Ernesto Cardenal y Solentiname: ¿Existió la utopía de Waslala?

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Solentiname, 26-9-2012

- ¡Despierta Javi! ¡Despierta! –Mayte me zarandea y yo abro los ojos poco a poco.

- ¿Qué pasa? ¿Qué? –contesto yo desconcertado. Todavía me molestan los cientos de picaduras que me traje de Ometepe y no he dormido muy bien.

- ¿A que no adivinas a quién he visto hace un momento? --me pregunta muy contenta y excitada.

- Pues no... ¡Y yo qué sé! –contesto yo sin entender nada.

- A ver... ¿A quién vimos en Dharamshala?

- ¿Cómo? ¿A Argi y Leandro? –contesto yo recordando que fue allí donde coincidimos con nuestros amigos por segunda vez en la India y tratando de encontrar una respuesta a una pregunta imposible en mi poco lúcido estado.

- ¡No hombre! ¡no! ¿Como van a estar ellos aquí? –Mayte se ríe y sigue con el acertijo–: ¿A quién vimos en Dharamshala que era muy importante?

- Eh, esto... ¿Has visto al Dalai Lama? –Cada vez estoy más confundido.

- ¡Ja ja ja! ¡¿Pero qué dices?! –Mayte se está divirtiendo mucho con esto y yo ya estoy del todo despierto–. Vamos a ver, ¿quién es tan importante en Solentiname como el Dalai Lama en Dharamshala?

- ¿Has visto a Ernesto Cardenal? –al fin puedo dar una respuesta plausible.

- ¡Sí! Esta mañana me he levantado pronto y he salido a pasear. Estaba haciendo fotos del amanecer y de los pájaros cuando he pasado al lado de una casa y he visto que había alguien con el pelo muy blando tumbado en una hamaca. He pasado de largo y un hombre que había cerca ¡me ha dicho que era él! Me ha preguntado si quería hablarle pero le he dicho que no quería molestar y he venido a contártelo.

Llegados a este punto se hace necesaria una explicación de por qué estamos aquí en el archipiélago de Solentiname de Nicaragua, de quién es Ernesto Cardenal y de la relación que tiene con este lugar.

Hace 4 años cuando Mayte y yo estuvimos en Nicaragua yo compré dos libros de autores Nicaragüenses: “Waslala” de Gioconda Belli y “La Revolución Perdida” de Ernesto Cardenal. El primero de ellos narra la historia de una pareja que emprende un viaje en busca de Waslala, un lugar utópico, imaginario quizás, en el que sus pobladores son felices y viven en paz y armonía. Es obvio que este libro nos influyó ya que da nombre a nuestro viaje. El segundo era un libro autobiográfico en el que el autor narraba su relación con estas islas, su participación en la revolución sandinista que derrotó a la dictadura de Somoza, y muchos otros hechos de su historia personal que a menudo es la su pequeño país.

Ernesto Cardenal es uno de los poetas vivos más importantes de Latinoamérica. Llegó a ser ministro de cultura después de la revolución y participó en una de las etapas más bonitas de Nicaragua: la alfabetización, los talleres de poesía para campesinos, las actividades culturales llevadas a gente que nunca había soñado poder hacer algo distinto a trabajar duro, agachar la cabeza e intentar sobrevivir. Fueron años difíciles, la lucha con la guerrilla de “la contra”, financiada por Estados Unidos, y respaldada cada vez por más nicaragüenses desencantados, hacía estragos. Años después el Frente Sandinista perdió las elecciones, un gran golpe para Cardenal, que unos años después se desvinculó finalmente de partido sandinista y renegó de Daniel Ortega por traicionar todos los principios por los que lucharon y murieron muchos nicaragüenses. Curiosamente, o no tanto, es el mismo camino crítico y disidente que tomó Gioconda Belli, la otra autora “nica” que me llevé en la mochila aquella vez.

Pero Ernesto Cardenal es algo más que eso. Es el motivo de que estemos ahora aquí, en estas islas. En el año 66, un Ernesto Cardenal que por aquel entonces ya era poeta y sacerdote y que contaba con unos 40 años, llegó a estas islas para fundar una comunidad contemplativa. La contemplación pronto se quedó corta para él y para sus compañeros. Su relación con los campesinos se fue haciendo más intensa, empezó a realizar misas campesinas en las que se sentaban todos en circulo y comentaban el evangelio de igual a igual, asimilándolo a su vida diaria. Hay que recordar que Cardenal es uno de los máximos exponentes de la teología de la liberación, corriente que acerca el cristianismo al marxismo y que predica la “opción preferencial por los pobres” de una manera total.

De allí surgieron obras como “Evangelio de Solentiname”, inspirada en los comentarios tremendamente sabios de los campesinos y canciones como la conocida “Misa Campesina” de los hermanos Mejía Godoy.

