Primeros días en familia: Katmandú y Pokhara

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Pokhara, 29-5-2012

Dicen que las penas compartidas se dividen y que las alegrías compartidas se multiplican, y así es. En este caso compartimos la experiencia de viajar por Nepal con mis padres.

Ya desde antes de que vinieran, muchas veces comentábamos: tenemos que llevarlos aquí, iremos juntos allá, les encantará esto o lo otro, e íbamos planificando los días que pasaríamos juntos. Estábamos un poco preocupados por cómo irían las cosas y sobre todo cómo llevarían el tema de la comida y la falta de higiene en algunos lugares. A esto se unía la preocupación por el tema de la huelga y la aprobación de la constitución, ya que parecía que las cosas podían ponerse difíciles e incluso peligrosas.

Para evitar cualquier problema, regresamos a Kathmandú un par de días antes de su llegada. ¡No queremos imaginarlos solos en el aeropuerto!

Por fin llegó el día del encuentro, después de 6 meses. El momento fue tan emotivo como esperábamos. No fue sólo el volver a vernos, sino el hecho que que esto ocurra en un lugar como Nepal.

Así empezaron quince días de vivencias compartidas

Juntos visitamos los típicos lugares turísticos, algunos de los cuales dejaron de ser típicos  para pasar a ser realmente especiales.

Fue el caso del Monkey Temple. Para llegar hasta a él hay que subir un largo y empinado tramo de escaleras, un ascenso que a nosotros nos parece cansado y a mi madre, dadas sus circunstancias, le resulta agotador. Pero si hay algo que ella tiene es un espíritu luchador, y poco a poco todos juntos alcanzamos el templo. Llegamos a una estupa blanca, enorme, en una plaza desde la cual se divisa todo Kathmandú. De fondo se escuchan los cánticos que entonan el conocido mantra “om mani padme hum”, mientras el sol derrama sus últimos rayos sobre la ciudad. La emoción nos invade a todos, especialmente a mi madre y a mí. Este es justo el tipo de vivencia que queríamos compartir con ellos, más allá de ver sitios bonitos. Y no sería el único.

Un par de días después nos vamos a Pokhara, y a mis padres les gusta tanto como a nosotros.

Da la casualidad de que en estos días celebran su aniversario de bodas: ¡33 años juntos!, y queremos que sea un día especial.
Por la mañana nos levantamos muy temprano para subir a la Pagoda de la Paz. Queremos que vean las altas montañas que rodean este lugar, aunque esta temporada del año no es la más adecuada, tenemos la esperanza de que al amanecer sea posible divisarlas. No tenemos esa suerte, pero disfrutamos del increíble rojo del sol al amanecer que tiñe de rosa Pokhara y el lago.

Los planes para la tarde consisten en visitar uno de los asentamientos tibetanos que se encuentran cerca de Pokhara. En uno de ellos, al atardecer, se realizan unas ceremonias con cánticos y rituales budistas dirigidas por los monjes del monasterio. Por supuesto, no queremos perdernos la oportunidad de vivir ese momento. Mis padres no saben nada: queremos darles una sorpresa. Está empezando a llover cuando llegamos a Tashi Palkel. Nada más poner un pie en el pueblo, empezamos a oír los cánticos de los monjes. Nos acercamos al origen del sonido y vemos a muchos tibetanos, la mayoría de ellos de edad avanzada, rezando y haciendo el tradicional saludo al sol: alzando los brazos al cielo, juntándolos el el pecho y extendiéndose luego en el suelo boca abajo, para volver a repetir estos movimientos una y otra vez. Un hombre nos indica que podemos entrar y nos sentamos entre varias mujeres. Nos dejamos envolver por los sonidos, por los movimientos, por la hipnótica repetición de los mantras. No sé cuánto rato pasamos así, sentados en silencio observando la escena.

Cuando salimos, algunos nepalíes de origen tibetano nos invitan a compartir un té con ellos. Mientras, nos recuerdan la historia del Tíbet y nos hablan de sus experiencias personales. Nos gustaría quedarnos más rato, pero nos espera el taxi para regresar al hotel.

Finalizamos el día cenando en el Freedom, nuestro restaurante favorito de Pokhara, donde disfrutamos de una auténtica y deliciosa comida india. ¡Por suerte, a mis padres les gusta tanto como a nosotros! No sé si habrán tenido aniversarios más bonitos, pero seguro que este no lo olvidarán.