Entrando en Punjab

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Jalanhdar, 4-12-2011

Es cierto que la India es un país bastante caótico. Que las calles están llenas de basura. Que los turistas corremos el riesgo de ser objeto de engaños para sacarnos dinero. Pero eso es sólo una parte. Más allá de los circuitos turísticos hay una India compuesta de personas capaces de abrirte las puertas de su casa, de su vida y de su corazón a cambio de nada.

Esta India empezamos a conocerla poco después de salir de Rishikesh. Después de haber estado en los estados de Delhi y Uttarankhand, ahora nos dirigimos a Punjab, un estado mucho menos turístico. Vamos en un vagón de segunda clase de un tren que nos lleva a Jalandhar. Pensábamos que íbamos a ir mucho más incómodos puesto que es la clase más económica y el día anterior habíamos visto en otro tren que este vagón iba a reventar. Pero para nuestra sorpresa, y un poco de decepción para Javi, que se había hecho a la idea de vivir esa experiencia, es bastante cómodo y no tenemos que llevar a nadie sobre nuestras rodillas.

Hacia mitad del trayecto, se dirige a nosotros la mujer que va sentada justo detrás, junto a su familia. Nos pregunta de dónde somos, si nos gusta la India, a dónde vamos... y nos cuenta que ella es de por allí pero que vive con su marido y su hija en Bangkok. Y cuando le decimos que vamos a ir a Tailandia, nos da su tarjeta y nos dice que cuando vayamos les llamemos, que su marido irá a recogernos al aeropuerto y que nos invitan a su casa. Alucinante.

Seguimos nuestro trayecto hacia Jalandhar, aunque nuestro destino no es ese, sino Bahanwipur, un pueblecito cercano a Kaphurtala. Allí vamos a pasar unos días en casa de la familia de Rahul, un alumno de las clases de español que impartió Mayte como voluntaria hace unos 3 años en CeiMigra y que de ahí pasó a ser un amigo. En esa casa viven sus padres, su mujer Sonia con sus 3 hijos, su hermano Vicky con su mujer Minu y sus dos niñas, y su perro Jimmy. Esto es lo habitual en India, ya que cuando una pareja se casa se van a vivir a casa de los padres de él, y siguen viviendo allí con su descendencia. En parte por eso está considerado una desgracia tener hijas y ningún hijo, porque al casarse las hijas el matrimonio se queda solo.

Estamos impacientes por llegar y conocerlos. Además va a ser muy divertido porque ellos no hablan inglés ni español y nosotros no hablamos hindi ni punjabi. ¡Habrá que entenderse por gestos!