Un buen día estaba Cardenal hablando con un campesino cuando vio un cuenco que este había tallado con  unas formas sencillas pero bonitas. Cardenal se quedó pensando y le dio papel y colores al campesino: “Pinta”, le dijo. Y el campesino comenzó a pintar trabajosamente. Los dibujos eran sencillos pero bellos y otros campesinos siguieron su ejemplo.

Al poco tiempo llegó a la isla un joven pintor de 18 años que huía de la persecución de Somoza para salvar su vida: era Róger Pérez de la Rocha. Él continuó la labor de Cardenal dando lienzos y pinturas a los campesinos. No les quiso enseñar prácticamente nada sobre pintura convencional para no contaminar su arte y el resultado fueron unos cuadros coloristas, sencillos, casi infantiles y ajenos a toda noción de perspectiva o proporciones, pero conmovedores en su estilo naive o primitivo.

Eso era Solentiname en los años 60 y 70. No debe haber una isla tan pequeña en todo el planeta sobre la que hayan caminado tantos pintores, escritores y poetas famosos mezclándose y conversando con los campesinos. Era aquella una comunidad humilde donde se celebraban misas campesinas, se pintaba y se hacía artesanía que después era vendida en todo el mundo, se realizaban talleres de poesía... Aquí se trabajaba por igual la tierra, las artes y la cultura. Solentiname se convirtió en un referencia social y cultural en todo el mundo mientras sus gentes vivían en una casi completa armonía con ellos y con la exuberante naturaleza que les rodeaba.

Pero un día de octubre de 1977 todo cambió. Este pequeño paraíso no estaba aislado del mundo por leyendas y junglas mágicas, como lo está la utópica Waslala de Gioconda Belli, no: Solentiname estaba en un país sometido a una férrea dictadura como fue la de los Somoza. Y entre unos campesinos con los ojos y el corazón abierto, unas personas con tantos ideales, no tardó en hacerse patente un sentimiento de rebelión contra la opresión que vivían en otros lugares de Nicaragua. Poco a poco el sentimiento se fue convirtiendo en un activismo político alimentado por el propio evangelio y la interpretación que de él hacían. Hasta que un día un grupo de jóvenes marchó en sus pangas al asalto del cuartel de San Carlos. Aunque algunos de los mejores jóvenes de las islas murieron en el asalto, la operación tuvo éxito.

Era demasiado pronto, la revolución  aún tardaría dos años en triunfar. La represalia, que fue brutal, arrasó Solentiname. Todo ardió y se consumió bajo las llamas. Fue el fin de algo muy especial y también el principio de algo más. Esos jóvenes no concebían una felicidad completa viviendo al margen del sufrimiento de sus prójimos y fueron consecuentes con sus ideales dando la vida por ellos.

Supe de esta historia por primera vez al leer el libro de Cardenal, al poco de regresar a España de mi primer viaje a Nicaragua. Me conmovió profundamente y tuve la sensación de haber perdido una oportunidad: la de conocer esas islas donde había transcurrido esa bonita y agridulce historia. Me habría gustado visitar esas tierras, esas islas, ese río San Juan que cruzaban los guerrilleros exhaustos para ponerse a salvo en Costa Rica tras días recorriendo la jungla para salvar su vida.

No volví a pensar en ello hasta que regresamos a Ometepe y pensé: “No puede volver a ocurrir. Este viaje es para dejarse llevar... ¡Tenemos que ir a Solentiname!”. No lo habíamos previsto pero en cuanto le hablé a Mayte de ello, me dijo que adelante...

Y aquí estamos, ahora, ya en el presente, en esa mañana de septiembre de 2012 en la que Mayte me habla emocionada de que acaba de ver a Ernesto Cardenal, yo salto de la cama y me visto dispuesto a conocer a este gran hombre.

Antes de ir a verle damos un paseo por la isla de Mancarrón. Vamos a ver la iglesia, reconstruida hace muy poco, el centro cultural, el museo de arte precolombino de la isla, la biblioteca y centro de computación... Todo ello ha sido promovido en los últimos tiempos por Ernesto Cardenal en un intento por continuar aquel sueño de Solentiname. En la biblioteca pedimos prestados algunos libros de Cardenal y algún otro sobre el río San Juan.

A continuación, con los libros bajo el brazo, nos dirigimos hacia la casa donde Mayte vio a Ernesto Cardenal y ahí sigue el anciano de 87 años, tumbado en la hamaca leyendo. No nos ve y nosotros tan solo lo intuimos por su inconfundible pelo y barba blancas como la nieve. No nos atrevemos a molestarle y continuamos caminando hasta toparnos con el mismo hombre que habló con Mayte esta mañana. Le decimos que no queremos molestar y el ríe y se va para avisar a “Ernesto”. Al momento vuelve y nos dice que vayamos a verle.

