La educación en Cuba: ¿instrumento de cambio social?

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Antes de llegar a Cuba ya sabíamos que aquí el proyecto sería muy diferente a otros países. En Cuba el problema no es acceder a la educación. Cualquier persona que lo desee puede estudiar primaria, secundaria, aprender un oficio o ir a la universidad. Tienen un buen sistema educativo y todo el mundo tiene la oportunidad de tener estudios superiores. El problema viene después, cuando empiezan a trabajar y los salarios que reciben no les dan para llegar a fin de mes. Da igual que seas profesor, ingeniero o médico; el sueldo mensual no pasa de los 30 euros.

Además, durante los dos años siguientes a acabar la carrera, tienen que realizar el “servicio social”: trabajan cobrando una miseria, en compensación por la educación recibida; “se lo deben a su país”. Si no lo hacen, les invalidan en título. Las pruebas para acceder a la universidad tampoco son sencillas, al contrario, son muy exigentes. Nos resulta curioso descubrir que en estas pruebas sólo se examinan de tres asignaturas: matemáticas, español e historia de Cuba. Parece que el resto del mundo no existe, o no interesa que se sepa.

Y, como todo el mundo tiene la opción de estudiar, parece que el hacerlo no marca una diferencia en la calidad de vida de las personas: todos están igual de “jodidos”. En cierto momento comentamos que, al parecer, en este país la educación no es un instrumento de cambio social.

Pensamos que, debido al elevado nivel de estudios de la mayor parte de la población, habría mucha vida cultural en las ciudades y que quizás podríamos enfocar nuestro proyecto en eso, en cómo la educación aviva la cultura popular. Con el objetivo de aprender sobre esto quedamos con Eva González, una española que lleva más de 20 años viviendo en Cuba y participa en diferentes actividades culturales. Eva es actriz, guionista y productora, entre otras muchas cosas. Es una mujer muy activa y ha participado en algunas conocidas películas. Podríamos decir que forma parte de la élite cultural cubana, aunque a ella le haría gracia oír una definición semejante, ya que es bastante molesta para el sistema. Podríamos decir que es una nota discordante. A través de la conversación que tenemos con ella descubrimos que la realidad está bastante alejada de la idea romántica que teníamos de la vida cultural en este país.

- Aquí todo está controlado desde arriba – nos dice con el ya conocido gesto de tocarse el hombro con los dedos índice y corazón de la mano contraria – No hay espacio para iniciativas personales. Cualquier cosa que se haga en la calle tiene que estar autorizada y controlada por el gobierno. ¡Cualquier cosa! Por ejemplo, tú no puedes salir en mitad de la calle y gritar “¡Viva Fidel!”, sin tener problemas.

Es cierto que hay bastantes actuaciones musicales, representaciones teatrales... pero por lo que sabemos, los autores y temáticas que se representan en las mismas tienen una determinada línea ideológica y no hay espacio para la innovación, la reflexión y la crítica. Hay muchos espectáculos, pero poca participación social.

Eva nos explica cómo ha intentado hacer talleres de teatro en su barrio, y como le han ido poniendo trabas hasta que la obligaban a desistir. En los últimos meses ha estado representando una obra de teatro en la que ella misma se ha ocupado de todo, desde el guión a la producción, siendo ella también la única actriz de la obra.

- Yo no tengo dinero para pagar a nadie, y aquí nadie hace nada sólo por “amor al arte”, están demasiado ocupados en sobrevivir.

Ante este panorama, vemos que tendremos que cambiar el enfoque de nuestro proyecto.

Para buscar una visión diferente, queremos reunirnos con Irmina Guevara, una profesora de pre-universitario ya jubilada. Antes de salir de España le escribimos a su dirección de correo electrónico, pero cuando salimos de allí aún no nos había contestado y las comunicaciones aquí son realmente complicadas. Nos cuesta casi dos semanas poder hablar con ella y ponernos de acuerdo para reunirnos.

