Playas paradisíacas, pescado fresco y "ponche cocó"

Información
This post is categorized under...
Sections: 
Countries: 
Authors: 

Little Corn Island, 7-10-2012

El día de hoy es aún más soleado que el de ayer. Pero antes de ir a la playa, tenemos que lavar ropa. Yo no tengo mucho que lavar, pero a Javi, durante los viajes en barco de los días anteriores, se le mojaron las dos mochilas y todo lo que llevaba dentro está mojado  y apesta a humedad. ¡Dos horas lavando ropa!

Cuando acabamos, nos vamos a dar una vuelta por la isla. Una parte del camino que recorremos está cubierta de cemento y en su superficie hay grabadas palabras (libertad, alegría, paz...) y dibujos hechos con piedras y trozos de conchas.

Más adelante se convierte en un camino de tierra que nos lleva al campo de béisbol. Lo atravesamos y seguimos caminando, aunque no sabemos dónde vamos a llegar; en algún  momento nos hemos desviado del camino que seguimos ayer y no tenemos ni idea de a dónde nos dirigimos.

Media hora más tarde, preguntamos a un hombre que encontramos y nos dice que la playa está cerca ¡Menos mal! Hace mucho calor y tenemos muchas ganas de bañarnos en el mar. Cuando llegamos a la costa, vemos que están construyendo un montón de cabañas: un nuevo hotel en esta pequeña isla. Lo cierto es que los dueños han sabido elegir el lugar: es una playa preciosa. El agua mucho más transparente que en las playas que vimos ayer. Hay algunas rocas cerca de la orilla, y un poco más adentro el agua adquiere una tonalidad azul verdosa. Las palmeras se inclinan sobre el mar, los cocos se esparcen a sus pies. La temperatura del agua: perfecta. ¡Esta sí es una típica playa del Caribe! No teníamos ni idea de que en Nicaragua existieran islas como esta.

Vamos caminando a lo largo de la playa y paramos de vez en cuando a bañarnos, a trepar por las palmeras y hacernos fotos.

A mitad de camino Javi se para en seco y exclama:

- ¿Dónde están mis chanclas?

¡Vaya! Se las ha dejado cerca del hotel en construcción. ¡Ya las recogeremos a la vuelta!

Por el camino encontramos algunos cocos ¿Estarán buenos? ¡Vamos a comprobarlo! Javi saca su lado más primitivo y empieza a golpear un coco contra una roca. Con el primero no ha habido suerte, está podrido. El siguiente le da bastante más trabajo. Golpea el coco con todas sus fuerzas una y otra vez, pero no hay manera de abrirlo y quitarle la cáscara. Pero como no es cabezón ni nada, no para hasta que consigue pelarlo y tener en la mano el coco tal y como estamos acostumbrados a verlos en los supermercados. Lo abriremos esta noche; Greg y Marie quieren hacer una bebida con ron y coco.

Después de disfrutar un buen rato de estas playas, emprendemos el camino de regreso. Son las dos y media: aquí ya ha pasado la hora de comer y no hemos tomado nada desde el desayuno. Volvemos a por las chanclas de Javi y ¡sorpresa! ¡No están! Alguien habrá pasado, habrá pensado que estaban abandonadas y se las habrá llevado. Javi empieza a dudar de si las habrá dejado en otro sitio, así que se va a buscarlas mientras yo voy a preguntarle a uno de los trabajadores de la obra. Me dice que no las ha visto, que acaba de llegar. ¡A saber quién habrá sido! Me siento a esperar a Javi, y el hombre se acerca de nuevo:

- ¿Son estas sus chinelas? - me dice sosteniendo en la mano unas chanclas azules.

- No, no son esas.

- Bueno, de todas formas las puede utilizar. Están por ahí hace tiempo, no son de nadie.

- De acuerdo, ¡muchas gracias!

Mientras hablamos, se va acercando con un coco en la mano. Le hace un agujero en la parte superior y me lo ofrece con una sonrisa:
¿Le gusta el agua de coco?

- ¡Sí, claro!

Nos bebemos el agua mientras charlamos hasta que Javi regresa. En la mano trae una bota de baloncesto, una chancla azul bastante nueva, una de niño y otra a la que le faltan las tiras. Lo ha recogido de la playa, que en algunas zonas está llena de basura arrojada por el mar junto con troncos, cocos, algas y conchas.

- ¡A ver qué puedo hacer con esto! No quiero volver descalzo...

Le explico a Javi que tiene una opción bastante más digna. Se prueba las chanclas que le ofrece el hombre y, por suerte, son de su talla. Están bastante estropeadas, pero algo es algo.

Con un hábil golpe de cuchillo, Adolfo, que así se llama nuestro amigo, abre el coco. ¡Así que no hacía falta pelarlo! Cuando pasan estas cosas nos sentimos como niños...

Nos comemos el coco entre los tres antes de volver al hotel y preparar rápidamente una ensalada.
Por la tarde, llegan Marie y Greg con una bolsa.

- ¡Mirad lo que traemos!

Dentro de la bolsa hay varios trozos de pescado y unas cosas blancas. ¡Es la carne de las caracolas!

- ¿Cuánto os ha costado?

- ¡Nada! Nos lo ha regalado Daniel.

- ¡Increíble! Que hombre más encantador...

Aprendemos de nuestros amigos cómo preparar ceviche (pescado y marisco crudo marinado con limón, cebolla, pimiento, sal...) y “ponche coco” (suena mejor con acento francés) a base de coco, azúcar y ron. ¡Qué lujo de cena! Estamos disfrutando mucho aquí. ¡Vamos a quedarnos unos cuantos días más!