El paquete viajero

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Bogotá, 9-3-2013

Hace un par de días que volvimos a Bogotá, tras nuestra aventura en helicóptero con el ejército. Y, como era de esperar, ¡ha sido salir de Popayán y a los dos días, levantarse el paro cafetero! Como me ha dicho una amiga, nunca se sabe, podría haberse puesto peor la cosa; lo importante es que salimos de allí y sin tener que pagar un billete de avión.

Ahora viene la segunda parte del problema: salir de Colombia.

Pero antes de eso, tenemos que contaros la historia de “El Paquete Viajero”.

Había una vez dos waslalitos que viajaron por las playas de Tailandia, las ciudades de la India y parte de Malasia con una mochila enorme que contenía en su mayor parte material de montaña que sólo utilizaron en Nepal, al final del viaje. Por eso, cuando emprendieron rumbo a América dijeron “¡No vamos a volver a cargar con todo esto! Dejémoslo preparado en España y que alguien nos lo traiga o nos lo envíe cuando nos acerquemos a los Andes, que es donde nos va a hacer falta”

¡Error! Aquí es donde los waslalitos metieron la pata. Se dieron cuenta de que les habría venido muy bien tener el material de montaña, por ejemplo, en Colombia. Aunque, claro, ¿cómo lo iban a saber?, si en sus planes iniciales no habían planeado ir allí... Así que se dieron prisa en encontrar una forma de que se lo hicieran llegar. ¡Y ahí empezó la aventura de El Paquete Viajero!

Cuentos aparte, dio la casualidad de que Luis, un amigo mío que es de Galicia y está viviendo en Bogotá, nos lo podía traer porque estaba en España de vacaciones navideñas. Los hermanos de Javi enviaron el paquete a Galicia, pero con tan mala suerte que llegó el día después de que Luis saliera de España. El Paquete Viajero volvió entonces a Valencia, a la espera de que otro mensajero lo llevara a su destino.
Después de valorar varias opciones, vimos que lo mejor era enviarlo a Ecuador, y así lo hicimos. Como la idea (tras el penúltimo cambio de planes) era hacer el recorrido Colombia-Ecuador-Perú-Bolivia-Chile-Patagonia, nos venía bien recogerlo allí.

Pero un paro cafetero ha tenido bloqueada durante más de 10 días la Panamericana y la frontera con Ecuador, por lo que era imposible continuar nuestro viaje por tierra. Fue entonces cuando el ejército nos evacuó en helicóptero y nos llevó a Cali, donde cogimos un bus a Bogotá.

Dado que veíamos que no nos quedaba más remedio que coger un avión para salir del país y que habíamos perdido ya mucho tiempo, decidimos saltarnos Ecuador y viajar directamente a Chile o Argentina y bajar lo más rápido posible a la Patagonia, para no pillar el invierno austral. Pero claro ¡El Paquete Viajero nos estaba esperando en Ecuador! Llamamos entonces a la empresa de mensajería para pedir que nos lo enviaran a Buenos Aires. Nos dijeron que podía haber problemas en la aduana de Argentina y que era mejor enviarlo a Colombia, donde era más barato y más rápido (2 ó 3 días). Bueno, como teníamos que parar en Bogotá de todas formas, no nos pareció mala opción... ¡hasta que volvimos a hablar con ellos y nos dijeron que tardaba 6 días y que costaba el doble de lo que nos habían dicho! Ya no teníamos muchas más opciones, así que tuvimos que aceptar.

En estos momentos, El Paquete Viajero debe estar en algún punto entre Quito y Bogotá, y nosotros estamos esperando a que llegue para poder comprar un billete de avión que nos saque de Colombia; con tanto cambio, nos da miedo comprarlo, que llegue el día del vuelo y no tener el paquete. Hemos visto que de vez en cuando hay vuelos baratos a Buenos Aires, pero aparecen y desaparecen, así que tenemos que estar muy pendientes. Además, sólo nos quedan 12 días de visa... Así que estamos otra vez bloqueados, pero por culpa del paquete.

Menos mal que hemos tenido la ayuda de Ave, la hermana de Javi, que se ha encargado de todo este lío (¡mil gracias Ave!) y de Luis, que por segunda vez nos está acogiendo en su casa de Bogotá.

Un virus estomacal que visitó a Javi y ahora a mí ha sido el toque perfecto para estos días.

Tal vez todo esto os parezca un rollo, pero es para que entendáis lo mucho que se pueden llegar a complicar las cosas.

¡Qué ganas tenemos de que todo se solucione y seguir nuestro camino!