Conociendo a Jorge Belanko, "el loco del barro"

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El Bolsón, 17-5-2013

Jorge Belanko es un reconocido maestro de la construcción con tierra e imparte muchos talleres de formación en toda Sudamérica. En el documental que nos recomendó Fede hace unos días, llamado “El Barro, las Manos, la Casa” y dirigido por Gustavo Marangoni, habla de las bondades de este sistema constructivo y enseña de una forma muy sencilla las técnicas que se utilizan en la construcción.

Hacia el final de vídeo, Belanko dice que su trabajo tiene un importante trasfondo social: nadie debería estar viviendo en una chabola de plástico y cartón si, con una mínima formación, se podría construir una vivienda digna con sus propias manos y con materiales naturales y muy accesibles.

Esa afirmación encendió una lucecita en nuestras cabezas. Quizás todo esto de la construcción con barro o con tierra, no sea interesante solo a título particular: para ayudar a unos amigos o para construirnos una casa nosotros, quizás podamos trabajar este tema como uno de nuestros proyectos sobre la educación. Hace tiempo que queremos trabajar sobre la educación no formal ya que somos de la opinión de que la educación no es mucho más de  lo que se hace en las escuelas, la educación es algo mucho más amplio.

¿Y qué forma de educación puede cambiar más la vida de las personas que la que te enseña a construirte tu propio hogar? Esto es muy útil para gente sin recursos que se ve obligada a malvivir en infraviviendas y podría cambiar la vida de muchas familias. Pero también podría ser importante para muchas personas de clase media que han hipotecado su vida por una casa con un precio desmesurado... En España sabemos las consecuencias que ha traído eso en los últimos años.

Decidimos que sí, que es un buen tema para un proyecto. Al fin y al cabo, siempre estamos buscando enfoques diferentes  No queremos contar la misma historia en diferentes países, sino historias diferentes.

Una conocida nos consigue el teléfono de Belanko, que vive aquí mismo, en El Bolsón, y le llamo una mañana mientras trabajamos en la casa de Alexia y Pepe. Le explico nuestro proyecto, hablamos un poco sobre la educación y cómo esta es a veces un instrumento para manipular y crear borreguitos trabajadores/consumidores, algo de lo que hemos hablado muchas veces Mayte y yo. Al cabo de un rato de conversación, Belanko me dice:

- ¡Veo que hablamos el mismo idioma! Si les parece quedamos el jueves que viene, así tendré tiempo y podremos hablar hasta que se consuman las velas.

- ¡Por supuesto! Estaremos encantados- contesto, tras interrogar a Mayte con la mirada y comprobar que le parece bien.

- Si no encuentran mi casa, ¡pregunten por “el loco del barro”! - dice poco antes de despedirse.

Lo cierto es que me ha parecido un hombre muy abierto y agradable, cosa que nos llama la atención porque nos habían dicho que era muy reservado. En cualquier caso, hoy es viernes y la cita es dentro de una semana... parece que vamos a tener tiempo de sobra para ayudar a nuestros amigos y que volvemos a quedarnos atascados en un lugar al que, en principio, veníamos de paso.

Los días pasan rápido. Algunos veces subimos solo Pepe y yo a la casa para trabajar porque Alexia tiene que cuidar de Indira, su hija pequeña que tiene varicela, y Mayte va a la feria de artesanía para intentar vender algo, sin demasiado éxito ya que estamos en temporada baja y no hay muchos turistas.

Algunos días cuando vuelvo de ayudar a Pepe voy hecho una pena, con los pantalones manchados de barro y resina, las manos sucias, un suéter viejo y roto que me prestó, el pelo largo y una barba de dos semanas. ¡Creo que si me pusiera en la puerta de la iglesia con un vaso en la mano me sacaría algún dinerillo!

Llega el jueves por la tarde y Pepe nos lleva en su coche destartalado hasta la casa de Belanko, que se encuentra junto a un arroyo, lo cual es todo un lujo ya que dispone de toda el agua que necesita. Es una de las ventajas de ser uno de los primeros en “ocupar” un terreno aquí hace ya unos 25 años años. Desde entonces está “cuidando este pedazo de tierra”, como nos dice un poco más tarde.

