El río San Juan de Nicaragua: 5 siglos de historia en 7 días (Parte I)

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De San Carlos a El Castillo, del 28-9 al 2-10-2012

San Carlos: el comienzo del río San Juan y de su historia

El lago Nicaragua o Cocibolca es un inmenso mar de agua dulce que ocupa casi el 7% de la estrecha franja de tierra entre dos océanos que se llama Nicaragua. Y el lago tiene un desagüe, el río San Juan, que lleva sus aguas hasta el mar Caribe recorriendo 200 km de jungla. Quizás el río podría haberse dirigido hacia el Pacífico, a menos de 20 km del lago, pero los caprichos de la geografía hicieron que el agua tomara el camino más largo. Este hecho tan fortuito ha determinado la historia de Nicaragua y quizás su futuro también.

La decisión del agua de viajar hacia el Atlántico también ha cambiado la ruta de nuestro viaje. El río San Juan, el Amazonas de Centroamérica, me atraía desde hace un tiempo por el mismo motivo por el que me atraían las islas de Solentiname: por su historia y su belleza. Al principio no pensábamos siquiera  acercarnos a él. Es un lugar remoto, complicado y simplemente no estaba en nuestro plan de viaje. Pero finalmente decidimos seguir el río hasta su desembocadura.

Cuando llegamos a San Carlos aún es muy de mañana. Salimos del tranquilo archipiélago de Solentiname, en el lago Nicaragua, antes del amanecer y en dos horas ya estamos llegando al puerto de este pequeño pueblo situado en el extremo sureste del lago. Nuestro siguiente destino es El Castillo, un pueblo que queda río abajo. Para llegar allí se puede utilizar una barca rápida o la panga colectiva, que tarda mucho más y es mucho más barata. Nosotros hemos escogido la segunda opción, por supuesto. Disponemos de varias horas antes de que zarpe, lo cual nos permite recorrer el pueblo.

El río San Juan no es un lugar muy turístico, al menos no lo es de momento. Parece que el gobierno sandinista quiere cambiar eso y precisamente hoy se inaugura aquí una feria de turismo para promocionar el área, aunque no vemos ningún turista por los alrededores. A pesar de que el típico usuario de “resort con todo incluido” se espantaría en caso de tener que recorrer el río al modo local, lo cierto es que las dificultades que uno se pueda encontrar no son para tanto si se comparan con las de otras épocas. La primera navegación completa del río San Juan la realizó un capitán Español que salió de aquí, de este mismo lugar, hace casi 500 años con 139 hombres. Tan solo llegaron 9 con vida al mar Caribe, pero demostraron que el río era navegable.

Cuando uno escucha estas historias no puede evitar pensar que los hombres de aquella época estaban hechos de otra pasta. Hoy nos parece una aventura recorrer estos parajes con nuestras mochilas y uno no puede evitar sentirse ridículo al comparar. Pero aquellos eran otros tiempos y nosotros nos tenemos que contentar con seguir las huellas de esos verdaderos aventureros.

Dejamos las mochilas en un hotel con cualquier excusa y, ya libres de sobrepeso damos una vuelta por el pueblo. Es el típico pueblo de Nicaragua, con un mercado, una calle principal, que discurre paralela al río en este caso, multitud de pulperías o pequeñas tiendas,  vendedores voceando... pero tiene algo distinto que tardamos un tiempo en detectar: hay casas de 2 y hasta 3 pisos, cosa insólita en una Nicaragua aterrorizada por los frecuentes y devastadores terremotos que la sacuden periódicamente.

Decidimos subir a la antigua fortaleza que queda en la parte alta del pueblo. Es la primera ración de historia que nos proporcionará este recorrido. El primer asentamiento colonial en este lugar data del año 1.526. Poco antes se había fundado en la otra orilla del lago la ciudad de Granada, que sería una de los más importantes asentamientos coloniales de América.

Pero no fue hasta 1.666, ya en el actual San Carlos, cuando se comenzó a construir una fortaleza en el lugar que ahora pisamos. El motivo es fácil de entender: un año antes el famoso pirata Henry Morgan había pasado por este mismo punto antes de cruzar el lago para destruir la ciudad de Granada. Acompañado de sus hombres, dejó sus barcos en el Caribe, junto a la desembocadura y remontó el río San Juan en canoas de madera, remando por la noche y durmiendo por el día para evitar ser detectado por los españoles. Una vez en el lago, lo atravesaron y en un solo día saquearon e incendiaron la importante ciudad colonial de Granada. Huyeron de allí con una enorme cantidad de oro y regresaron por donde habían venido hasta llegar a sus barcos. Era la época dorada de la piratería.

No queda mucho de la construcción que los españoles situaron en este punto estratégico, donde comienza el río. Se han realizado labores de restauración pero hay que hacer un esfuerzo mental para recrear el antiguo fuerte español. Lo mejor del lugar son las vistas: al Oeste queda el lago y al  Sur se ve el comienzo del río San Juan, que comienza su recorrido hacia el mar.