Irmina daba clases a través del canal educativo de televisión. Sus programas, junto con otros muchos, se emitían a unas determinadas horas del día y podían ser vistos en las casas como una forma de difusión cultural, pero el objetivo fundamental era ser utilizados en las aulas de los centros educativos. Esta forma de trabajo se puso en marcha en los años 90, durante el periodo especial, cuando hubo un gran éxodo de maestros y el gobierno tuvo que poner a dar clases a personas que no tenían la preparación necesaria para ello. Para suplir su falta de formación y experiencia, se impuso la “teleclase”. El uso de este sistema, en el que profesores preparados explicaban a través de la pantalla del televisor, se hizo obligatorio. Se suponía que era una ayuda para el profesor, pero en la práctica muchas veces la tecnología suplía por completo el trabajo del profesor, quien se limitaba a poner el vídeo y desatender a los alumnos.

Irmina nos habla de otro programa educativo del que no habíamos oído hablar y nos parece interesante: los cursos de superación integral. A finales de los años 90, había en Cuba muchos jóvenes sin estudios desempleados, que no tenían más oficio que la delincuencia. Con el objetivo de reconducir a estos jóvenes se crearon los cursos de superación integral. El gobierno les ofrecía la oportunidad de cursar unos estudios, proporcionándoles un pequeño estipendio. Nos cuenta Irmina que estos programas funcionaron y que gracias a ellos hubo muchos jóvenes que consiguieron salir de la delincuencia y de las drogas. Irmina nos dice también que su hermana era profesora en uno de estos programas y que conoce la historia de un chico alcohólico que consiguió rehabilitarse y que ahora está trabajando en unas oficinas, y de un joven homosexual que había tenido muchos problemas en su adolescencia y había estudiado psicología para ayudar a jóvenes que pasaran por esa misma situación. Nos parece muy interesante y pensamos que podríamos centrar en esto nuestro proyecto. Irmina nos da el teléfono de su hermana y en los días siguientes intentamos hablar con ella. Pero aquí nada es sencillo y tras dos semanas, y a falta de tres días para salir del país, aún no nos hemos podido reunir. Esto está siendo mucho más complicado de lo que pensábamos.

Para tener algo más de información, hablamos con más personas relacionadas con el mundo de la educación. Una tarde nos reunimos con Yasel (ex nuera de Míriam, la abuela de la familia cubana con la que estamos viviendo) y su compañero Lisle. Ella ha dado clases en educación secundaria y preuniversitaria, y en estos momentos trabaja en la facultad de pedagogía dando clase a futuros maestros. Yasel es afiliada al partido comunista, por lo que suponemos que su perspectiva política será diferente a la que hemos escuchado hasta ahora. Ambos nos explican muchas cosas acerca de la educación en este país, dándonos algunos datos muy interesantes.

Por ejemplo, nos hablan de cuando, con el triunfo de la revolución, cientos de cuarteles de todo el país fueron transformados en escuelas. Luego ha habido diferentes reformas, se ha pasado por momentos de crisis... pero nunca, jamás, se cerró ninguna escuela. Algo muy diferente de lo que está ocurriendo en estos momentos en nuestro país. Un dato más: en Cuba no hay escuelas privadas, ninguna.

El sistema educativo en Cuba ha pasado por diferentes etapas. Durante muchos años, el pre-universitario se hacía en zonas rurales. Los alumnos, al tiempo que estudiaban las correspondientes asignaturas, aprendían de la vida y el trabajo en el campo. Todas las personas con las que hemos hablado y que pasaron por esa experiencia nos dicen que aprendieron muchísimo. Sin embargo, resultaba caro para el estado y debido a las dificultades económicas que atraviesa el país, este sistema se ha eliminado. Pensamos que es una lástima y que sería muy enriquecedor que se hicieran este tipo de experiencias en otros países, como el nuestro.

