La gente del Hostal Palacios y algunos sucesos inesperados

Información
This post is categorized under...
Sections: 
Countries: 
Authors: 

Boquete, 14 y 15-12-2012

No podemos hablar de nuestros días en Boquete sin hablar de Pancho Palacios, el dueño del hostal en el que nos hospedamos.
Tendrá unos 40 años y vive con su mujer Janet y su hijo Panchito, de unos 12 años.

Pancho es un hombre muy inquieto, que habla sin parar y muy deprisa, sonríe todo el tiempo y parece que todo le parece bien. “¡Sí claro! ¡Cómo no!” es su frase favorita. Va siempre como acelerado y es un poco raro. Pero siempre se muestra dispuesto a ayudar y a informar sobre cualquier cosa que esté a su disposición. La verdad es que, aunque a veces puede resultar un poco cargante, nos resulta simpático y a veces hasta gracioso.

Pancho discute todo el tiempo con su mujer, quien parece tener peor carácter que él. También parece siempre muy nerviosa.

Completa la familia Panchito, que no se deja ver demasiado. Parece que no le va muy bien en la escuela y sus padres están preocupados, así que durante las vacaciones tiene una profesora particular. Es imposible no enterarse de todos estos detalles dadas las conversaciones y discusiones sobre el tema, que suelen ser a voz en grito.

Por último está Nicolás, que parece ser otro familiar. Es extremadamente amable, atento y, en contraste con el resto de la familia, es muy tranquilo. Suele estar por las mañanas, sobre todo los fines de semana, cuando Pancho y Janet salen por la noche y se pasan la mañana durmiendo.

Pancho recibe de vez en cuando la visita de Santi, un español que vive entre Panamá y Cádiz. A través de él conocemos a su primo Nacho y a Paco, otro gaditano que trabaja de masajista en Londres. Pasamos algunos ratos charlando con ellos. Paco va a viajar en breve a Colombia en un velero echándole una mano al capitán, y en esta tarea se incluye el encontrar posibles viajeros. En principio no nos convence la idea, pero viendo lo difícil que nos está resultado encontrar otra manera de viajar, puede que sea una buena opción.

Y es que al final lo de ir a Las Galápagos y a Chile no va a poder ser. Hemos estado en contacto con Miguel durante este tiempo y nos ha ido contando algunos contratiempos que han ido surgiendo. La cuestión es que se le ha estropeado otra pieza del barco y ha pedido un repuesto que llegará, como pronto, a mediados de enero, pero puede que se alargue más. Esto ya es demasiado tiempo. Javi está muy triste, pero no podemos seguir aquí, así que estamos mirando otras opciones.

Mabel, la española que trabaja en el hostal Casco Viejo, nos ha pasado un listado con los nombres y números de teléfono de muchos capitanes que hacen la ruta a Colombia. Empezamos a llamarlos uno por uno para ver si alguno nos hace un precio especial en atención a nuestro proyecto sobre la educación. Algunos no responden, otros nos dicen que no pueden hacer nada por nosotros, hay un chico catalán que se ofrece a hacernos un buen descuento si le quedan plazas... y así seguimos hasta que marco el teléfono de un tal Jose Antonio, también español. Me responde al teléfono un hombre de mediana edad, con un tono de voz muy serio:

- Diga...

- Hola, ¿qué tal? Quería hablar con Jose Antonio, ¿es usted? - pregunto.

- No... pero... usted ¿quién es? ¿Qué quiere? - me interroga el hombre.

- Bueno, yo me llamo Mayte y llamaba para preguntar por el barco de Jose Antonio que va a Colombia. - respondo, extrañada por la pregunta y el tono de voz.

- No, mire, es que, el barco no..., es que Jose Antonio..., es que se ha dado una circunstancia que, bueno... es que Jose Antonio acaba de fallecer. Yo soy su hermano.

- … vaya, yo... -balbuceo, sin saber qué decir - lo siento mucho, le acompaño en el sentimiento.

Javi  me mira extrañado y se queda de piedra, igual que me acaba de pasar a mí, cuando le cuento lo que me ha dicho. Pero ahí no acaba todo, porque acto seguido llegan Santi y Paco y nos dicen:

- ¿Os habéis enterado de que han matado a dos españoles en la zona de Isla Grande?

- ¿Cómo? No puede ser... creo que acabo de hablar con el hermano de uno de ellos. - les digo.

