Viaje familiar en autocaravana

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Esquel, del 20 al 23-4-2013

El principal motivo para venir a Perito Moreno era ir a visitar la famosa “Cueva de las Manos”, unas pinturas rupestres caracterizadas por las numerosas huellas de manos humanas pintadas en ellas. Algunas de estas pinturas tienen miles de años de antigüedad.

Es prácticamente imposible llegar a dedo hasta allí: casi nadie circula por esa carretera, y menos ahora que estamos en temporada baja, así que preguntamos precios en un par de agencias. Ir y volver en vehículo más la entrada a la cueva, nos supone en total más de 70 euros, así que decidimos renunciar a hacer esta visita. Tenemos entonces que pensar cuál será nuestro próximo destino.

Hablamos de ello mientras preparamos la cena en el “quincho” (cocina-comedor) del camping. Mientras entablamos conversación con unos chicos que acaban de llegar. En la conversación nos enteramos que son un grupo de 4 personas, qu también viajan a dedo, que también vienen de El Chaltén, que también salieron el miércoles... No había que pensar mucho para llegar a la conclusión de que son los mismos que se nos “colaron” haciendo dedo a la salida de El Chaltén LINK. Javi piensa que saben quiénes somos, y también que saben que sabemos quiénes son. A pesar de ello, ni ellos ni nosotros decimos nada al respecto. Más tarde, hablamos con un hombre llamado Ricardo que acaba de llegar. Él es de Buenos Aires y viaja con Sandra (su mujer), Carla (su hija de 1 año y medio) y Mara (su perra) en una autocaravana. Nos comenta que en el camino había visto a unos chicos haciendo dedo.

- Yo quería parar, ¡me lo pedían por favor y todo! Pero viajo con mi niña, eran varios... Me daba miedo. Pero ¡qué mal me siento! Yo quería parar, de verdad... -nos dice, compungido.

- Bueno... creo que eran ellos, pero te preocupes, es normal... -intenta consolarlo Javi mientas señala a los otros autostopistas.

Al rato, vuelve a buscarnos:

- Chicos, ¿ustedes para dónde van?

- Pues... todavía no lo sabemos -responde Javi.

- Bueno, nosotros vamos hacia el norte, a Esquel. Si quieren, ¡vengan con nosotros! Son unos 600 km hasta allí. Piénsenlo y luego me dicen.

¡Pobre hombre! Se ve que se siente culpable por no haber recogido a los otros chicos... Le decimos que no tiene por qué hacerlo, pero se ve que su ofrecimiento es sincero, así que empezamos a valorar nuestras opciones.

Javi y yo estábamos pensando en ir a ver un par de pueblos cercanos. Pero, pensándolo bien, nos ofrecen llevarnos un buen tramo hacia el norte, que es el camino que llevamos. Además, nos gustaría ver cómo es viajar en una caravana, así que... ¡nos vamos con ellos!

Cuando salimos a comunicarle nuestra decisión a Ricardo, nos presenta brevemente al resto de la familia. También nos cuenta que son de Buenos Aires y que están recorriendo el sur del país durante unas semanas, aprovechando sus vacaciones. Ya es un poco tarde y la niña tiene que dormir, así que quedamos en vernos a la mañana siguiente.

Anoche no tuve la oportunidad de hablar con Sandra, pero hoy hemos suplido con creces la falta de comunicación de ayer. Desde que nos dimos los buenos días no paramos de hablar en todo el camino, mientras Javi hacía lo mismo con Ricardo.

Nosotras en el “salón” hablamos de bebés, del amor, de los celos, de la vida en general. Ellos, en la cabina, de coches, caravanas, motores y similares. ¡Vaya forma de cumplir los estereotipos! Por supuesto, pasamos gran parte del tiempo pendientes de la pequeña Carla. Tiene un año y medio y, si bien su madre dice que es muy tímida, una hora después la niña está jugando conmigo, de pie sobre mis rodillas, intentando llamar la atención... Hace tiempo que no tenía contacto con niños y lo paso genial estando con ella.

Por el camino, vemos a un chico haciendo dedo en la carretera.

- ¿Qué hacemos? ¿Lo levantamos? -le pregunta Ricardo a Javi.

- Eso tienes que verlo tú... ¡Es tu casa!-responde Javi, añadiendo a continuación- ¡Ey! Mayte, ¿ese no es el francés?

- No sé... -respondo.

- Mayte, mira a ver. ¡Si lo conocéis, lo llevamos! -decide Ricardo frenando la autocaravana.

Al principio me cuesta reconocerlo, pero sí, es un chico francés que conocimos en el hostal de El Chaltén. Así que desde este momento somos uno más en la caravana. Es curioso como nos vamos encontrando una y otra vez con las mismas personas. Es como si los caminos de todos los que vamos hacia el Norte se cruzaran una y otra vez.

El largo camino se nos hace corto; ¡estamos todos muy entretenidos contándonos la vida! Ya de noche, llegamos a Esquel y nos dejan a Fabien (el francés) a Javi y a mí en la puerta de un hostal.

Como ha habido bastante conexión entre todos y además tenemos los mismos planes para el día siguiente (ir a visitar el Parque Nacional Los Alerces), Ricardo y Sandra nos ofrecen que vayamos todos juntos en la caravana.

El nombre real del alerce patagónico es fitzroyas. Se le empezó a dar este nombre por su similitud con los alerces aunque son una especie distinta. Las fitzroyas son unos grandes árboles propios de la Patagonia argentina y chilena. Sus características más llamativas son su tamaño y su longevidad, ya que pueden llegar a medir 50 metros de altura y 5 cm de diámetro, y vivir más de 3500 años.

Sin embargo, una vez más, el motivo que nos hizo venir aquí queda fuera de nuestro alcance. En este caso, además del precio del barco que hay que tomar para llegar hasta el alerzal, resulta que el mismo sólo sale los sábados... y hoy es domingo.

Nos tenemos que conformar con recorrer una pequeña parte de parque y ver un alerce que, si bien es bastante antiguo (unos 300 años) nada tiene que ver con los árboles milenarios de la otra orilla del lago.

Como el recorrido es corto, caminamos con calma, haciendo fotos, disfrutando del paisaje, leyendo los carteles explicativos...

Es una sorpresa encontrar en uno de ellos una planta que en mapuche (los indios originarios de esta región) se llama MAITE. ¡32 años con este nombre y yo sin saber que era una planta medicinal!

Cuando tomamos el sendero de regreso al aparcamiento, Sandra se da cuenta de que hay un árbol cargadito de manzanas. Ni corto ni perezoso, Fabien trepa por él y empieza a sacudir las ramas. ¡Más de dos kilos de manzanas ricas y naturales!

Ha sido un día muy bonito y tranquilo, que culmina cenando en familia en la caravana de nuestros amigos. Mañana ellos seguirán su camino y nosotros nos quedaremos unos días en Esquel. Les echaremos de menos, en especial a la pequeña Carla.

Las despedidas siempre son tristes, pero cada vez estamos más acostumbrados. Sabemos que algunas de las personas que conocemos en nuestro camino sólo formarán parte de nuestras vidas durante unos días, e incluso horas. Lo importante es la huella que dejan en nosotros y que nosotros dejamos en ellas y disfrutar del tiempo compartido.