Últimos regalos de Pushkar

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Pushkar, 19-1-2012

Los últimos días en Pushkar aún nos tenían que regalar algunos momentos que guardaremos para siempre en nuestra memoria.

El día después de haber visitado la escuela de brahmanes, nos paramos a saludar a Miss Pandi. Tras otra hora de enriquecedora conversación, nos dice que nos invita a cenar con ella. Aceptamos muy agradecidos. La cena, cocinada por sus nueras, está deliciosa, y la disfrutamos con Miss Pandi y su hijo Kapil. Como es tradicional, el marido cena aparte y las nueras cenarán después. Es una costumbre que no nos gusta, pero tenemos que respetarla.

Somos conscientes de lo afortunados que somos por encontrar gente tan acogedora, más aún en lugares turísticos. Por este hotel pasan cientos de personas, pero pocas tienen la oportunidad de vivir estos momentos. En días como hoy no nos arrepentimos de habernos perdido algunos lugares a cambio de haber permanecido más días en el mismo sitio. Si estás continuamente saltando de un lugar a otro, no da tiempo a que te pasen estas cosas.

Al día siguiente nos despedimos afectuosamente de la familia y salimos con nuestras mochilas para subir al bus rumbo a Ajmer, desde donde cogeremos el tren que nos llevará a Delhi.

Pero antes de llegar, la India aún nos tiene reservados uno de esos pequeños grandes momentos que se guardan para siempre.

Nada más subir al autobús empezamos a hablar con dos señores mayores que van sentados delante de nosotros. Aunque, cuando decimos hablar, realmente nos referimos a algunos gestos y sonrisas. Una vez más, no sabemos dónde meter nuestras mochilas, así que uno de los señores, vestido con traje tradicional y bigote de película, se ofrece a sujetarla durante el trayecto. Hablamos también (ahora sí, en inglés) con un hombre que viaja con toda su familia. Señala a las mujeres con las que viaja y ellas hacen referencia a mi ropa. Yo intento explicarles que tengo un traje del Punjab y parece que les gusta. Una de ellas lleva la cara descubierta. La otra la cubre completamente con un velo, de manera que ni siquiera puedo hacerme a la idea de sus facciones. Un instante antes de que arranque el autobús, esta me dice que me acerque. Me agacho junto a ella y me quedo de piedra cuando, sin mediar palabra, desenvuelve un pañuelo de tela que contiene un collar y lo pone alrededor de mi cuello. No entiendo nada. La miro a ella, pero no veo su rostro. Sobre su cabeza asoma la cara del hombre con el que hemos estado hablando, que me sonríe complacido. Finalmente consigo abrir la boca:

- Pero esto... ¿por qué?

La mujer acerca su boca a mi oído y me susurra en inglés:

- No hay razón.

- No puedo aceptarlo, de verdad.

- Sí, por favor, es un regalo que te hago.

El hombre me explica:

- Te regala el collar porque siente que le gustaría que fueras su hermana.

No sé qué decir. La abrazo mientras le doy las gracias en inglés y en hindi. No recuerdo si con la emoción del momento se las di también en español.

El autobús se pone en marcha y yo tengo que volver a mi sitio para no caerme en una de las muchas curvas de la carretera. Javi ha llegado hace un momento y nos mira a mí y al collar con los ojos como platos.

- ¿Qué ha pasado? - me pregunta como si hubiera hecho algo raro durante el tiempo que él ha estado ausente.

Le explico la situación, aún sin acabar de creérmela. No sé qué hacer. Lo único que tengo para darle es una de las pulseritas de hilo que he ido haciendo en este viaje, como la que le di también a Miss Pandi. Sé que es una tontería, pero es lo único que le puedo ofrecer. Ella se muestra muy agradecida. Hablamos un poco durante el camino. El resto del tiempo que dura el trayecto lo paso intentando asimilar lo que acaba de ocurrir. Puedo entender que la familia de Rahul fuera tan generosa con nosotros porque somos amigos, pero esta chica no me conoce de nada, sólo hemos intercambiado dos palabras y algunas sonrisas. Estoy segura de que algo así sólo puede pasar en India.

Llegamos todos juntos a la estación de tren, pero tenemos destinos diferentes, así que nos despedimos tras hacemos algunas fotos.

La protagonista de esta historia, de nombre Saroch, va a permanecer en mi memoria para siempre. Recordaré su historia, guardaré su regalo, pero me entristece enormemente no haber visto su cara, que permaneció todo el tiempo completamente cubierta por el velo. Ni siquiera sé cómo son sus ojos. Pero estoy segura de que su mirada será tan encantadora como ella.