Balewa: un pueblo en el desierto del Thar

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Balewa, 12-1-2012

Acompañados por Narce llegamos a Balewa tras un par de horas de bus. Allí nos espera Krishna, quien nos recibe contento y lleno de energía, como siempre.

Balewa es un pequeño pueblo en medio del desierto del Thar y a pocos kilómetros de la frontera con Pakistán. No hemos sido capaces de encontrarlo en los mapas, pero existe: estamos pisando sus calles. Nos dice Krishna que tiene unos 2.000 habitantes aunque un tanto dispersos. Después de todo, esto es el desierto, aquí no hay problemas de suelo. El terreno de los pueblos es comunal, no hay que comprar una parcela para construir.

Las casas tradicionales del desierto están hechas de barro y excrementos de vaca. Tienen forma circular y techo a base de ramas y hierbas secas que debe cambiarse cada varios años. Dentro de ellas el suelo es de tierra pisada y suele haber, como único mobiliario, una o varias camas también construidas de forma manual y con materiales locales. Estos camastros, sobre los que hacen la mitad de su vida, tienen una estructura hecha de troncos de arboles caídos. El somier esta tejido con hebras sacadas de las hojas secas de un arbusto del desierto.

- Estas son las mejores camas, pasan de generación en generación, no como las modernas que no duran ni 20 años - nos comentan.

Qué mentalidad mas practica y respetuosa con el medio. 20 años les parece poco y, sin embargo, en occidente y hoy en día, es casi impensable conservar un mueble tanto tiempo.

Estas casas tan practicas, económicas y ecológicas todavía se usan y se pueden ver en todos los pueblos dispersos por el duro desierto. Sin embargo,  aquí en Balewa, donde la electricidad es algo muy reciente, empiezan a verse cada vez mas casas de ladrillo. A pesar de ser pleno desierto, el monzón descarga fuertes lluvias de tanto en tanto. Incluso se producen inundaciones importantes, como la de hace un par de años, en las que las casas son destruidas por el agua y la vida de la población corre peligro. Es por ello que muchas familias están haciendo un importante esfuerzo económico, a veces empeñando lo poco que tienen, para construirse una casa de ladrillo. No puedo evitar recordar el cuento de los tres cerditos, el lobo y sus casas de paja, madera y ladrillo. Es una pena que una tradición así acabe pero el motivo no puede ser mas válido. En cualquier caso, cada casa de ladrillo tiene fuera, en el patio, una cabaña tradicional donde permanecen los hombres cuando hay mujeres de fuera de la familia en la casa principal. También se usan para reunirse y pasar el rato en los tórridos días de verano, ya que son mucho mas frescas que las modernas.

Balewa surgió, como muchos pueblos del desierto, alrededor de un pozo. El pozo de Balewa tiene varios siglos de antigüedad, alrededor de él se pueden desenterrar con la mano trozos de antiquísimas vasijas que lo atestiguan. Al atardecer, el polvo desprendido de estas vasijas al deshacerse reluce y le da un toque rojizo a las crestas de las ondulaciones de arena producidas por el viento. Este pozo permaneció oculto durante cientos de años hasta que fue redescubierto, hace poco más de un siglo, por un antepasado de Krishna. El agua que proporciona es salada pero es la que hay, y es la que utilizan para sobrevivir.

El paisaje rural que observamos a nuestro alrededor resulta muy exótico para nosotros. Las cabañas, las cabras y las vacas nos recuerdan más a la imagen que tenemos de África que de la India. Los camellos aparcados en las puertas de las casas, las mujeres con velo y los hombres con turbantes nos recuerdan más a Marruecos que a la India. Podría haber sido Pakistán si la linea divisoria de la frontera hubiera sido trazada un poco mas acá, pero no fue así: esto es la India.

Lo primero que hacemos al llegar es visitar la escuela que ha construido Krishna junto con Xenia, la mujer catalana que le ayuda desde hace tres años. Parece ser que Krishna siempre tuvo la intención de mejorar la educación de los niños de su pueblo. Aquí hay una escuela pública pero, como ya hemos comentado en otras ocasiones, la calidad de estas es mas que discutible en la India. Krishna vivió en sus propias carnes la dificultad de conseguir una educación adecuada y sabe las puertas que te abre el conseguirla. El trabaja como guía turístico, sobre todo para clientes de habla hispana. En unos de sus viajes llevaba un grupo en el que se encontraba Xenia, una turista catalana con ganas de conocer el país. Cuando Krishna le hablo de su idea a Xenia esta se lanzo de lleno a ayudarle. Al volver a España fundó una asociación llamada El Somriure dels Nens (La Sonrisa de los Niños) y comenzó a recaudar fondos. En un año tenían la primera aula terminada. Después vinieron una segunda aula, una casa para los voluntarios (donde estamos viviendo nosotros), un pozo para la escuela y todavía quedan muchos proyectos, muchos sueños por realizar.

Por supuesto también comenzaron las visitas de los voluntarios, que vienen a ensenar alguna cosa, a aprender mucho de estas gentes y también, ¿por que no? a cambiar Balewa poco a poco. Según nos dice Krishna, los habitantes del pueblo han cambiado mucho en estos tres años. Antes era impensable que se sentaran con nosotros con tanta naturalidad, que las mujeres hablaran conmigo, un hombre occidental, y me mostraran su cara. Gracias a las visitas de los voluntarios parece que los moradores de Balewa, que hasta hace poco pensaban que solo existían dos países: India e Inglaterra, están abriendo sus mentes. Nos gusta esta forma de cambiar. Nada que ver con los cambios traumáticos que produce el turismo de masas. Ese que convierte a la población local en desconfiada, en desagradable, en avariciosa. No se por qué pero parece que siempre es mas fácil contagiar las malas costumbres.