Construyendo una casa en El Bolsón

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El Bolsón, 9-5-2013

Hace unos días, cuando estuvimos en el refugio del Piltriquitrón, mientras hablábamos con  Fede, el chico que trabaja allí, este nos contó que se estaba construyéndo una casa con sus propias manos.

- Es una casa de barro, hecha con una mezcla de tierra, arcilla, arena y pasto. Es ecológica, es muy aislante, mantiene la temperatura y la humedad... y además es muy barato porque se utilizan materiales de la zona.

Javi se interesó por el asunto:

- Ese es un tema que siempre me ha interesado... En España prácticamente nadie se construye su propia casa. Acá parece más común. Pero siempre me he preguntado como aprende uno a hacer una casa. ¿Cómo lo haces? ¿Dónde aprendiste?

Fede nos recomendó que viéramos un documental de un tal Belanko, todo un maestro de las construcciones naturales. Javi no tardó ni 24 horas en conseguir el vídeo.

Por las noches, a ratos, vamos viendo el vídeo de Belanko. Cada día que pasa Javi se emociona más con el asunto, y me va contagiando a mí.
Parece que nos está dando fuerte con el tema y queremos aprender más. Nos han dicho que por la zona se hacen varios cursos para aprender sobre construcción natural, huertos orgánicos, permacultura, etc. Sin embargo, como estamos cerca del invierno y están empezando las lluvias, parece que no hay nada. Si no encontramos ningún curso, nos iremos de aquí en un par de días.

Como suele pasar, hay cosas que vienen solas. Unos días después estoy de nuevo en la feria artesanal hablando con Alexia, una chica de mi edad y madre de dos niñas. Su pareja es Pepe, un catalán que estaba viajando hasta que la conoció, aquí en El Bolsón, y decidió quedarse con ella y sus dos niñas; ya lleva aquí un año y medio viviendo de la artesanía, como su pareja.

Estamos charlando y le comento que querríamos aprender acerca de la construcción con barro. Entonces Alexia me dice:

- Pues nosotros estamos haciéndonos una casa en la montaña. Es de madera y queremos hacerla de barro por dentro. Empezamos dentro de un par de días, así que, si quieren echarnos una mano...

Nos encanta la idea. De hecho, lo preferimos a hacer un taller, porque esto será una casa de verdad, de una familia que va a vivir en ella y a quienes les viene bien nuestra ayuda. Lo hablamos con Pepe y con Javi y rápidamente tomamos la decisión: ¡nos quedamos!

Al día siguiente subimos a su terreno, una “toma” u “ocupación” en una de las montañas que rodean el pueblo. No son los únicos que ha tomado tierras para vivir. Como ellos, casi 50 familias han ocupado un pedazo de tierra y construido sus casas en ellos. Y esta es solo una de las tomas que hay en la zona. Es un fenómeno bastante frecuente. De hecho, con el tiempo, estos terrenos son incluidos en la planificación municipal y el ayuntamiento les acaba llevando agua, luz...

Hay algunas normas a la hora de ocupar un terreno. Ha de ser lo que se denomina terreno fiscal (público). El mismo no puede exceder de un cuarto de hectárea y si lo ocupas es para construir una casa y vivir ahí. A pesar de ello, ya hay quien ocupa terrenos y construye en ellos para luego venderlos.
Personalmente no nos parece mal que las familias puedan ocupar una tierra para tener un lugar donde vivir, pero hacerlo para especular y ganar dinero... eso es otra historia. En cualquier caso es un tema delicado en el que entran en conflicto el derecho a una vivienda con la protección del medio ambiente, ya que estamos hablando de zonas de bosque. Al menos en este caso los que se benefician son gente humilde y no grandes empresas constructoras, como suele ser habitual.

Alexia y Pepe han llevado los materiales que necesitamos para empezar a trabajar: cogieron arcilla de una loma cercana, la tierra la sacamos del propio terreno y el pasto lo tomamos del campo a golpe de machete.

Enseguida nos ponemos manos a la obra, ¡nunca mejor dicho! La sensación de meter las manos en el barro al principio resulta extraña, pero poco a poco nos acostumbramos y descubrimos lo fácil que es trabajar con él, empezamos a disfrutar la sensación en nuestras manos. Recuerdo que mi madre me ha contado en varias ocasiones que cuando era pequeña no quería jugar en la tierra porque me ensuciaba y me daba asco. Una vez más tengo que decir eso de “quién me ha visto y quién me ve”.

Xiomara, la hija mayor de Alexia, también colabora en la construcción, poniendo barro en las paredes. Luego se va a jugar con su hermana Indira y una amiga, y a la que nos damos cuenta nos la encontramos dentro de un saco de paja leyendo un libro. No hay duda de que esto es toda una experiencia para las niñas.

Pasamos casi una semana removiendo los diferentes materiales y construyendo una las paredes de la casa. Javi ayuda a Pepe cortando algunos pinos cercanos para construir el tejado de una ampliación que tienen a medias. Tanto a Pepe como a Javi les cuesta mucho elegir los árboles que hay que cortar. Les da pena y se sienten un poco como un verdugo: “Este vive, este no...” Pero el bosque aquí es muy denso y el fin de los troncos es formar parte de un hogar así que hacen lo que tienen que hacer. Además nuestros amigos van a repoblar la zona con especies de árboles nativas.

Después de unos días de trabajo estamos muy contentos con la experiencia y con el resultado. Nuestros dedos no lo están tanto. Se me han roto todas las uñas a ras de piel y las puntas de los dedos me duelen por el frío. Todo esto es mucho más agradable con sol y calor y no viendo los picos de las montañas a lo lejos tras las nevadas de los últimos días.

¡Ahora entendemos por qué no había talleres en esta temporada!