente que se ha puesto en el poder. Me atrevo hoy a tomar las voces de mis tantos hermanos presos, a representarlos cabalmente, para decirles: muchas gracias por no dejarnos solos, muchas gracias por querernos tantos. Para pedirles que empecinen su solidaridad hacia América Latina, continente que está comprando con sangre su derecho a ser libre. Podemos esta noche hablar de prisión y muerte sin perder la alegría. Porque nuestra alegría es la del triunfo militante, porque nuestra fiesta es la del esfuerzo combatiente. Estamos felices porque sabemos asumir el dolor de los demás. Lo que ustedes me han dado, no hay forma adecuada de agradecerlo. A ustedes debo el aire libre, y la luz, las calles y las voces, el sueño y los libros. Ustedes me han devuelto mis hijos y mi esposa: mi lugar de cariño, mi permanente ternura. Me avergüenza estarles hablando, diciéndoles cosas. Lo único que tengo para transmitirles es mi fe en el hombre y mi opaca sabiduría de preso. Precisamente a ustedes, empecinada gente buena, que acaban de realizar lo imposible. Ustedes que saben y pueden. Es para ustedes la fiesta, para ustedes el agasajo. Y soy yo quien los aplaude y abraza”.
Los alemanes lloraron, y los latinoamericanos ni qué decir. No era para menos. Según cuenta Olga (porque David es muy discreto) “una muchacha se le abrazó y le acarició la espalda durante un largo rato, agradeciéndole lo mucho que le había dado”. Después de todo, la muchacha tenía razón. Sin saberlo ni proponérselo, David había brindado a esa colectividad la excepcional ocasión de expresar lo mejor de sí misma.
Mario Benedetti, “Primavera con una esquina rota”
Aunque por desgracia yo trabajo en un instituto completamente diferente a éste, Holweide existe, o existió, y demuestra que esa otra escuela es posible... y que es el punto de partida para aprender a vivir de otro modo.
Un abrazo,
Elena
Futuro en Cuba
Totalmente de acuerdo con el articulo, es preocupante la frustacion y resignacion de la poblacion en Cuba en cambiar las cosas y por otra parte tambien muy preocupante el aterrizaje del capitalismo voraz en el pais debido al nivel de corrupcion del pais.
Un saludo
Jose Luis . 1º Integracion Social , Catarroja
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