La mujer de Jorge nos lleva hasta la parte trasera de su terrenito, donde lo encontramos ataviado con  un mono azul junto a su taller. El edificio está construido con barro (obviamente) y tiene un techo vivo: cubierta de tierra y hierba que tiene el aspecto de un prado sobre el techo de la casa. Además de aislar y decorar, este tipo de techo tiene la función de absorber el agua e ir soltándola poco a poco, cosa que comprobamos cuando deja caerun chorro de agua de las últimas lluvias sobre una desprevenida Mayte.

Belanko nos saluda, nos enseña su taller y comenzamos una amena conversación en la que mezclamos la entrevista para nuestro proyecto con multitud de anécdotas personales que nos van permitiendo conocer algo más sobre esta gran persona. La primera impresión que tuve cuando hablamos por teléfono se confirma cuando nos reunimos con él: es una persona muy agradable y comunicativa con la que coincidimos en la forma de entender la vida.

En el artículo y el vídeo que publicaremos próximamente, contaremos como las construcciones de tierra  pueden cambiar la vida de mucha gente, como Jorge ha ayudado a que esto sea así, los proyectos que ha realizado y como eso ha cambiado más de una realidad. Ahora preferimos centrarnos en la excepcional persona que hemos conocido y algunos de los proyectos en los que ha participado.

Además de su relación con la construcción natural Belanko ha tenido una vida muy intensa con un importante trasfondo social. Este argentino nació en Buenos Aires en el seno de una familia de origen polaco. Empezó en el mundo de la construcción a los 12 años acompañando a su padre, constructor de oficio,  cuando salía de la escuela o en los fines de semana. Al pasar los años, Jorge se graduó como constructor y fundó una empresa con su padre.

Belanko nos cuenta como, en el año 83, cuando él contaba con 33 años de edad, un grupo de amigos decidió que estaría bien crear un centro comunitario para enseñar artes y oficios en Santa Teresita, la pequeña ciudad cercana a Buenos  Aires en la que residía y trabajaba.
Querían que fuera algo llevado por voluntarios y que ayudara a la gente a adquirir conocimientos útiles mediante una educación no formal y gratuita. Consiguieron que una empresa local les cediera un edificio, otra empresas o el mismo municipio les ayudaron con otros gastos como la luz y el agua y se lanzaron a la aventura.

Allí se daban clases de construcción, de cocina, de fontanería y de mil cosas más. Lo más bonito era que todos los profesores eran voluntarios. Era un proyecto iniciado por algunos amigos y basado en el tiempo libre que podían aportar algunos profesionales con ganas de ayudar a los demás.  Parece mentira que consiguieran tener cientos de alumnos en más de 25 grupos simultáneos.

Este tipo de historias siempre nos atraen. Nos gusta ver como las personas son capaces de crear cosas así, proyecto que transforman la vida de las personas tan solo con fuerza de voluntad. Le preguntamos a Jorge que pasó con aquel bonito proyecto y él nos cuenta que, cuando el centro empezó a tener éxito, atrajo la atención de los políticos. Al poco tiempo les llegó una oferta para pagarles un sueldo a los profesores.
Hubo algunas discusiones porque algunos fundadores y miembros de la junta, como Jorge, pensaban que eso era el principio del fin, que no sería lo mismo si se cobraba, que perderían la libertad que tenían, que tendría que ceñirse a horarios, rellenar mil papeles, enseñar lo que les dijeran... Otros pensaban que estaría bien y que les permitiría dedicar más tiempo a las clases sin perjudicar a sus respectivos oficios.

Como suele suceder ganó el dinero, o la plata, como se dice por acá, y Jorge abandono el centro educativo. Ahora, más de 30 años después la escuela sigue funcionando como una Escuela de Artes y Oficios que goza de buena salud. Ahora es un centro oficial, con sus normas, sus horarios, su burocracia y su personal contratado. Seguro que funciona muy bien y es útil para muchas personas pero, ¿qué duda cabe?, no tiene ni la mitad de encanto que aquella improvisada escuela comunitaria.

