¿Qué trekking hacer en Nepal? Una reflexión sobre el montañismo

Información
This post is categorized under...
Sections: 
Countries: 
Authors: 

Katmandú, 12-4-2012

Antes de decidir que trekking hacer estuvimos valorando multitud de alternativas. Habíamos oído que el circuito de los Annapurnas, el del campo base del Annapurna y el del campo base del Everest son los 3 más conocidos y que están un poco saturados. La gran mayoría de de las personas que hacen un recorrido de montaña en Nepal eligen uno de estos tres. Oímos cifras cercanas a los 70.000 visitantes al año solo para el Circuito de los Annapurnas y nos dio miedo que estuviera masificado y hubiera perdido el espíritu montañero que buscábamos.

Nuestra intención al hacer este trekking no es solo disfrutar de las impresionantes montañas del los Himalayas, También queremos sumergirnos en el Nepal rural y no contaminado (ni en sentido cultural ni ecológico). Buscar lugares a los que la globalización, el dólar, el euro, no hubieran llegado, provocando ese falso desarrollo que hace que todo parezca lo mismo. Después de nuestra experiencia en Tailandia, donde acabamos saturados de turismo, nos apetecía volver a vivir la realidad y el tipo de experiencias que tuvimos en la India.

Dedicamos un par de días en Katmandú a investigar otras rutas. Buscamos en Internet, en mapas, en guías, preguntamos en agencias y a particulares, vamos a asociaciones... no hay manera.

Nos habíamos planteado alternativas como un circuito alrededor del Manaslu, una travesía de casi un mes hasta el campo base del Kanchenjunga, una ruta hacia Dolpo... Ya habíamos descartado el mítico y misterioso Reino de Mustang porque sabíamos de antemano que el permiso oficial cuesta 500$ por semana y hay que hacerlo con guía de forma obligatoria. Nuestra sorpresa fue el saber que con casi todos los demás ocurría lo mismo, en mayor o menor medida. Algunas zonas tenían permisos más baratos pero el guía era imprescindible, en otras parece que quizás podríamos prescindir de este requisito pero había que volar para ir y volver a la zona, lo cual también estaba fuera de nuestras posibilidades económicas.

Lo más chocante de todo es que nadie parecía comprender nuestra forma de entender la montaña. Yo estoy acostumbrado y disfruto haciendo travesías lo más autónomas posible: tú, tu mochila, tu tienda, tu comida y poco más. Para mí es la forma más pura y hermosa de hacer montaña, es la que permite un mayor contacto con la naturaleza y, ¿por qué no?, con uno mismo.

Cuando empecé en esto era ya mayor, treinta y pocos años tendría por aquel entonces. Para mí fue una liberación absoluta del estrés, de la rutina. Fue también un descubrimiento de lo que es la naturaleza en su estado más puro.

Tras varios largos trekkings en los Picos de Europa, en los Pirineos e incluso uno en los Andes peruanos, tenía una idea muy clara de cómo es el montañismo que me gusta. Nepal me lo ha trastocado todo. ¿Qué es eso de los porteadores? ¿Pagar para que alguien te lleve la mochila? ¿Y eso de pagar por ir las montañas?

Como no nos gusta opinar sin saber, nos decidimos a investigar. Tras hablar con varias personas y haber leído más sobre el tema, hemos entendido que no hay nada de malo en que un porteador lleve tus cosas. Nos han explicado que para ellos no es nada indigno, que con ello se ganan la vida bastante mejor que con otros empleos. Nos dicen que cuando no llevan tu mochila acarrean cargas más pesadas (arroz, mantas, madera, etc.) a pueblos remotos y lo hacen por menos dinero del que pagan los turistas.

Es un trabajo con una larga tradición en estas tierras y ellos no ven diferencia entre pagar a un porteador y pagar otros servicios, como un viaje en taxi. Aunque quizás la comparación sería más acertada si se realizara con un rickshaw, que te lleva a fuerza de piernas y pedales de un lugar a otro. Es cierto que a los occidentales, o al menos a algunos, nos parece extraño pagar para que nos lleven la mochila o nos lleven en bici de un lugar a otro. Si nos llevan en coche o si mandamos un pesado paquete por mensajería no pasa nada. Esto da que pensar... ¿que tiene de indigno emplear la fuerza física en lugar de la de un motor? Ciertamente tenemos ese prejuicio y sería interesante saber de dónde proviene. Quizás nuestra sociedad moderna está tan mecanizada que hemos perdido la perspectiva. Quizás lo vemos como algo de otro tiempo, en el que el señorito pagaba y el siervo hacía el trabajo duro.

Pienso que el problema puede estar en el cómo y no el hecho en sí. Hay casos en los que lo veo justificado e incluso necesario: si tienes algún problema físico o simplemente no tienes fuerzas suficientes o si es una expedición larga o de escalada, dónde hay que acarrear comida, cuerdas y demás. Pero, sobre todo, lo más importante es que el trato y la relación sea correcta. Hay personas que llevan todo tipo de comodidades superfluas a las montañas por el simple hecho de que no tiene que cargarlas él, por ejemplo un ordenador para ver películas, ropa innecesaria, etc. Bien, cada uno es libre de hacer lo que desee, pero en cualquier caso nosotros no queríamos hacerlo así, no lo necesitábamos y no encajaba con nuestra forma de hacer montañismo, por no hablar de nuestro presupuesto, claro.

