Varanasi: del slum a la escuela

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"Mi infancia fue muy dura. Cuando aún era muy pequeña, mi madre y mi padre murieron. Cuando tenía 12 o 13 años vine a Varanasi con mi tío y empecé a hacer un trabajo muy pesado. Tenía que cargar sacos de arena de la otra orilla del río y llevarlos a la ciudad. Luego esa arena se la vendíamos a los clientes de diferentes áreas de la ciudad. Llevaba los sacos de arena en mi espalda y cobraba aproximadamente 1 rupia por saco. Podía llegar a llevar 10 sacos de arena al día” (Nashima, 35 años)

“Yo trabajaba vendiendo pañuelos y galletas en el cine. Solía trabajar 11 horas al día, desde las 8 de la mañana hasta las 7 de la tarde” (Sukur, 11 años)

“Antes no iba al colegio. Trabajaba recogiendo basura por 50 rupias (menos de un euro) al día” (Nissar, 8 años)

Así es la vida para los cientos de personas que viven en los slums de Sigra, a las afueras de Varanasi. Así era también la vida de Nashima, su marido y sus hijos.

Varanasi es una de las ciudades más antiguas de India. Situada a orillas del Ganges, es un importante centro de turismo y peregrinación. En este río sagrado se celebran algunos rituales religiosos y también hay crematorios, donde se incinera a las personas que fallecen en esta ciudad. Por ello la zona más cercana al río es la más concurrida y también la más conocida.

Pero a menos de media hora de allí, en una zona residencial, muchas familias sin recursos viven en rudimentarias chabolas rodeadas de basura. Conductores de rickshaw, recogedores de plástico, amas de casa y niños, muchos niños, sobreviven aquí. Niños analfabetos recogedores de basura, hijos de padres en las mismas condiciones. Una situación abrumadora que no dejó indiferente a María, fundadora de la ONG Semilla para el Cambio. Un viaje la trajo aquí y las ganas de ayudar le hicieron quedarse.

María había estudiado empresariales y había estado trabajando en Londres, en un cargo de responsabilidad dentro de una empresa multinacional. Puede que muchas personas desearan estar en su lugar, pero no era "su" lugar. Por eso cambió totalmente el rumbo de su vida: hizo un máster en cooperación y un tiempo después empezó a trabajar con los niños desfavorecidos de Varanasi.

Sus años de experiencia y su formación en estos campos le permitieron darse cuenta de la importancia de la educación. María nos cuenta cómo descubrió y exploró capacidades que ni ella misma sabía que tenía. Gracias a la educación se le abrió todo un mundo de posibilidades. Y, por suerte para muchas familias de Varanasi, escogió el camino de la cooperación. Esto demuestra que la educación puede ayudar a descubrir las propias capacidades y a hacer algo bueno con ellas, no solo para uno mismo, sino también para los demás.

Estos hechos sembraron el inicio de Semilla para el Cambio, una organización cuyo objetivo es transformar la vida de los niños de los slums de esta zona, darles una oportunidad de tener un futuro diferente, un futuro mejor que el que tuvieron sus padres y sus antepasados. El medio para conseguirlo es la educación. Esta organización lo que hace precisamente es eso, plantar una semilla, proporcionar las herramientas necesarias para que ese cambio sea posible. A partir de ahí, son los niños y sus familias los que tienen que esforzarse, poner de su parte, y así ser artífices de su propia transformación.

Y es que esta es la cooperación bien entendida. No consiste en que vengamos de fuera y les demos las cosas hechas, cosas que igual ellos ni quieren ni necesitan. Es una verdadera cooperación, en la que ambas partes están implicadas.

Por supuesto, las cosas no cambian de golpe, sino que es un proceso lento y continuo cuyos resultados se verán mas adelante. Sin embargo, cuando nos encontramos frente a frente con estas familias, nos damos cuenta enseguida de que ese cambio ya se esta produciendo.

Esto se percibe sobre todo en las caras de los niños sonrientes yendo a la escuela y en sus sentidas palabras: “Ahora mi vida es mejor, porque sobre todo cuando trabajaba recogiendo basura la gente abusaba de mí, no me respetaba. Ahora que estoy estudiando es diferente”, “La educación es importante porque si vas a algún sitio o alguien te pregunta algo y no sabes contestar, la gente pensara que eres un ignorante. La educación es importante porque tienes el respeto de la sociedad en cualquier parte”, nos dice Sukur de tan solo 11 años de edad. Nos llama especialmente la atención el hecho de que para estos niños no es la fuerza, el poder o del dinero, sino la educación lo que te hace digno de respeto.

