Visita a Valparaíso y despedida de Antonio

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Santiago de Chile, 8-6-2013

El jueves nos vamos en bus hasta Valparaíso, en la costa de Pacífico, a dos horas de Santiago. Varias personas nos lo habían recomendado así que decidimos hacer una visita de ida y vuelta a esta ciudad costera.

Las casas de Valparaíso se amontonan en las montañas que forman la bahía que cobija a lo que es el puerto comercial de Santiago. Hay muchas casa de colores, pequeños teleféricos que suben las empinadas calles... Podría ser bonito, quizás lo es, pero lo cierto es que a nosotros no nos gustó demasiado.  No nos pasa a menudo, pero la verdad es que Valparaíso nos dejó un poco indiferentes, por no decir desilusionados.

No deja de ser una ciudad, por muy costera que sea, y además está separada del mar por las vías de un tren que recorre la costa y que no se puede atravesar más que en un par de puntos. En cualquier caso, casi toda la costa es puerto comercial, lleno de contenedores y sin ningún encanto. Tan solo hacia el final hay un paseo con grandes rompeolas desde donde se pueden ver leones marinos y pelícanos que descansan en una fea plataforma de hormigón medio derruida, a la que intentamos sacarle el lado artístico. Todo parece un poco triste, sucio y feo.

Es cierto que los barrios de las partes altas de la ciudad, con las casa pintadas de colores y muchos grafitis artísticos, tienen cierto encanto y un aire bohemio que quizás sea agradable si se vive allí por un tiempo. Quizás sea uno de esos sitios que solo se aprecia si se vive un tiempo en él, pero nosotros no nos podemos quedar para comprobarlo.

Al final hemos decidido que nos vamos el sábado de Santiago. Nuestra idea era salir el viernes pero yo estaba no me encontraba del todo bien y lo aplazamos un día. Estamos muy a gusto con Antonio, pero ya queda poco tiempo de viaje y mucho por ver y por hacer todavía. Además, estamos durmiendo en la cama de Antonio y haciendo que él comparta cama con el otro Antonio, su compañero de piso. Nos sabe mal molestarlos a los dos así que hemos decidido seguir viaje.

De aquí vamos a San Pedro de Atacama, en el norte de Chile, muy cerca ya de Bolivia que es nuestro siguiente destino. Intentamos convencer a Antonio de que se venga a pasar el fin de semana a San Pedro con nosotros y casi lo conseguimos. Nosotros tardaremos 24 horas en bus, pero como él tiene más dinero que tiempo, al contrario que nosotros, miramos la opción de que tome un vuelo y no encontremos allí. Lamentablemente no conseguimos cuadrar los horarios de los vuelos con el trabajo de Antonio y tenemos que despedirnos allí.

La última noche Antonio nos invita a cenar “cordero al palo” en un asador. Este plato típico de la región (y de la Patagonia) consiste en abrir a un cordero en canal y pincharlo en un palo que se coloca sobre una hoguera. La preparación tiene mucho más arte de lo que parece por mi burda descripción y resulta muy llamativo la primera vez que se ve.

Al volver a casa, Antonio y yo nos permitimos unas horas de divertida nostalgia con una “guerra” de viejas canciones de nuestra infancia y de nuestro años de adolescencia juntos. A la media hora Mayte, que nos mira entre divertida y asustada por nuestros gritos, se retira a dormir. Empezamos con Ivanhoe, pasamos por Europe y por Un Pingüino en mi Ascensor, entre otros muchos, y acabamos con Paraíso y La Granja. ¡Qué tiempos aquellos...! ¡Pero que tiempos estos también!

En el fragor del momento decidimos que esto hay que repetirlo pero con todos “los amigotes”. Hay que reunir al grupo (o al grumo como solíamos llamarlo) al menos una vez al año y pasar un fin de semana todos juntos... ¿Lo conseguiremos? ¿Quedará tan solo en otro buen deseo? Esperemos que no. Habrá que añadirlo a la lista de propósitos de nuestra nueva vida cuando volvamos a casa.

En estos casi 10 días de convivencia con Antonio lo hemos visto y hemos hablado mucho más de lo que nos veíamos y hablábamos en un año entero cuando estábamos en Valencia. Es curioso que haya que venir hasta el otro lado del mundo para poder pasar tiempo con un amigo y que cuando se vive en la misma ciudad nunca se tenga la ocasión de conversar con calma. Ya lo hemos dicho antes pero lo repito... algo no funciona bien en esta sociedad.