El asunto de los permisos también nos lo explican y en un principio no nos parece del todo mal, pero solo en un principio. No queremos que las zonas más remotas de Nepal, con una cultura casi virgen que se ha mantenido intacta durante cientos de años, acaben corrompidas por hordas de turistas. Además es una forma de obtener recursos que, en teoría, se emplean en proyectos de desarrollo sostenible en esas áreas. Todo parece correcto, pero dándole vueltas llegamos a la conclusión de que tal vez esa no sea la forma ideal de conseguir esos objetivos. No hay que confundir el fin con el medio.

No estamos en contra de pagar una pequeña cantidad para entrar en ciertos parques naturales si con ello ayudamos a la conservación y al desarrollo local. Pero hay permisos excesivamente caros, como los de las áreas restringidas, el Alto Mustang o el Dolpo Interior entre otras, que cuestan en torno a los 500$ semanales. Solo gente con mucho dinero se puede permitir ir a esos lugares. Nadie garantiza que la personas que pagan ese dinero, esos afortunados, tenga la suficiente educación, cultura, o simplemente la sensibilidad necesaria para tratar con esas sociedades tan vulnerables. Quizás sería mejor que el filtro no fuera tu cuenta corriente... ¿Quizás un curso de formación? ¿experiencia en montaña? ¿una lista de espera que garantice un verdadero interés? ¿una combinación de las anteriores? Qué sé yo... Estoy convencido de que hay formas mejores de permitir que se conozcan estas áreas y que eso no suponga acabar con ellas.

Queda el problema de los ingresos que se obtienen con los permisos. Dinero que supuestamente se emplea en proyectos de desarrollo local y sostenible. En primer lugar y por lo que parece, la mayor parte de este dinero no suele llegar a sus destinatarios, lo cual no es de extrañar en este país, que tiene un grado de corrupción elevadísimo. En cualquier caso, si de verdad se van a desarrollar dichos proyectos, se podrían financiar con un pequeño incremento en el precio de los visados o incluso en las entradas a todos los parques nacionales. En fin, repartir la carga económica y que los montañeros que vayan sean los más interesados y capacitados y no los más ricos.

Hay un tercer factor que determina la forma de hacer montaña por aquí: las “tea houses”, que son un híbrido entre hotel, hostal y refugio de montaña. Algunas son más hoteles y otras son más refugios, las hay de calidad y las hay muy básicas. Se pueden encontrar en todos los pueblos que atraviesan los trekkings más populares y en muchos otros lugares. La idea es útil y fácil de entender. Este es un país donde, aún hoy en día, hay multitud de pueblos a los que solo se puede acceder a pie. Desde tiempos muy remotos existen aquí refugios para viajeros en las rutas más importantes. Además existe la tradición de dar cobijo y comida, a cambio de un precio justo, a cualquier viajero que lo necesite. Es la única forma de hacer viables los largos viajes a través de las montañas y las rutas comerciales que antiguamente atravesaban las montañas desde el Tibet hacia la India llevando productos, como sal, hacia las llanuras y productos manufacturados u otros alimentos hacia las tierras altas.

Todo esto está muy bien. Me parece perfecto que una ruta como el Circuito de los Annapurnas disponga de estas facilidades para hacer posible que se recorra a pie, que es la única forma de hacerlo en la mayor parte de la ruta. El problema llega, desde mi punto de vista, cuando estos establecimientos se convierten en hoteles y dejan de ser refugios. Quizás soy demasiado purista en esto, pero creo que eso le quita parte del encanto y de la autenticidad a la montaña, a la naturaleza.

Esto también esta ocurriendo en España, donde cada vez es más frecuente encontrar grandes refugios con todas las comodidades en los que la camaradería de años atrás está siento sustituida por un ambiente bien diferente y se está convirtiendo en un negocio más. Recuerdo uno de ellos en el valle de Estós, en el pirineo oscense, donde nos dijeron que no podíamos plantar la tienda: “aquí la gente viene a ver el paisaje mientras toma un cerveza y la tienda queda mal”. Ni que decir tiene que nos fuimos de allí y acampamos junto al río, bien escondidos, para no arruinarle la cervecita de la tarde a nadie.

Parece que los occidentales no podemos abandonar las comodidades que nos rodean ni por un momento. ¿De verdad necesitamos ducha de agua caliente, luz eléctrica, pizza, cerveza y pasteles todos los días?

