Lo echaremos de menos...

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Buenos Aires, 22-7-2013

Son los últimos días del viaje. Esto se acaba. Comienzan a mezclarse recuerdos y sensaciones en mi cabeza. Hace unos días, mientras cruzábamos la Patagonia por última vez en dirección Buenos Aires sonó una canción en el coche de los amigos que nos llevaban. Era "Amándote" de Jaime Roos Al oírla me vinieron a la cabeza músicas de Cuba, de Nicaragua, de Colombia... y pasó toda América ante mis ojos.

La música es uno de esos pequeños detalles que siempre desencadena los recuerdos. Recuerdos de buenos momentos compartidos con tanta, tanta gente. Pequeños detalles que te hacen darte cuenta de todo el tiempo pasado y de todo el camino recorrido.  Me pongo a pensar en los países que hemos conocido y en la música que nos ha acompañado durante este año en el que hemos recorrido media América. Cada lugar tiene sus propios estilos, pero hay algo de América  en todos ellos.

Ayer me pasó algo parecido mientras paseaba con Mayte. Vimos a una entrañable pareja mayor que se ganaba la vida bailando tangos en la Plaza Dorrego. El verlos bailar con esa pasión, el oír la guitarra española... no pude evitar emocionarme. Siempre la música despertando sentimientos.

Mañana volamos de vuelta a España, esta vez para quedarnos. Ahora, mientras escribo estas notas  tumbado en la cama de nuestro hostal de Buenos Aires,  me siento un poco extraño, tranquilo pero extraño.

Aprovecho este momento de calma para examinar mis sentimientos. Y, como siempre, no puedo. Soy lento con los sentimientos, no los veo venir y me cuesta anticiparlos. Cuando llegan, llegan y entonces ya no pienso, entonces toca sentir. Aún así, sigo escarbando y noto que no, que en realidad no estoy triste.

Imagino que me consuela pensar que la vuelta no será traumática porque tenemos muchos planes, queremos cambiar nuestra vida y nos decimos que el viaje continuará en casa, aunque sea de una forma metafórica. Además, llevamos mucho tiempo fuera. Tenemos muchas ganas de ver a nuestra gente.

Lo que siento no es tristeza, es algo que solo se me ocurre llamar “nostalgia anticipada”.

Mayte y yo hemos hablado últimamente del fin del viaje. Es inevitable. Mayte está un poco triste. Ella me habla de los niños que hemos conocido en este hostal. Son un montón de chiquillos de un equipo de fútbol infantil de Venezuela que han venido a un torneo. Me cuenta que son muy simpáticos y curiosos. No paran de hacerle preguntas sobre España. Le han hecho pensar en el cole, en su trabajo de maestra. Se ha dado cuenta de que lo hecha mucho de menos, de que tiene ganas de volver al trabajo. Pero también está triste por dejar todo esto.

Cosas a las que antes no dábamos importancia. Alguien te pregunta: “¿Vuelven a casa?” y la respuesta es “Sí”. ¿Nos lo preguntaban antes? Es posible... En los últimos días me han hecho esa pregunta tres veces. Y las tres veces me he sorprendido al escucharme decir “Sí, volvemos a casa”.  ¿Cómo? ¿Ya no vamos a otro sitio? ¿se acabó? Pues parece que sí...

Dentro de poco hablaremos de todo esto en pasado. Ya no diremos: “Llevamos 20 meses viajando”, diremos: “Una vez viajamos durante casi dos años”. No es lo mismo. ¡Ay! Dentro de unos días veremos con envidia a los mochileros, mirando un poco perdidos a su alrededor al salir de una estación, con los ojos muy abiertos y, casi seguro, con la mente y el corazón aún más abiertos.

Mayte me habla también de la libertad, dice que la echaremos de menos. Eso también me hace pensar... Es cierto, se acabó eso de decir: ¿A dónde vamos mañana?, eso de no planear, de dejarse llevar. Se acabó la vida de vagabundo. Y no solo eso. Todo lo que ahora nos parece normal ya no lo será. Echaremos de menos conocer a un montón de niños venezolanos que no paran de preguntar. Y el hacer amigos con tanta facilidad y despedirte de ellos con tanta rapidez. Y el llegar a un lugar nuevo cada semana, el cambiar de paisaje y de cultura cada mes. Ahora es lo normal, en unos días será algo extraordinario. Sí, echaremos de menos muchas cosas que ahora ni nos imaginamos.

Lo que ha llegado a convertirse en una forma de vida, después de casi dos años, llega a su fin. La rutina de viajar, las páginas abiertas en el navegador sobre sitios desconocidos, el salir a la calle y no conocer nada,  la mochila al pie de la cama... ¡Uf! Hoy es la última vez que hacemos la mochila.

Para rematar esta espiral de nostalgia en la que me voy sumiendo, de fondo, oigo un tango que alguien ha puesto en el hostal. No es un tango cualquiera, es "En esta tarde gris" y, no se si es mi imaginación o si es cierto, pero creo que se trata de la versión de Malevaje, el grupo español que tanto y tanto oía hace muchos años. Parece una señal, otra señal... La música de nuevo. No podía haber una canción que uniera mejor España, Argentina y mi pasado. Ni una más nostálgica... Bien, parece que ahora sí que empiezo a ponerme triste. ¡Pero no quiero pasar así mis últimas horas acá!

Antes de seguir por ese camino es mejor pensar en otra cosa. Comienzo a leer la autobiografía de Gandhi que compré esta tarde. Es otro símbolo: comenzar a leer la vida de un gran hombre de la India, país en el que empezó nuestro viaje, y hacerlo en Argentina, donde lo acabamos hoy mismo...

Poco a poco me entra el sueño y me voy quedando dormido. Con el libro entre las manos sueño con tangos, templos hindúes, carreteras infinitas, niños que preguntan, selvas, montañas y quién sabe qué más...