Nochebuena en Jaipur

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Jaipur, 24-12-2011

Esta noche es Nochebuena, pero no logramos hacernos a la idea. ¿Qué ha pasado con los días previos? La compra de regalos, los preparativos de la cena de hoy y la comida de mañana, el “qué me voy a poner”... A veces estos días pueden ser un poco agobiantes, pero en el fondo lo echamos de menos.

Antes de ponernos más sentimentales, salimos a conocer un poco la “ciudad rosa”. Jaipur es bastante grande y nosotros estamos en las afueras, por lo que vamos a tener que coger un tuk-tuk cada vez que salgamos del hotel. Paramos a uno y le pedimos que nos acerque al casco antiguo, que se encuentra dentro de una muralla con varias entradas en forma de arco.

Toda esta zona está pintada de rosa, lo que explica el sobrenombre de la ciudad. En el interior hay multitud de tiendas organizadas por calles: la calle de los zapatos, de la ropa, de los mecánicos, ¡de las cometas! Comemos algo por allí, Mayte se compra unas zapatillas (las que traía de España se quedaron hechas trizas en Dharamshala) y volvemos al hotel.

Nos preguntamos: ¿qué hacemos esta noche? No es que tengamos muchas opciones, pero al menos nos apetece ir a cenar a un sitio bonito. Sabemos que el restaurante del hotel al que queríamos ir anoche es bastante bueno y está bien de precio, así que llamamos por si, en una noche especial como esta, hay que reservar. En el hotel nos dicen que van a dar una fiesta que incluye aperitivo, cena con buffet libre, fiesta y refrescos y que cuesta 500 rupias por persona. De momento decimos que no porque nos parece mucho dinero, pero... ¡un momento! Eso son unos 7 euros y es Nochebuena. ¡Vamos a la fiesta!

Para la ocasión nos ponemos lo más guapos que podemos teniedo en cuenta la poca ropa que llevamos en la mochila y lo vista que la tenemos ya. Después grabamos una felicitación navideña un tanto especial para nuestra familia y amigos y nos vamos a la fiesta.

Cuando llegamos no hay mucha gente, pero vemos que el sitio es muy bonito. El restaurante está en una terraza repleta de plantas y decorada con luces de colores. En un lateral está preparada la mesa para el buffet, al fondo mesas y sillas, y a la izquierda una pequeña pista de baile en la que suena música india muy animada. Aquí la gente tiene la costumbre de hacer la fiesta primero y cenar después, pero como casi todos los que estamos aquí somos extranjeros, ¡nadie baila!

Nosotros de momento estamos sentados disfrutando de los aperitivos que están sacando los camareros. Hay algunas familias y un par de parejas hablando a un lado. Sabemos que en media hora estaremos conversando con alguien, pero de momento es un poco triste estar los dos solos en una noche como esta.

Poco después unas mujeres indias y un par de chicos jóvenes se lanzan a la pista de baile. Llegan también varios sijs, que charlan animadamente y... ¿qué están bebiendo? ¿Es cerveza? Sabemos que aquí, como en la mayoría de los restaurantes, no sirven alcohol. Pero por si acaso, Javi va a preguntar. Vuelve unos minutos después.

- Si queremos una copa tenemos que bajar a la habitación 307.

- ¿Cómo? ¿Qué dices?

Bajamos a ver y, efectivamente, en la 307 hay varios indios y un par de extranjeros bebiendo whisky y vodka. Nos sentimos como en una película ambientada en los tiempos de la ley seca. Nos servimos algo y subimos de nuevo a la terraza. Cada vez hay más gente en la pista de baile; nos acercamos un poco y empezamos a hablar con una pareja que hemos conocido abajo, un matrimonio australiano que viaja con sus dos hijos, y más tarde con una chica holandesa muy simpática. Cuando ya estamos bailando, vemos que empiezan a sacar las bandejas para la cena. Todo tiene muy buena pinta. ¡Y hay pollo! Después de dos meses de dieta vegetariana no sabéis la ilusión que hace ver un muslo de pollo. Y no sólo parece que está bueno: realmente está todo delicioso. Incluido el postre: “gulan jamun”, unas bolitas en almíbar muy típicas de la India, calientes, con un poco de helado de vainilla. ¡Buenísimo!

La fiesta dura un par de horas más, en las que bailamos todos, indios y extranjeros, conocemos a más gente y disfrutamos de unos bonitos fuegos artificiales. Todo esto no evita que echemos de menos a nuestra familia, pero al menos ha sido una noche especial y divertida.

Ya de vuelta en el hotel, acabamos de preparar el vídeo de felicitación y lo subimos a la web, tarea que nos lleva hasta casi las 5 de la mañana. Estamos impacientes por ver qué dirán nuestros amigos y familiares cuando lo vean.