Otro problema en la educación es la situación de los profesores. Los salarios son muy bajos, por lo que muchos deciden cambiar de trabajo; la mejor opción es dedicarse al turismo, que es lo que proporciona más ingresos. Igual que pasó hace años, en los últimos tiempos la falta de maestros es un problema. Para completar el cupo de docentes, lo que se hace es capacitar como “técnicos medios en educación” a alumnos que no han logrado entrar a la universidad. Pero esta formación no es suficiente (tienen que dar clase desde el primer año) y los nuevos profesores son muy jóvenes. Además, muchos de ellos proceden de zonas rurales y los mandan a trabajar a La Habana. Imaginemos a un joven de origen campesino con poca preparación frente a un aula de chavales de la capital no mucho más jóvenes que él. Es difícil que obtenga el respeto necesario para desarrollar su labor. Además, estos maestros reciben un salario aún más bajo que los maestros titulados en la universidad. Es comprensible que muchos acaben abandonando.

Otra cuestión complicada es la actitud de los jóvenes ante la educación y la vida en general. “Los jóvenes viven como si el mundo se les fuera a acabar mañana”, comenta Yasel. “Sólo se preocupan por divertirse, y muchos están acostumbrados a que se les de todo y no están acostumbrados a esforzarse por nada”. Esto también nos resulta familiar. “Los niños ven el esfuerzo que hacen sus padres para salir adelante y que no consiguen una buena situación económica. Los comparan con gente sin estudios y ven que éstos viven mejor”, continúa Lisle. “Se ha llegado a un punto en que el objetivo de algunas chicas de buenas familias es casarse con un señor mayor y con dinero para vivir cómodamente”. Qué triste, pensamos nosotros...

Varias veces hemos comentado entre nosotros que, en España, una de las motivaciones para estudiar en la universidad es conseguir el el futuro un trabajo con un buen sueldo, pero aquí no es así. La motivación viene casi siempre de una verdadera vocación o del deseo a ser útiles a su país. Pero en ningún caso es garantía de un futuro mejor para uno mismo.

Entonces ¿para qué sirve la educación en Cuba? No sirve para que haya más vida cultural. No sirve para tener un sueldo en el futuro que les permita sobrevivir. ¿Dónde está el cambio?

Después de darle muchas vueltas, llegamos a la conclusión de que la educación tuvo un importante papel en la transformación de la sociedad cubana, pero eso fue en el año 1961. Hasta la revolución, sólo los hijos de familias adineradas podían estudiar, y muchos lo hacían en escuelas privadas. La educación no era un derecho, sino un privilegio. Sin embargo, en cuanto triunfó la revolución comenzaron las campañas de alfabetización y la educación se generalizó en todo el país. Ese sí fue un verdadero cambio. “Es que en Cuba, la educación ya fue un instrumento de cambio social, ¡pero para toda la sociedad!”, nos dijo un día un joven profesor universitario. Quizás no le falte razón.

Así nos lo cuenta Míriam. Ella participó en las campañas de alfabetización que se llevaron a cabo tras la revolución cubana, ha trabajado para el gobierno y ahora trabaja en la rehabilitación de presos en libertad condicional y como asistente social. Miriam nos cuenta cómo el acceso a la educación transformó la vida de los cubanos, y nos habla orgullosa de su nieta Marta, que está estudiando en la universidad.

¿Cómo no lo hemos pensado antes? ¡Teníamos a la protagonista de la historia en la propia casa! Después de tantas vueltas, decidimos entrevistarla a ella, a su hija Zoe y a su nieta Marta. Queremos que Míriam nos hable de la revolución y Marta de sus motivaciones para estudiar, siendo Zoe el eslabón entre ellas. Tres generaciones de mujeres de la misma familia.

Nos ha costado llegar a este punto, pero por el camino hemos aprendido mucho sobre Cuba y su sistema educativo. Y, finalmente, parece que hemos encontrado lo que estábamos buscando.