Krishna nos cambia los planes

Información
This post is categorized under...
Sections: 
Projects: 
Countries: 
Authors: 

Jaisalmer, 8-1-2012

Al poco de llegar a Jaisalmer conocimos a Luna, el dueño del pequeño hotel donde nos alojamos, y le hablamos de nuestro proyecto sobre la educación. Él enseguida nos contó ilusionado su sueño de crear una escuela para niñas en su pueblo natal, en el desierto. También nos habló de un amigo suyo que había conseguido hacer algo parecido: montar un pequeño colegio con la ayuda de una mujer catalana.

No lo podemos evitar, la India tiene muchas cosas y mucha gente buena, pero nos ha hecho un poco escépticos. No es un país fácil. Hay tanto sacadinero, tanto negocio alrededor de la religión, la espiritualidad, la educación, la cooperación... que de entrada lo ponemos todo en cuarentena. ¿Será verdad? La India es un país de contrastes y hay también mucha, mucha gente sorprendentemente generosa y dispuesta a ayudar a los demás.

Al pasar los días nos dimos cuenta de que sí, que lo que nos contaba Luna era verdad. En esos momentos no puedes evitar sentirte un poco miserable por haber dudado, pero no nos podemos permitir el pecar de ingenuos. La parte buena de esto es que sabemos que las historias que contamos son ciertas, son reales, son de fiar.

Un día, cuando ya llevamos casi 10 días con él, nos dice Luna que ha venido a visitarnos su amigo, el que montó una escuela en su pueblo del desierto. Nosotros salimos a hablar con él con nuestro habitual escepticismo, pero esperanzados y con ganas de saber más. Por una lado pensamos que podía ser una buena historia y por otro pensamos: ¡No! ¡Más trabajo no! Si aún nos falta mucho para ponernos al día... Para bien o para mal resultó ser una buena historia y, claro, más trabajo.

Krishna nos sorprende hablando un español más que decente aunque muy peculiar. Es divertido oírle hablar con un acento que nos recuerda al de los árabes cuando hablan nuestro idioma. En cualquier caso creo que tiene mejor español que nosotros inglés y el lo aprendió en un curso de dos meses y hablando con los turistas. Nos cuenta la dura historia de su vida, la de su familia, nos habla de la guerra de la India y Pakistán, nos cuenta cómo su familia tuvo que dejar su casa para salvar la vida, cómo sus hermanos trabajaron desde pequeños para que él pudiera estudiar, cómo consiguió un título universitario y hablar varios idiomas, cómo pensó que quería ayudar a su pueblo, a los niños, cómo comenzó su proyecto, cómo funciona, todo. Y cada vez nos vemos más cómodos con él. Y cada vez nos gusta más lo que oímos. Lo acribillamos a preguntas. Y cada vez nos gusta más él.

¿Y si trabajamos en esto? Hay un pequeño inconveniente: Balewa, su pueblo, está muy cerca de la militarizada frontera con Pakistan. Para ir allí hay que viajar a Barmer, una ciudad a varias horas de aquí. Una vez allí, hay que solicitar un permiso que cuesta más que nuestro safari del desierto. Luego hay que esperar entre dos o tres días, en el mejor de los casos, para que te lo den. Entonces es cuando podemos ir a Balewa y empezar a trabajar.

Empiezan las dudas. Esto es perder más de una semana. Pero es que esta historia hay que contarla. Es el tipo de vida que queremos contar. Es lo que buscamos. Ya, pero tenemos que ir a Varanasi para el proyecto de la ONGD con la que hablamos. Y luego hay que ir al Sur... ¿Y si lo entrevistamos aquí? No, eso no es serio. Hay que ir, verlo, vivirlo. ¿Y si vamos a la otra escuela que tienen, la que está aquí al lado? No, no. Hay que conocer a su familia. Verla, hacer fotos, vídeo... Es demasiado complicado. Tras dos días de deliberaciones decidimos que no puede ser. Llamamos a Krishna y se lo comunicamos. A las dos horas estamos llamando a Krishna de nuevo para decirle lo contrario: iremos a Balewa. No podemos dejarlo pasar. Yo siempre he dicho y repetido hasta la saciedad que prefiero arrepentirme de hacer algo que arrepentirme de no haberlo hecho. Mayte no puede estar más de acuerdo.