Para mí, esto le resta encanto a todo el asunto. Me siento un poco raro escribiendo todo esto y sabiendo que vamos a tener que utilizar esas tea houses que son casi hoteles. Habrá quien piense que si no me gustan que no los use... Y no le falta razón. Pero hay un par de problemas. El primero es que los lugares aptos para acampar escasean en los escarpados cañones por las que pasan las rutas y acampar junto a uno de estos hoteles es un poco absurdo. Es mucha la fuerza de voluntad que hace falta para acampar, prepararte la cena y dormir en el suelo cuando no es necesario. Así pierde todo el sentido. Lo bonito es acampar en medio de la naturaleza. El segundo problema es que aquí, en Nepal, no entienden esta forma de hacer montaña y te miran como a un bicho raro cuando se la explicas. Lo puedo entender: ellos no conciben que, pudiendo estar cómodo, quieras dormir en el suelo. Para ellos la montaña es su día a día y sufren sus incomodidades por necesidad. Puntos de vista muy distintos, como siempre. Para los nepalíes, y para la mayor parte de los turistas, es un gran logro que una ruta de trekking se convierta en “teahouseable”, es decir, que se pueda recorrer íntegramente de tea house en tea house, sin necesidad de acampar. A mí no me parece mal el hecho en sí ya que es la única forma de hacer ciertas rutas muy largas sin porteadores, aunque esto también se podría solucionar con refugios básicos y tiendas de provisiones cada varios días de marcha.

Opino que es una perdida enorme cuando esas tea houses dejan de ser el local básico que eran antes y se convierten en hoteles. Y es aún peor cuando en cada pueblo hay montones de tea houses. Incluso hay algunos pequeños pueblos que, en realidad, no son tales, son tan solo una agrupación de tea houses construidas por y para nosotros, los turistas. Además, está el hecho de que los propietarios y empleados compitan por nuestro dinero de una forma tan agresiva y desagradable, asediando y hostigando a los extranjeros antes incluso de que recuperen el aliento o puedan admirar las vistas tras una subida extenuante. Dice mucho de todo esto el hecho de que utilicen la palabra “turista” para definirnos y no la mucho más meritoria palabra “montañero”.

Hasta tal punto ha llegado todo esto que muchos nepalíes piensan que los occidentales no podemos hacer una ruta sin tea houses a menos que llevemos guía y porteadores. Realmente piensan que no somos capaces de hacerlo. Quizás no saben que en Estados Unidos hay rutas como el Pacific Crest Trail (PCT) que atraviesa el país, desde Méjico hasta Canadá, y que se recorre caminando durante más de 5meses y 4.000 Km. En algunos tramos puedes estar semanas sin ver a otro ser humano. En Europa hay menos tradición a este respecto porque es difícil dar dos pasos sin cruzar tres pueblos, pero aún así tenemos multitud de grandes rutas como el GR 11 que atraviesa Los Pirineos desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo, pasando por las montañas navarras, aragonesas, andorranas y catalanas. Es una ruta espectacular que Mayte y yo tenemos a medias y confiamos en finalizar algún día. Los mejores recuerdos de esta travesía son las noches durmiendo al raso, bajo las estrellas o durmiendo en la tienda mientras se escucha el viento en el exterior.

Entiendo que todo eso que yo considero un problema, en realidad ayuda a la economía local, pero no creo que lo haga de una forma demasiado constructiva, educativa, ni sostenible. Esto, además, convierte la montaña en un parque de atracciones y en algo solo accesible para quien lo pueda pagar, cuando el montañismo básico siempre ha sido uno de los deportes, o de las aficiones, más baratas y accesible para todos: ¡simplemente ponte las botas y camina!

A pesar de todo esto, o debido a ello, finalmente nos decidimos a hacer uno de las rutas más populares, el Circuito de los Annapurnas, esperando que no sea demasiado turístico o que, al menos, no esté masificado. Al no hacerlo en primavera, que es la temporada alta, pensamos que podremos huir de las multitudes.

El Annapurna Circuit es un trekking que consiste en una vuelta casi completa al macizo de los Annapurnas. Este macizo contiene el Annapurna I, uno de los 14 ochomiles del planeta, el Annapurna II, III y IV, el Gangapurna y muchas otras altas montañas. Algunas de estas rozan también los 8.000 m de altura. Además, durante el recorrido podremos ver otros ochomiles como el Manaslu o el Dhaulagiri. La travesía comienza en Besi Shar, al sureste del macizo, que se extiende horizontalmente de Este o Oeste. El recorrido sube por el valle del río Margsyandi en dirección Norte primero y luego girando hacia el Oeste con el río hasta llegar a Manang, donde abandona el cauce y se dirige hacia el Thorung La, el paso más alto del trekking, con 5.416 m de altura. A partir de allí el camino se adentra en el reino de Mustang (concretamente el Lower Mustang) y se puede continuar caminando hacia el Sur siguiendo el río Kali Gandaki o coger un bus en dirección a Beni y, finalmente a Pokhara. Según dicen el trekking completo puede llevar unas 3 semanas. Nosotros probablemente tardemos más en hacer tan solo una parte del mismo. Hemos decidido incorporar algunas salidas de ruta, ir despacio, visitar pueblos cercanos y auténticos.

En cualquier caso, pase lo que pase, estamos seguros de que esta va a ser una experiencia inolvidable.