Hoy se inaugura una exposición fotográfica en las paredes del recinto. La temática nos interesa y algunas fotografías nos impactan. Se trata de una exposición itinerante para concienciar sobre el deterioro de la naturaleza en Nicaragua. Las imágenes muestran escenas de basura en bellos parajes naturales o en lugares públicos. Invita a la reflexión y pasamos un rato recorriendo la exposición mientras esperamos que nuestro recorrido por el río no nos depare escenas como estas.

Poco antes de la salida de la panga recogemos nuestras mochilas, sacamos algo de dinero del último cajero que veremos en mucho tiempo y nos dirigimos al embarcadero apropiado. Nos acomodamos y nos preparamos para adentrarnos en el río con algo de comida callejera en las manos.

Navegando por el río San Juan: la naturaleza y el progreso

El trayecto hasta El Castillo es tranquilo y apacible. El agua corre de forma suave ayudando a la panga a deslizarse en dirección al mar. Delante de nosotros una anciana observa el horizonte apoyada en la borda ¿Cuantas veces habrá recorrido este camino? El paisaje no habrá cambiado demasiado desde su niñez. Quizás antes había más jungla, sobre todo en la orilla sur, que delimita la frontera de Nicaragua con Costa Rica. Es curioso el contraste que se observa entre las dos márgenes: la de Nicaragua más virgen y la de Costa Rica consistente en su mayoría en pastos para el ganado. Algunos dirán que Nicaragua ha sabido conservar la naturaleza y otros dirán que ha olvidado a esta región excluyéndola del desarrollo. Probablemente las dos tengan parte de razón.

Al rato de salir pasamos junto a las obras de un enorme puente que se está construyendo sobre el río. Hasta ahora la única forma de cruzar el río era en barca. Cuando el puente esté en funcionamiento los coches (casi inexistentes por aquí) y los camiones podrán cruzar de un lado al otro y es de esperar que de esta forma el cercano paso fronterizo de Los Chiles se vea revitalizado. Hasta ahora era necesario coger un barca para cruzar desde San Carlos a Costa Rica.

Seguimos recorriendo las marrones aguas del río. Vemos multitud de patos, garzas y otras aves que sobrevuelan el río a una velocidad vertiginosa. mientras prácticamente tocan el agua son sus plumas.

En algunos puntos, alguien se levanta y le hace una seña al hombre que se encarga de cobrar. Al momento la panga para en medio de ninguna parte y se baja una mujer, un hombre o una familia completa. No hay embarcadero, ni camino, ni signo alguno de civilización. Sólo la selva. La barca se aleja y nosotros miramos a los recién desembarcados mientras pensamos ¿dónde vivirán?

Cuando llevamos casi 3 horas de viaje pasamos por Boca de Sábalos, un pueblo maderero que antiguamente se dedicaba al caucho y que es ahora la capital del municipio. En un rato más llegamos a El Castillo. Lo primero que se ve, en lo alto de una loma, es la fortaleza española que da nombre al pueblo y que parece mucho más entera que su compañera de San Carlos.

El Castillo y el Raudal del Diablo

Desembarcamos y comenzamos a buscar un hostal barato, tarea que resulta bastante ardua a pesar de ser temporada baja y de no ver prácticamente a ningún turista. Y es que este es un lugar muy turístico para los cánones del río San Juan. Es probablemente el punto más lejano del río al que suelen llegar los turistas, que aunque no son muchos, si que son los suficientes para permitir que exista un floreciente negocio a su alrededor. De hecho, la mayor parte de la población local reside en Boca de Sábalos y el Castillo ha quedado reducido a un pequeño y tranquilo pueblecito que prácticamente vive del turismo.

Una vez instalados, cenamos unos nacatamales en un restaurante con vistas al “Raudal del Diablo”, nombre que reciben los rápidos que ahora mismo vemos ante nuestros ojos y que son los responsables de que este pueblo esté aquí y de que sobre nuestras cabezas exista una fortaleza española. Los barcos piratas que querían seguir río arriba tenían que parar en este lugar y seguir a pie antes de continuar navegando, de alguna forma, al otro lado. Por ello este era un punto estratégico para la defensa del río y por ello se ubicó aquí la fortaleza.

Comienza en ese momento una fuerte lluvia, se va la luz y continuamos cenando a la luz de una vela que tenemos que mantener a distancia para que los cientos de insectos que acuden a suicidarse en el fuego no se mezclen con nuestra comida.

Al día siguiente Mayte se despierta con fiebre y un resfriado de consideración así que decidimos quedarnos aquí unos días para trabajar y esperar a que se recupere. Aprovecho el primer día para hacer averiguaciones sobre un tema que nos tiene preocupados desde antes de salir de San Carlos: ¿qué vamos a hacer cuando lleguemos a San Juan del Norte, en la desembocadura del río?