Efectivamente, buscamos la noticia en Internet y leemos que han asesinado brutalmente a un millonario que vivía en una pequeña isla junto a Isla Grande y a un amigo suyo, capitán de barco y de nombre José Antonio. La noticia dice que habían discutido con unos cazadores furtivos que habían entrado a cazar en una propiedad del primero y en el transcurso de la discusión, ellos habían matado a los perros de los cazadores. Parece ser que al día siguiente, como venganza, los cazadores entraron en su casa y los asesinaron. También dicen que su hermano Luis es quien está hablando con la prensa.

Nos quedamos muy impresionados por la noticia y por la casualidad que ha hecho que le llamemos justo hoy. Nos sorprende sobre todo la crueldad y la sangre fría con la que se ha cometido este crimen, lo poco que debe valer una vida para estas personas. Ya hablamos de que era una zona poco segura, pero ni se nos pasaba por la cabeza que pudiera ocurrir algo así.

Cuando nos recuperamos, seguimos la ronda de llamadas y charlamos con Marc, un chico catalán capitán de un barco que sale dentro de un par de días. Es muy simpático y nos dice que, si todavía le quedan dos plazas, nos lleva a mitad de precio hasta Cartagena. Pero tenemos que llamarle mañana para confirmar porque no sabe si su socio ha encontrado a más viajeros. ¡Ójala haya suerte y podamos salir de aquí de una vez! Lo que iba a ser una semana en Panamá se ha convertido en más de mes y medio. Tenemos ganas de seguir nuestro viaje.

Como esta noche hay lluvia de estrellas, después de cenar salimos y buscamos un lugar oscuro para tumbarnos a mirar al cielo. Bajamos hacia el río y encontramos un buen sitio: una explanada de cemento junto a unos árboles. Está bastante oscuro y vemos bastantes estrellas fugaces. Es una bonita noche y la temperatura es muy agradable, pero no nos quedamos mucho tiempo. Si Marc nos dice que podemos irnos con él, mañana por la mañana nos tenemos que ir a la capital. Nos levantamos y empezamos a caminar hacia el hotel. Mientras andamos yo sigo mirando al cielo, por si se ve alguna estrella más, cuando de repente noto que bajo casi un metro de golpe. ¿Qué ha pasado? No he visto que se acababa la explanada. Todo mi peso ha caído sobre mi pie izquierdo y noto el tobillo caliente y dolorido.

- ¡Mayte! ¿Estás bien? ¡No me ha dado tiempo a avisarte, pensaba que lo habías visto! - exclama Javi preocupado.

No puedo responderle inmediatamente. El tobillo me duele muchísimo... puede que me haya hecho un esguince.

En cuanto puedo apoyar el pie volvemos al hostal. El tobillo está bastante hinchado. Javi me trae hielo, pongo el pie en alto y me tomo un antiinflamatorio.

- ¡Vaya! ¿Y ahora qué? - le digo a Javi

- Pues ahora no nos podemos ir, no con tu pie así... –me responde él mirando a mi tobillo.

- ¡Sí que podemos! ¡Mira, no es para tanto! - pero cuando me miro de nuevo el pie me doy cuenta de que tiene razón: no puedo caminar con el tobillo así y con la mochila a cuestas-- ¡Mierda!

Cuando pasa algo así, intento recurrir al “todo pasa por algo”, pero esta vez no funciona. Ya estamos cansados; se nos han pasado un montón de oportunidades para viajar a Colombia...

- Nunca vamos a salir de aquí, ¿verdad? - le pregunto a Javi.

- ¡Pues por lo que parece, no! –me responde cansado.

Al final da igual porque al día siguiente Marc nos dice que tiene el barco lleno y no nos puede llevar. En un par de días, el tobillo está menos hinchado y me duele menos. Justo a tiempo para irnos en el mismo barco que Paco, el gaditano que conocimos hace unos días. Así que llamamos a Loïc, el capitán del velero. Nos explica que podemos ir con él hasta Cartagena o quedarnos en Capurganá, nada más cruzar la frontera con Colombia. Dado que la primera opción cuesta 500 $ y la segunda unos 300 $, decidimos ir solo hasta Capurganá. Tras hablarle de nuestro proyecto, Loïc accede a hacernos un pequeño descuento. Así que tomamos la decisión de irnos con él.

Nos ponemos a hacer las maletas. Después de tanto tiempo aquí, me cuesta creer que por fin nos vayamos a Colombia. Y parece que a Javi le cuesta aún más hacerse a la idea. Parece que todavía no ha aceptado del todo que el plan de Las Galápagos y a Chile se haya ido al traste.

Pero sí, por fin, nos vamos de Panamá.