Últimos días en El Bolsón

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El Bolsón, 21-5-2013

Durante todo el tiempo que hemos pasado en El Bolsón, nos hemos alojado en el Hostel Joy. Su dueño, Juan Carlos, es todo un personaje. Su frase preferida es “Pero... ¡que alegría!”. La dice en todo momento, a veces se ve que está alegre y otras su mirada parece indicar que no. Aún así siempre repite esas 3 palabras como si de un conjuro se tratara. Quizás a fuerza de repetirlas, de poner a su hostal Joy (alegría en inglés) y de intentar transmitir esa alegría a los demás, consigue sentirse mejor. Esperamos que así sea.

Juan Carlos nos acogió en su hostal haciéndonos un precio muy especial por una habitación en “la cueva”, un pasillo que da a una ruidosa panadería. El olor a manteca, el periódico estruendo del extractor y los desafinados cánticos del panadero durante toda la noche no fueron motivo suficiente para pedirle otra habitación un poco más cara: ¡hay que ahorrar!

Durante los dos primeros días le pagamos el precio que acordamos pero luego, cuando Mayte lo encontró en couchsurfing y se lo comentó, él dijo que podíamos ser sus invitados. Así, sin más. La generosidad de Juan Carlos fue uno de los motivos que nos facilitó el estar tanto tiempo aquí.
Él nunca había usado esta página web. Unos clientes les dieron de alta y le explicaron un poco como funcionaba pero él no les hizo mucho caso. Ahora quiere viajar a Europa y quizás pueda utilizarla para conocer gente allí. No necesita alojamiento pero a lo mejor puede hacer amigos que le enseñen París o Londres. En cualquier caso, para nosotros es una gran ayuda.

Los últimos días en El Bolsón los pasamos intentando decidir que hacer a continuación. Nuestro plan inicial era ir a Santiago, pero una huésped del hostal, que vive cerca de Puerto Madryn, justo hacia el otro lado, en la costa atlántica, nos ha dicho que desde su casa ya se ve a las ballenas.

A partir del mes de junio empieza a llegar la ballena austral a las costas de la Patagonía argentina. Un poco más adelante el espectáculo es impresionante. Son unos animales enormes que saltan, juegan y se mueven muy cerca de la orilla. Si se contrata un tour en un barco, se pueden ver desde muy cerca. Son varias ya las personas que nos han dicho que es una de las cosas más impresionantes que han visto en su vida.

Nuestra amiga Georgis, nos contó en El Calafate, que vio a una ballena al lado del barco, mirándole con esos ojos enormes hasta que se decidió a sumergirse y pasar bajo el barco. “Era del tamaño de autobús”, nos contaba sobrecogida.

El asunto es que no estamos seguros de que haya tours en estas fechas. Todavía es un poco pronto y no nos gustaría ir hasta allá para nada. La noche antes de salir, mientras cenamos y tomamos una copa de vino con los dueños y los otros huéspedes del hostal (¡buen ambiente hasta el último momento), ¡aún no sabemos qué vamos a hacer!

Finalmente nos decidimos a ir en dirección Santiago, eso sí, parando en algunos sitios por el camino, aunque sea poco tiempo. Empezamos a tener algo de prisa. El tiempo de viaje se acaba. Si nos queda tiempo y dinero quizás podamos ir a ver a las ballenas antes de volar a casa, ya que tenemos pensado hacerlo desde Buenos Aires.

Ayer nos despedirnos de Pepe, de Alexia y de las niñas, hoy hacemos lo propio con Juan Carlos y otra gente del hostal y, por fin, salimos de El Bolsón. Al final hemos pasado casi un mes. Sí que nos hemos “abolsonado”, sí... Pero ya es hora de continuar.

Cuando estamos caminando hacia la salida del pueblo vemos pasar a Pepe con su viejo Renault. Para y nos acerca hasta un buen lugar para hacer dedo hacia Bariloche. Nos volvemos a despedir de él con un abrazo y nos quedamos en la cuneta con el dedo apuntando al Norte. Al poco rato para un hombre y nos recoge. Esta vez subo yo detrás y dejo a Mayte la tarea de llevar la conversación en el asiento del acompañante.

Yo intento seguir la conversación pero mis pensamientos están en otra parte. Recuerdo que Pepe y Alexia nos dijeron hace unos días que podíamos quedarnos: “Aquí al lado hay varios terrenos libres. ¡Tan solo tienen que ocuparlo y empezar a construir! ¡Cuantos más seamos mejor!”. Le sigo dando vueltas a la idea, sería muy fácil, tan fácil. Podríamos abolsonarnos para siempre en este idílico lugar... Los dos pensamos que no es el momento o quizás no es el lugar. Pero sería tan fácil...