Jorge también nos habla de cómo participó en la fundación del Partido Humanista de Argentina, allá por el año 1984. Este partido tiene entre sus principios básicos el situar al ser humano como preocupación central de la política, la igualdad entre todas las personas, la diversidad como una riqueza, la no violencia activa como forma de actuación... Nos habla de Silo, el fundador del Movimiento Humanista que dio origen al partido, nos cuenta como lo conoció y nos habla de interesantes experiencias que vivió con él.

También nos habla de la meditación y nosotros le hablamos de nuestras experiencias en la India. Es curioso lo fácil que nos resulta entendernos con él. Me extraña descubrir que es una persona muy espiritual. Eso es algo que no esperábamos encontrar aquí, tan lejos de Asia y que nos transporta a algunos de esos momentos especiales vividos al otro lado del mundo hace más de un año

Otra historia interesante que nos cuenta es acerca de la famosa crisis que sufrió Argentina en el 2001, el famoso "corralito". Aquella enorme crisis fue provocada por las políticas neoliberales aplicadas a rajatabla por los gobiernos argentinos en la década de los 90 debido a la presión de organismos internacionales como el FMI. Por cierto, estas son exactamente las mismas políticas y los mismos organismos que pretenden sacar de la crisis a España y lo único que consiguen es hundirla más. La historia se repite, siempre se repite.

Pues bien, aquel corralito, que consistía en la prohibición a los ciudadanos de retirar dinero de sus propias cuentas, provocó el colapso del país y protestas y caceroladas en todo el país durante mucho tiempo. Simplemente no había dinero para prácticamente nada y había mucha hambre... Sí hambre. Hambre en la Argentina del siglo XXI, igual que empieza a haber hambre en la España del siglo XXI. ¿Había dicho ya que  la historia se repite?

Ante esta situación, se volvió a una práctica casi tan antigua como la humanidad: el trueque. Belanko, otra vez mostrando su preocupación por los problemas de sus semejantes, participó en la creación de la Red de Clubes de Trueque de la Comarca Andina. . La palabra productor se combinó con la palabra consumidor dando lugar al concepto de “prosumidor”, podías cambiar un bien (patatas, estanterías, huevos, bufandas...) o un servicio (pintar la casa, arreglar la moto, dar un masaje...) por cualquier otra cosa.

Los propios prosumidores eran los que fijaban el valor (que no el precio) de cada bien o servicio. Si tienes una gallina es posible que para ti media docena de  huevos no valga mucho, pero si no la tienes pueda que valga lo mismo que pintar una habitación, ya que no tienes trabajo y lo que te sobra es el tiempo. El valor de las cosas es relativo.

Al principio la gente iba a un local y dejaba allí sus productos, otros llegaban cogían los que necesitaban y dejaban los suyos a cambio. Todo funcionaba bien y Jorge nos dice algo que nos da mucho que pensar:

- A pesar de la tremenda crisis económica, ¡la gente nunca tuvo la nevera tan llena!

Al cabo de un tiempo la afición al trueque (o la necesidad del mismo) fue creciendo y llegaron a haber más de 5.000 familias usando este sistema de transacciones. Para entrar en el club de trueque había que pasar por un curso de formación en el que se explicaba cual era el objetivo y la filosofía del sistema. Belanko era uno de los encargados de dar dichos cursos y de impartir formación a aquellos que querían crear su propio nodo o club de trueque. En cada pueblo existía uno de estos clubes.

Cuando el asunto empezó a ser demasiado grande empezaron a surgir problemas. Había gente que quería aprovecharse y tuvieron que controlar más la mercancía. También apareció la necesidad de crear una “moneda” alternativa que facilitara las transacciones ya que no siempre era posible cambiar lo que necesitabas por lo que tenías en cada momento. Esa moneda alternativa empezó a circular fuera de los clubes de trueque. Se podía comprar con ella en las tiendas o pagar servicios como el de un electricista o un carpintero.

