La revolución cubana o una revolución que nunca acaba

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Tras pasar unos pocos días en Cuba se empieza a sentir el peso de la revolución. La revolución lo  preside todo. La revolución está en los carteles, en las pintadas de las paredes, en los periódicos, en la televisión, en las librerías, en los teatros, en las tiendas... La revolución es omnipresente y la sensación que esto produce es un tanto opresiva.

Todos pensamos que la revolución ocurrió hace más de 50 años, cambió el país de arriba a abajo y terminó instaurando un régimen socialista en esta isla del Caribe. Pues no, no es así. La revolución es el día a día, el gobierno es revolucionario, la prensa es revolucionaria, los trabajadores deben ser revolucionarios. La revolución es ya madurita, va camino de los 60 años. Para nosotros es una contradicción que una revolución tenga esa edad. La revolución es por definición algo rápido, intenso, vital. No puedo concebir una revolución institucional, para mi son términos antagónicos.

Esto no no es más que una jugada de propaganda, de marketing, pensada para hacer creer a la población que el gobierno actual y aquello que ocurrió en el año 1959 son lo mismo. ¿Quién podría estar en contra de aquella revolución? Se trataba de derribar a un dictador, de crear un sistema social justo, de proporcionar educación universal, de que cesaran las torturas y los asesinatos, de acabar con la pobreza. La revolución era  justa y buena. Pero, hoy en día, se le llama revolución a todo. De esta forma, si protestas contra el gobierno cubano o das una opinión discordante, estás siendo contrarevolucionario, estás en contra de la revolución.

Es el peligro de las palabras, de los significados. Me costó entender a qué llamaban revolución aquí y por qué lo hacían. Mi intuición me decía que si hay personas que quieren cambiar el sistema para tener un gobierno libre y democrático, entonces ellos deberían ser llamados revolucionarios y no los que quieren mantenerlo todo igual. Ese es y será mi concepto de revolución.

Una vez aclarado esto, quiero comentar que una de las principales motivaciones que nos han traído a Cuba es precisamente su sistema político, un sistema que en nuestro mundo occidental pensamos que tiene los días contados. Queremos conocer eso que se denomina revolución cubana. Es como viajar al pasado, como visitar un museo viviente. La revolución es lo que hace que ese país sea tan complejo y tan difícil de comprender.

La revolución crea sentimientos contradictorios en muchos cubanos y en no menos visitantes extranjeros. Y es que, como suele suceder, no todo es bueno y no todo es malo. Y tampoco es lo mismo juzgar a los jóvenes guerrilleros revolucionarios del 59 que a los octogenarios que hoy dirigen el país. Aunque estos y aquellos utilicen los mismos nombres y apellidos, parece que ya no son las mismas personas. Tanto entonces como ahora, hubieron y hay  luces y sombras.

No sería justo negar que la revolución cubana y el gobierno de Fidel trajeron muchas cosas positivas. Los estandartes de la revolución son la educación y la sanidad, aunque no son las únicas mejoras que se produjeron en el país.

La calidad de estos dos servicios públicos, que se proporcionan de forma totalmente gratuita, coloca a Cuba a años luz de los otros países latinoamericanos e incluso de su gran vecino del Norte. Para los españoles y los europeos en general esto puede no resultar tan llamativo ya que es la base de nuestro estado del bienestar. Aunque este estado del bienestar se esté tambaleando y debilitando últimamente por la crisis, la avaricia de unos pocos y la sumisión cobarde de nuestros políticos, no cabe duda de que es un logro grandioso para la humanidad. A veces esto no se valora lo suficiente, ni en Europa ni en Cuba. En nuestro caso se podría llegar a comprender haciendo un gran esfuerzo mental ya que la educación y la sanidad públicas son algo tan generalizado y común allí que puede llegar a parecer que es lo natural, que no es posible que no existan estos servicios públicos..

Pero el caso de Cuba es mucho más llamativo ya que los países de su mismo nivel económico y de su entorno no tienen nada ni remotamente parecido. Hay multitud de países más pobres que Cuba y en ninguno de ellos tienen estos servicios públicos gratuitos. En Cuba la gente lo pasa mal y le cuesta llegar a fin de mes, pero ellos no tienen que pedir préstamos que les endeudarán de por vida por una enfermedad o por un accidente laboral, sus hijos pueden estudiar hasta acabar la universidad si lo desean. En los demás países no tienen esa suerte y eso marca una enorme diferencia.