Sin embargo, a veces es muy difícil que los padres entiendan lo que puede suponer para sus hijos el tener una educación. Miramos a los ojos a esos niños que no van a la escuela y no podemos evitar preguntarnos qué será de ellos en unos años, si siguen así.

En total son 180 los niños que reciben atención educativa entre los que están escolarizados y los que reciben clases de alfabetización, de refuerzo y extraescolares.  Esta escolarización se lleva a cabo en colegios privados, ya que la calidad de la educación publica en India es nefasta y esta es la única manera de que los niños aprendan algo durante las horas que pasan en clase. Además, desde Semilla para el Cambio también se intentan mejorar los métodos de enseñanza, ya que en India el sistema pedagógico se basa casi exclusivamente en la repetición. Introducir actividades dinámicas, plantear ejercicios para los cuales los niños tengan que reflexionar y desarrollar su creatividad, trabajar la educación en valores... son algunos de los aspectos que se están trabajando en este sentido.

Todos los profesores son indios, pagados por la ONG con las aportaciones de los socios, donantes, padrinos, instituciones y empresas que la apoyan. Gracias a estas ayudas y la colaboración de los voluntarios puede desarrollarse este proyecto y otros que tienen en funcionamiento, como el programa de nutrición que permite dar de comer a mediodía a los niños que están escolarizados, el de atención sanitaria para los habitantes de los slums o el de formación y trabajo en artesanía para las mujeres.

Este último proyecto se lleva a cabo con las madres de algunos de estos niños, que han dejado de trabajar recogiendo basura para pintar pañuelos de seda que luego se venderán en España. Escuchar a Nashima nos permite entender lo que supone esto para ella y para las otras 11 mujeres que están participando en este proyecto: “Desde que pinto me siento orgullosa de mi misma. Tengo la oportunidad de hacer un trabajo tan bonito... Nunca en mi vida me habría imaginado que podría hacer algo así. No tiene nada que ver con recoger basura. Esto le da dado color a mi vida”

Seguro que en los próximos años los cambios serán aun mas notables. Será entonces cuando se verá realmente lo que la educación supone para el futuro de un niño. “Cómo comparar un niño para el que hasta hace poco sus únicas posibilidades eran recoger basura o conducir un ricksaw, con alguien que va a saber inglés, que va a saber leer y escribir bien, que tendrá unos estudios... puede trabajar en muchas más cosas, como cualquier otra persona. O se puede graduar, estudiar una carrera... “, dice María con ilusión.

Nashima no ha podido hacer realidad sus sueños, de hecho su complicada vida ni siquiera le ha permitido tenerlos, “Mi pobreza no me deja pensar en el futuro”, comenta cabizbaja. Pero sus hijos sí tienen ilusiones que tal vez puedan hacer realidad, como el de Sukur de ser ingeniero, o el de Nissar, que quiere ser médico. Aunque cuando les preguntamos cuál es su sueño, sus dulces respuestas de niños son que quieren una bicicleta y un coche. Respuestas normales de niños normales. Ahora el sueño de Nashima es que sus hijos en el futuro sean buenas personas y que puedan hacer lo que quieran en su vida.

Estos niños serán un punto de inflexión en su familia, el que marca el haber tenido acceso a la educación. Seguramente sus hijos también irán a la escuela y tendrán una vida mejor. Además, sirven de ejemplo para muchas otras familias cuyos hijos aún pasan el día recogiendo basura y andando sin rumbo por las calles y los slums de Varanasi.

¿Qué habría sido de estos niños si hubieran seguido por el camino de pobreza que estaban recorriendo? ¿Y si María no hubiera hecho el máster en cooperación y no se hubiera atrevido a cambiar de vida? Eso nunca lo sabremos, pero sí sabemos todo lo que se puede conseguir gracias a la educación y cómo unas pocas personas pueden mejorar la vida de muchas otras.

NOTA:

Si quieres saber más acerca de Semilla para el Cambio, entra en su página web.

También puedes leer otros post acerca de nuestra estancia en Varanasi y las reflexiones que escribimos sobre lo que vivimos allí.