Por fin rumbo a Colombia

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Panamá-Colombia, 17-12-2012

Esta mañana nos levantamos muy temprano porque tenemos que ir hasta La Guaira (cerca de Isla Grande) de nuevo, esta vez para coger un velero que nos llevará a Capurganá, en el Caribe colombiano. ¡Hoy salimos de Panamá!

Una vez superada la crisis de ayer y teniendo claro que sí, que nos vamos, ya estamos más tranquilos.  Volvemos a hacer la ruta que ya nos conocemos: caminar una media hora con las mochilas, bus hasta la estación de autobuses de Albrook, bus hasta Sabanitas, bus hasta la Guaira, y llegamos a tiempo para nuestra cita con Loïc a las 12 del mediodía.

Loïc es el patrón del barco, es francés, alto, delgado y parece bastante agradable. Nos recibe en el muelle y nos lleva en el dingui (pequeña lancha hinchable con motor fueraborda) hasta el barco, un bonito velero de 15m de eslora llamado Amande. El barco tiene 6 camarotes dobles y 4 baños, además de una cocina y un salón en cubierta. Desde fuera cuesta imaginar cómo cabe todo eso ahí dentro, pero es que en los barcos el espacio se aprovecha al máximo. Nosotros dormiremos en la proa. Nuestro camarote se adapta a la forma del caso y la cama está empotrada de forma que los pies quedan hacia delante, en la parte estrecha. La primera impresión es un poco claustrofóbica pero a todo se acostumbra uno.

Dejamos nuestras mochilas y Loïc nos da la grata sorpresa de que tenemos que ir a Isla Grande a recoger a los demás pasajeros, que han bajado a tomar algo. Nos alegramos porque así tendremos ocasión de ver a nuestros amigos antes de irnos.

Al llegar a la isla vemos a David en el muelle, él nos mira y grita:

- ¡¿Qué hacéis aquí con Loïc?!

Resulta que David es amigo de Loïc, y que Paco, el gaditano de Boquete que viajará con  nosotros, es primo de un gran amigo de David que vive en Capurganá... Lo de siempre: el mundo es muy pequeño y a veces parece que estemos dando la vuelta a Soria en lugar de dársela al mundo. Le damos un abrazo a David y vamos con él a conocer a los que serán algunos de nuestros compañeros de viaje: los padres de Loïc, que han venido a pasar la Navidad con su hijo, y Ashari y Gay, una pareja de recién casados que está haciendo una larga luna de miel de un año por todo el mundo.

Tras presentarnos y conversar un momento pedimos disculpas y salimos corriendo para saludar a nuestros amigos Juan y Juli. Llegamos a la carrera hasta su casa, que también fue la nuestra durante varios días, para darles una sorpresa y... ¡no hay nadie! Un poco decepcionados les llamamos al móvil y nos cuentan que justo hoy han ido a la ciudad, a Panamá. Es una lástima pero no podremos despedirnos de ellos en persona. Nos acercamos al hotel de Willy y al menos podemos verlo a él y decirle adiós.

Regresamos a toda prisa al bar donde nos esperan todos. Nos despedimos también de David deseándole suerte con su barco casero y su aventura. Una vez a bordo nos preparamos para la travesía y zarpamos mientras nos despedimos de Isla Grande. Pasamos por delante de "nuestra" antigua casa y recuerdo cómo miraba desde la terraza los barcos que pasaban por aquí ¡Creía que nunca nos tocaría a nosotros!

Antes de alejarnos de la costa paramos a recoger a Paco, que había ido a Colón a comprar unas cosas para Loïc. Colón es una ciudad fea y muy muy peligrosa por lo que nos han contado. Conocemos a varias personas a las que han robado. De hecho Paco es el primer extranjero que conocemos al que no han atracado allí. Nosotros hemos conseguido evitar esta ciudad durante nuestra estancia en Panamá, Paco no ha tenido esa suerte. No le ha pasado nada grave pero viene un poco estresado y dice que no le ha gustado nada la experiencia. El asunto es que por el camino ha conocido a Manuel, un colombo-francés que está pasando una temporada por aquí y que ahora va de camino a su tierra natal. Le ha contado lo del barco y Manuel se ha apuntado, así que ahora somos ya 9 a bordo.

Poco a poco vamos saliendo a mar abierto y las aguas están muy movidas. Lamentablemente Mayte se empieza a marear así que se sienta en la cubierta intentando fijar la mirada en algún punto del horizonte. Esta noche la pasaremos navegando para llegar al archipiélago de San Blas, unas bonitas islas que pertenecen a Panamá. Por desgracia vamos en dirección Oeste, en sentido casi contrario a los vientos Alisios, y eso hace difícil la navegación a vela. Se puede navegar a vela contra el viento, y de hecho mucha gente lo hace. El problema es que requiere ir haciendo “bordos”, es decir ir en zigzag porque los veleros tienen un ángulo muerto: no pueden navegar a menos de 45º a cada lado del viento. El navegar así supone más trabajo y esfuerzo pero es la forma más bonita y más marinera de hacerlo. A mí no me gusta ir a motor, le quita la mayor parte del encanto al asunto, pero donde hay patrón no manda marinero... Parece que a Loïc no le importa gasta combustible ya que saca bastante dinero con el viaje. Sería distinto si el trayecto fuera largo y no comercial, claro.

Además cuando se navega a vela, aunque el mar esté muy agitado, el barco no se mueve tanto. La vela hace que que el barco avance de forma más natural. Aún cuando vas al máximo ángulo contra el viento (lo que se denomina ir de ceñida) las olas suelen coger al barco en diagonal y además el viento ayuda a mantenerlo más estable al empujarlo contra el agua. Pero no ese el caso, con motor y piloto automático el barco se mueve de una manera infernal embistiendo a las olas que le vienen de frente o de cualquier dirección. Las cosas se caen en la cocina, te das golpes al andar o al ir al baño... Hasta lo más fácil se convierte en complicado. Mayte se encuentra fatal y se toma una pastilla para el mareo. Tarde: la pastilla se va por la borda junto con la cena. Pero parece que se siente algo mejor.

Yo tardo en acostarme y paso un rato charlando con Loïc. Le cuento lo que hacemos:  nuestro viaje, nuestro proyecto... y él me cuenta su cambio de vida. Loïc tenía un buen trabajo, ganaba bastante dinero, tenía la vida solucionada pero... le faltaba algo. Ya son varios los casos así que nos hemos encontrado en este viaje y la verdad es que los entendemos perfectamente. Loïc tenía un velero y había heredado de sus padres la afición al mar, así que en un momento, no hace mucho, decidió lanzarse a la aventura y viajar con su barco. Al llegar a Panamá decidió meterse en el negocio de los veleros que llevan a los turistas y viajeros de Colombia a Panamá y viceversa. Lo cierto es que hay bastante mercado ya que es una forma de cruzar más bonita y no mucho más cara (para el bolsillo de un turista) que volar.

Conversando con Loïc y simplemente mirando el mar se me pasan las horas. Ya es tarde cuando me acuesto después de haber intentado disfrutar del mar al máximo. Estoy bien pero aún me entristece acordarme de la oportunidad perdida de navegar hasta Chile con Miguel. Intento consolarme pensando que quizás habría sido demasiado para Mayte, visto lo visto.