Lo cierto es que no queremos desandar el camino hasta San Carlos para volver a Managua. Nuestro objetivo ha sido desde un principio navegar desde San Juan del Norte hasta Bluefields, una ciudad costera del mismo Caribe nicaragüense pero situada más al Norte. Desde allí se puede llegar tras unas horas en panga hasta El Rama, que está conectada por carretera con Managua, o viajar en barco hasta Corn Island, unas islas paradisíacas que también están en nuestro punto de mira.

Cualquiera pensaría que es fácil hacer esta ruta “circular” para no tener que regresar por el río San Juan, pero no lo es. Ya nos habían comentado anteriormente que era una ruta prácticamente imposible, que todo era muy remoto, muy difícil o muy caro o muy peligroso o muy... Pero aún así yo quería intentarlo y Mayte, aunque no muy convencida, accedió. Ahora estoy comprobando que realmente va a ser complicado. Ya he intentado preguntado en el muelle, en algunas tiendas y en otros lugares pero nadie sabe nada. Lo único que me dicen es antes había una panga que hacía la ruta de San Juan a Bluefields, pero que la cogieron con drogas o armas (hay dos versiones) y ya no funciona.

Tampoco es fácil encontrar información sobre esa ruta en Internet, no hay apenas nada. Antes de venir aquí apunté un par de teléfonos que encontré en un foro. El primer teléfono era de un tal capitán Lester, que se supone que lleva un carguero que hace la ruta de tanto en tanto. Parece que ya no funciona el número. Pruebo con el otro número y me sale la canción de “Feliz Navidad, próspero año y felicidad” para amenizarme la espera, a pesar de estar en septiembre. Luego contesta un hombre llamado Jardín. Le cuento mi caso y me pide 500$. Tras varios regateos baja a 100$ lo cual, aun siendo algo caro para nuestro presupuesto, es más barato que desandar todo el camino y llegar a Bluefields por el interior. Lo único que no me convence es cuando dice:

- Venga, vengan que yo les llevo... iremos con una barquita pequeña que tengo y así es más barato ¡Vds. vengan!

Tras despedirme, cuelgo y pienso: “¡Bienvenido al Caribe!”. Y es que el carácter de los habitantes de la zona del Caribe (da igual si son de Nicaragua, Costa Rica o Panamá) es bastante particular. Nada parece preocuparles demasiado y a veces se dan situaciones un tanto absurdas, como esta.

Hemos oído que el mar puede tener olas de varios metros de altura. El chico del foro de Internet viajó en la panga que hacía esta ruta (antes de que encerraran al dueño) y decía que esta daba saltos de varios metros de altura. No nos deja muy tranquilos el ir en una “barquita pequeña”. Pero al menos es una opción.

Tras pasar tres días en El Castillo, Mayte ya se encuentra mejor y decidimos que mañana seguiremos viaje. Los últimos días yo los he pasado escribiendo y haciendo cuentas de los gastos del viaje. Mayte ha estado recuperándose mientras tejía collares y pulseras para vender, así que el día de hoy lo dedicaremos a visitar la fortaleza del El Castillo.

Recorremos la calle principal del pueblo, que se ha desarrollado paralelo al cauce norte del río. Las casas más cercanas al cauce están prácticamente dentro del mismo, sostenidas sobre postes. Casi todas las casas del pueblo son de madera, siempre pintada de vivos colores. Es un típico pueblo fluvial y, según nos cuentan, están acostumbrados a las crecidas, que no les asustan y son celebradas por lo niños con baños y juegos en la calle principal cuando esta se inunda.

Tras subir por un camino empinado llegamos a la fortaleza, que ha sido recientemente restaurada gracias, como es norma en este país, a la cooperación internacional. Aquí ocurre algo habitual para mí: pienso que la restauración ha sido tan completa que le quita algo de encanto a lo que deberían ser unas ruinas. Aún así tanto la construcción como la exposición son muy completas y ayudan al viajero a entender la historia del lugar. Desde este mismo punto lucharon los españoles contra los piratas y los ingleses en multitud de ocasiones. Una de las batallas más conocidas fue la que libraron los defensores españoles contra uno de los marinos más famosos de la historia, el almirante Nelson de la armada inglesa. Aquella batalla fue ganada por el almirante, pero las enfermedades hicieron que la expedición fracasará y que el marino casi perdiera la vida en el intento.

Tras la visita a la fortaleza volvemos al hostal y pasamos un rato charlando con Ronaldo, el propietario, que nos cuenta como él mismo construyó todo el edificio de dos plantas con madera que corta de la jungla. Pasamos el rato hablando de sus hijos, de nuestro viaje y de mil cosas más. Él nos cuenta que también se dedica a llevar barcos río arriba:

- Allí mismo estuvo el barco grande que hace la ruta Granada-Ometepe. Lo tuve esperando varios meses hasta que el río creció y pude pasar el raudal –nos cuenta mientras señala un punto un poco más abajo de los rápidos.

(continúa en Parte II)