El problema surgió cuando algunos empezaron a falsificar y a acaparar esta nueva moneda alternativa. La moneda es en teoría un medio para facilitar las transacciones, los trueques, pero ha pasado de ser un medio a ser el fin de casi cualquier actividad. La gente lo acapara, especula con él y la codicia lo convierte en el deseo de casi todos. Estas monedas alternativas nacen con la intención de cambiar esa dinámica pero es difícil conseguirlo.

Quizás la clave para el éxito de todas estas respuestas a un sistema que no funciona sea el mantenerlas en un tamaño pequeño y manejable. Quizás la solución de muchos problemas sea volver a la “tribu”, a un conjunto de personas a las que conocemos, en las que confiamos y con las que nos relacionamos personal y económicamente. Quizás...

Y como decía antes, la historia se repite: en España están apareciendo como setas los bancos de tiempo, los mercados de trueque y las monedas alternativas locales. Se sigue experimentando y creo que mejorando. Esperemos que salga algo bueno de todo ello y que no ocurra como en Argentina, donde el dinero oficial volvió a reinar al poco tiempo de terminar el corralito. Todavía queda algo de aquello, en El Bolsón hay ferias de trueque y  muchas otras actividades similares pero aquel movimiento sucumbió ante el sistema. Las aguas volvieron a su cauce, pero ¿quien sabe hasta cuando?

(Un poco más de información sobre economía alternativa pulsando aquí)

Y hablando de todos estos temas, conversando acerca  de la educación, de lo divino y de lo humano, sobre todo de lo humano, se nos pasan la horas. Finalmente hemos estado charlando con Belanko hasta bien entrada la noche. A pesar conversar en una casa de barro, había luz eléctrica, así que no nos quedamos “hasta que se consuman las velas” como nos dijo Jorge una semana antes por teléfono, pero casi casi...
Antes de irnos de allí, nuestro anfitrión se nos queda mirando largamente y nos dice:

- ¿Saben una cosa? Desde que hicieron ese documental mucha gente me conoce y me para por la calle. A mi eso no me gusta demasiado pero es lo que hay. De hecho me llegan muchas solicitudes de entrevistas y suelo decir que no... Necesito tiempo para mi, para mi familia, para mi trabajo.

- Entonces... ¿por qué nos dijiste que sí a nosotros? – pregunto curioso.

- Pues no lo sé, ya les dije que hablamos el mismo idioma. Algo hay... – nos contesta Jorge con una sonrisa enigmática.

Y así salimos de su casa, contentos de haber conocido a otra de esas personas especiales que venimos descubriendo a lo largo de nuestro viaje. No puedo evitar pensar que si hubiera más personas así, el mudo sería un lugar mucho mejor.

Al día siguiente vamos a un taller que está impartiendo Belanko en el un centro de estudios agropecuarios donde se imparten talleres de educación no formal en los que la población de El Bolsón y de los alrededores aprende técnicas de construcción natural, a realizar conservas, agricultura orgánica...Jorge nos invitó ayer a compartir una sesión de este taller semanal que finaliza el próximo mes..

A la vez que sus alumnos aprenden a construir, están haciendo un trabajo práctico: están construyendo un aula para la escuela. Son unas 30 personas y en 5 sesiones de un día la tienen casi acabada. En un par de clases más el aula estará lista para ser usada.

Pasamos el día charlando con Jorge, con la directora del centro y con sus alumnos, entre los que hay varias profesoras de primaria. Una de ellas asiste al taller porque quiere construir una biblioteca de barro en su escuela rural. Comemos un cochinillo cocinado en un horno también de barro, uno de los primeros que construyó Jorge y que también enseña a construir para que la población local haga un uso más eficiente de la leña. El ambiente es magnífico y la camaradería se respira en el ambiente.

Cuando llega el momento de las despedidas, Jorge nos da un fuerte abrazo y nos dice muy serio:

- ¡Felicitaciones por su trabajo! ¡Sigan así y que les vaya muy bien!

Le contestamos, muy sinceramente, con nuestros mejores deseos y nos vamos pensando que nos habría gustado compartir más tiempo con él e incluso haber asistido a uno de estos talleres. Aprender con el maestro habría estado bien...