- Buenos días –decimos un poco cohibidos.

- ¡Buenos dias! ¿Qué quieren? ¿Qué hacen aquí? –nos pregunta el poeta con un tono seco y cortante que no ayuda a tranquilizarnos.

- Bueno, eh... soy Javi –digo como si con eso quedara resuelto el misterio. Mientras trago saliva le estrecho la mano con decisión–. Ella es Mayte. Estamos viajando y queríamos conocerle. Hemos venido aquí por un libro suyo.

- ¡Ah! ¿Y qué libro es? –pregunta Ernesto con un tono mucho más amable.

Le hablo sobre “La Revolución Perdida” y charlamos brevemente sobre banalidades. Tras cruzar algunas palabras más nos despedimos de él. No queremos molestarle en su propia casa siendo el primer encuentro. Él también se despide y, sonriendo, nos dice:

- ¡Nos vemos por la isla!

Por desgracia eso no sucedió. No volvimos a vernos. No tenemos ni tan siquiera una foto de recuerdo. Yo siempre he sido muy pudoroso para ese tipo de cosas. Me habría gustado poder hablar con él más tiempo, haberle contado más sobre nuestro proyecto, sobre Nicaragua, sobre el mundo, pero sobre todo me habría gustado escucharle e incluso entrevistarle. Nos vamos de allí contentos por haberle conocido pero un poco tristes por que no haya surgido la oportunidad de una conversación más larga y profunda. Aún así ha sido una bonita experiencia.

Seguimos paseando intentando averiguar que queda de aquel Solentiname casi místico que existió aquí cuando este anciano con el que acabamos de conversar era aún joven. ¿Y qué es lo que queda?

Hemos visto que la comunidad de artesanos y pintores sigue en pie, resurgió de sus cenizas y perduró. Se pueden quemar las casas y los campos pero tendrían que haber matado a todos los campesinos para acabar con ese sueño, con esa nueva vida. Una vez abiertos los ojos ya no los puedes mantener cerrados.

Aquí en la isla de Mancarrón se encuentran bonitas artesanías hechas en madera de balsa tallada y pintada con vivos colores. Los motivos son los mismos que los de los cuadros: el lago, la jungla, las garzas, las personas, la naturaleza. También continúa, sobre todo en la isla de San Fernando, la escuela pictórica naive que surgió en los 60. Los cuadros son preciosos pero no caben en nuestra mochila ni en nuestro bolsillo (entre 50$ y 300$) por lo que nos los llevaremos tan solo en la memoria y en nuestra cámara fotográfica.

¿Y qué ha sido de aquella comuna, de aquel sentimiento de hermandad y de camaradería que hacían que este fuera un lugar tan especial? ¿Que pasó con la Waslala que había en Solentiname? Parece que esa sí que desapareció... Como escribió Ernesto Cardenal tras la destrucción de Solentiname:

Ahora crecerá otra vez el monte donde fue nuestra comunidad, como antes cuando llegamos por primera vez. Allí hubo una misa popular campesina, hubo cuadros, esculturas, libros, discos, clases, sonrisas de bellos niños, poesía, canto. Ahora sólo ha quedado allí la belleza salvaje.

Tendremos que seguir buscando el paraíso, la utopía de la felicidad. En definitiva, tendremos que seguir buscando Waslala.

NOTA: Para más información (algunos relatos, cuentos, canciones y artículos imprescindibles):

  • La Revolución Perdida: Libro de Ernesto Cardenal en el que narra los años de la revolución sandinista en Nicaragua (es un enlace a la editorial, el libro no está online).
  • Lo que fue Solentiname: Conmovedor relato esccrito por Ernesto Cardenal sobre el nacimiento y caída de la comunidad de Solentiname. Fue escrito poco tiempo después de su destrucción.
  • Apocalipsis en Solentiname: Cuento de Julio Cortazar, uno de muchos visitantes insignes de la comunidad de Solentiname.
  • Sueño de Solentiname: canción de Mano Negra (antiguo grupo de Manu Chao) de su disco Casa Babylon en la que canta un peculiar homenaje a las islas.
  • Misa Campesina: La misa campesina fue compuesta por Carlos Mejia Godoy después del Concilio Vaticano II que permitió por primera vez la música popular en la misa. La primera representación fue interrumpida por la guardia de Somoza en el año 1975 y a continuación se prohibió su interpretación.
  • Ernesto Cardenal, consagrado: Artículo de El País en el que se habla de la concesión del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana  2012, de la publicación de un libro-disco homenaje y de varias reediciones de libros del poeta. Curiosamente publicado a los pocos días de nuestro encuentro con él.